Abro de nuevo esta ventana al cante. Esta vez, fuera del círculo de confort que me proporciona mi generación y aquella que me precedió, me llega el aire fresco de una artista milénica, de esa generación que ha estado generalmente marcada por un mayor uso y familiaridad con las comunicaciones, los medios de comunicación y las tecnologías digitales. María Jesús López Hierro (Huelva, 1985) es una de esas artistas que al comenzar el siglo XXI aún no habían cruzado el umbral de la mayoría de edad. Autodidacta, transformadora, directa y conceptual.
“Siempre he estado pintando. Inventando. Mi abuelo –Paco Hierro– impartía clases de pintura en el centro psiquiátrico, junto al Instituto La Rábida. Mi madre también pintaba. Aún recuerdo el olor a pintura y las tablillas en el patio de mi abuelo”.
– ¿Cómo comienza tu labor artística?
– Siendo una niña gané un concurso de matemáticas. Los llamados concursos Thales. Es por ello, entre otras cosas, que aunque mi inclinación siempre fueron las bellas artes, mi padre me convenció para que hiciera arquitectura. Al poco tiempo dejé la carrera por Ingeniería Civil, en Cáceres. Y es allí, lejos de mi ámbito personal, donde comienzo a desarrollar, en mayor medida, mis habilidades e inquietudes artísticas. A principio de los años 10 expongo por vez primera en el PLOTC [se trataba de una plataforma independiente de artistas multidisciplinares de Huelva, ubicada en la calle Barcelona, junto al antiguo mercado del Carmen], y posteriormente fui invitada por Samuel Fuentes a exponer en su galería de arte en el municipio de San Juan del Puerto. Desde entonces no he dejado de exponer. Tras simultanear la ingeniería y el arte, decidí dedicarme hace tres años, por completo, a lo segundo.
– María, eres offsider y autodidacta. Vienes de fuera del mundo artístico y decides no solo ser artista, sino aprender a serlo, además de galerista. ¿Cómo lo has conseguido?
– A ser galerista, teniendo una galería [sonríe], La Ecléctica. Intento tratar a los artistas mejor que muchas galerías de fuera de Huelva. Soy autodidacta. Aprendo a fuerza de tesón, esfuerzo, ampliando mis conocimientos. Prueba y error. Pongo mi granito de arena desde la provincia de Huelva ofreciendo propuestas dignas.
«El ritmo es por lo que vivo y he vivido. El flamenco es parte de ese ritmo, claro, porque es parte de mi vida, por donde paso suena en cada rincón. Por eso no entiendo a quien me dice no me gusta el flamenco, no me gusta el arte contemporáneo. Entonces no te lo han explicado bien. Para decir que algo no te gusta es necesario, primero, exponerse a ello»
– ¿Cómo ves Huelva?
– Hay gente muy buena. Pero también malinchismo. La gente está desconectada. La eterna discusión entre lo clásico, lo moderno… Los galeristas debiéramos apoyarnos más unos en otros. Durante la pandemia fui parte activa para agrupar a artistas de diversas disciplinas. Creo que la labor, entre otros, de las tertulias del Bar 1900 o personas como Ramón Llanes o Marcos Gualda hacen de pegamento social. Me gusta la interacción de artistas y aficionados al arte en lugares comunes. Siempre tomo como ejemplo el efecto perspectiva, aquel por el que algunos cosmonautas han experimentado un cambio cognitivo de conciencia en sus vuelos espaciales al observar La Tierra desde su órbita. Desde allí nuestro planeta es una frágil bola de vida flotando en el vacío, las fronteras desaparecen y los conflictos que dividen a las personas no parecen importantes, siendo necesario crecer como una sociedad con un obvio y acuciante destino de protección común. Me parece que unidos y agrupados nos ayudaríamos más a desarrollar nuestra labor.
– María, el arte flamenco también se ve envuelto en esas desuniones. Sin ir más lejos, una ciudad como Huelva tiene seis peñas flamencas, en ocasiones luchando cada una por sus propios intereses. Quien dice Huelva dice cualquier otra ciudad o municipio de nuestra geografía andaluza.
