¡Cónchale, odio esos titulares sesudos! Simplificaré. Un día empiezas a pensar que quizás sería divertido dar unas clases de baile flamenco, guitarra o incluso cante. Español o extranjero, macho o hembra, joven o veterano, la aventura promete aportar emociones con un mínimo de riesgo o gasto, y piensas en lo guay que va a quedar cuando sueltas la nueva aventura en conversación casual como quien no quiere la cosa: «Ay, se hace tarde, me tengo que ir, tengo clase de flamenco».
Pero el flamenco te engancha a un nivel más complejo, no tolera una relación superficial. Después del primer contacto, empiezas a descubrir la riqueza cultural que hay detrás, la historia, la cocina, artes plásticas, los vinos y especialmente la parte religiosa como viene expuesta en los numerosos rituales católicos asociados con la Semana Santa en Andalucía.
El domingo pude acompañar a socios y amigos de la Peña Flamenca Tío José de Paula en su visita a la histórica Iglesia de Santiago situada en el corazón del flamenquísimo barrio justo en frente de la sede de la peña, al besapiés de Nuestro Padre Jesús del Prendimiento. Mucho vocabulario eclesiástico entretejido con alusiones flamencas obligatoriamente presentes en las emotivas interpretaciones de saetas cantadas por algunos de los presentes, como Joaquín Zambo, presidente de la peña Tío José de Paula, o la muy querida cantaora sanluqueña, afincada en Jerez, María Vargas.
Con un 60 por ciento de los españoles, y un 87 por ciento de la población andaluza identificándose como católicos practicantes, abundan intérpretes saeteros, tanto los que se dedican profesionalmente como aficionados, y sus cantes al respecto se incluyen dentro del repertorio del cante flamenco, aunque su interpretación se limite, como los cantes navideños, a la temporada asociada.
Vale, sí, ya, todo eso está muy bien, pero yo sólo quería una pataíta pa’ las bodas y tal, ya sabes.
«Sea Juanito Valderrama por guajira o Juan Talega por toná liviana, sin ánimo de ofender a cualquiera de los dos, una vez abierto el tarro de las esencias no hay viaje de retorno»
No, el flamenco es un compromiso vitalicio y total, entras en el convento de las emociones sabiendo que allí dejas la esencia y meollo de tu persona hasta que la muerte os separe. Podrá haber flirteos con otras expresiones musicales, porque el flamenco es música, incluso cuando se baila, y por mucho que lo nieguen algunos. Sea Juanito Valderrama por guajira o Juan Talega por toná liviana, sin ánimo de ofender a cualquiera de los dos, una vez abierto el tarro de las esencias no hay viaje de retorno.
Después de las formalidades, había cante en la peña con nada menos que Romerito de Jerez, a punto de cumplir los 93 años, acompañado a la guitarra por su hijo Antonio “Romerito hijo” deleitando a los presentes con su frescura y energía por soleá, alegrías, fandangos y bulerías, y fin de fiesta con la Yoya, la Curra y otras habituales de las queridas mujeres de la Peña Tío José.
El resumen del mensaje entonces es este: si quieres sentir las emociones del arte jondo, salta a la piscina virtual en su extremo profundo sin salvavidas, absorbe la cultura, bébetela, vívela, sea la recogida del Prendi en Semana Santa, mostachones de Utrera o un plato berza con sus tagarninas, todo te alimenta el alma y define el flamenco, una forma de vida, una filosofía.