– De esa forma sólo podemos llegar a diluirnos y alejarnos de los grandes objetivos. A mí me gusta recomendar que se acuda a diversas salas, que después de disfrutar de una exposición vayamos y compartamos esas experiencias con otros compañeros y otros trabajos que seguro serán diferentes, pero que nos enriquecerán profesional y personalmente.
– ¿Te gusta el flamenco?
– No tengo mucha idea, pero a mí el flamenco me emociona. ¿Por qué no soy más flamenca? Quizás porque mi entorno de amistades no lo son en absoluto. Aunque pienso que la gente que es sensible, es sensible a todo, y cuando se te explica y te sientes parte de un arte o de alguna disciplina es más fácil que algo te guste. Es como tener una puertecita abierta. Me acuerdo de mi bisabuelo. Él pertenecía a una rondalla. En mi casa siempre hemos sido de canciones típicas. De la tradición oral de las letras. Sobre todo, las mujeres de la familia. A mí me encantan las letras del flamenco [lo dice con un énfasis que casi me emociona].
«A mi parecer en el flamenco se diluyen las jerarquías. Puedes llegar desde el escalón social más bajo o de la clase media y colocarte en niveles altos artísticamente hablando. En las clases sociales altas se desconfía de quienes llegan de abajo y quieren colocarse a su mismo nivel. (…) Quizá por esto el flamenco no ha sido un arte de masas. O tal vez en España no nos hayan transmitido bien el amor por el flamenco»
– ¿Te sabes alguna letra?
– Me gusta una letra de unas alegrías que canta Argentina. Espera, a ver si recuerdo. Hablaba de Quiñones. A mí me han dicho los cañones / de las esquinas de La Viña / A mí me han dicho los cañones / que limpiaban La Caleta / qué gran poeta fuiste, Quiñones. / Esa gorra caletera / era corona de versos. / Ya lo decía Paco Alba / que todo Cai era un sueño. / Tú le enseñaste a las piedras, / a las olas y al levante / que es el rincón más hermoso / para quedarse.
– ¿Qué sientes cuando escuchas flamenco?
– Me reconozco en sus sones. Me son familiares, e inconscientemente acudo al escuchar algunas músicas cercanas a mis raíces. Estéticamente, el flamenco no puede ser más bonito. Me gustan desde sus sonidos hasta la historia de los cafés cantantes que cuenta Patricio Hidalgo, el pintaor de La Puebla de Cazalla, en su obra pictórica. Además, eso se constata cuando viajas. Cuanto más alejada estás de tu tierra más unida te encuentras a sus raíces. Fuera de Huelva es donde más flamenco –o sus melodías– escucho. En España, lejos del flamenco, no encuentro otros momentos para compartir música. Eso sí ocurre en Marruecos. Las tardes y las noches acaban con música. A través de la música la gente se entiende, interactúa. No te tienen que contar nada más.
– Es verdad, cantando o compartiendo tu música das parte de tu antropología ¿verdad?
– Exacto. Por ejemplo, a mí me encanta Rodrigo Cuevas, el músico asturiano [a mí también, le interpelo]. En el Calabacino –aldea de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, en la provincia de Huelva– hay un grupo, Cantareiras, que también me gusta mucho. Están rescatando parte de las músicas y el folklore de nuestra tierra. Con nuevas sonoridades e instrumentación se pueden rescatar y enganchar a más personas que se interesen por la tradición. Otro ejemplo, es Cristian de Moret.
«Estéticamente, el flamenco no puede ser más bonito. Me gustan desde sus sonidos hasta la historia de los cafés cantantes que cuenta Patricio Hidalgo, el pintaor de La Puebla de Cazalla, en su obra pictórica. Además, eso se constata cuando viajas. Cuanto más alejada estás de tu tierra más unida te encuentras a sus raíces»
– María, he tenido siempre la sensación, y por ello quise abrir esta Ventana al cante, que el flamenco no ha interesado a la intelectualidad, salvo excepciones, y que no se ha tratado al flamenco con la dignidad que merece. Como parte de la cultura que eres, ¿tienes tú esa percepción? ¿No tienes la sensación que se ha marginado a este arte?
– Mira, Jesús. María Alcaide, artista plástica de Aracena (Huelva), cuando se marchó del pueblo para estudiar comenzó a interesarse por las tradiciones de España. Entre ellas el flamenco. Realizó una exposición sobre la queja y el quejío. Hizo un libro de artistas donde incluía una nota técnica de prevención, con consejos sobre la normativa de prevención de riesgos laborales. En él se preguntaba a los flamencos si se drogaban de noche. Me pregunto si esta interpelación, si ese ítem es adecuado. ¿Se le haría esa misma pregunta a un maestro? Bajo mi punto de vista se le está dando al flamenco una connotación negativa que no merece. ¿Eso también sucedería en otras músicas? Además, el flamenco siempre ha estado en la noche. Con qué actividad profesional es compatible la noche. Entre otras cosas, porque en la noche es cuando surge la improvisación, la magia, la creatividad. Los intelectuales, normalmente, no se han pegado al flamenco, los que lo hicieron fueron los románticos. El llamado hombre culto no ha querido relacionarse con aquellos personajes nocturnos y de mal vivir. Esa puede ser una razón de lo que me peguntas. Otra es que a mi parecer en el flamenco se diluyen las jerarquías. Puedes llegar desde el escalón social más bajo o de la clase media y colocarte en niveles altos artísticamente hablando. En las clases sociales altas se desconfía de quienes llegan de abajo y quieren colocarse a su mismo nivel. Yo lo comparo con la igualá de los pasos de misterio y palios en las cofradías de Semana Santa. Se te iguala por tu talla, no por la clase social de la que provienes. Quizás estos aspectos son los que han hecho que el flamenco, originariamente, no haya sido un arte de masas, o sencillamente, que en España no nos hayan transmitido bien el amor o el cariño por el flamenco.
– Sin embargo, en nuestros días el flamenco está en los mejores foros y espacios escenográficos del mundo.
– Sí. En Japón, en Estados Unidos, en Francia tú dices que eres flamenco, o que vienes de la tierra del flamenco, y te ponen una alfombra. Además, hoy tenemos acceso ilimitado, y a cualquier hora, a través de redes y distintas plataformas de streaming a cualquier música. Por supuesto, entre ellas el flamenco. De esta manera nos llega con más facilidad y podemos valorarlo. En cierta ocasión acudí a una actuación de Sara Baras. Disfrutando aquello pensé: ¡esto qué es, Dios mío! No me creo que el flamenco no emocione. Si a mí me emociona una muñeira, cómo no va a emocionarte una alegría, una soleá, un fandango. Además me llama la atención que vengan extranjeros a Andalucía por el flamenco y tengan que recordarnos que esto es guay.
– De las tres disciplinas –cante, toque y baile–, ¿quizás el baile es el que más se asemeja a la plástica?
– No, no. Creo que todo está unido. Me gusta pensar, y no creo equivocarme, que todas las artes tienen un hilo finito que las conduce unas a otras. Me gustan las personas que viven en los intermedios, entre dos mundos, que no se cruzan de brazos. Me encantan. Quizás porque yo no me he quedado con lo establecido. Algo más tenía que decir. Por ejemplo, me apetece escuchar al que es ingeniero agrónomo y periodista, y además pinta.
– Algo más que te guste del flamenco, María.
– Me gustan los gestos. ¿Qué es, qué son? ¿Por qué todos se ponen de acuerdo en esas poses? Además, qué diferentes son los gestos en cada lugar. Me di cuenta en Marruecos que allí no hacen palmas como nosotros. Es como un idioma. Es memoria postural.
«A mí el flamenco me emociona. ¿Por qué no soy más flamenca? Quizás porque mi entorno de amistades no lo es en absoluto. Aunque pienso que la gente que es sensible, es sensible a todo, y cuando se te explica y te sientes parte de un arte o de alguna disciplina es más fácil que algo te guste»
María, ahora que hablas de la memoria postural. En constantes ocasiones en las que yo estoy hablando con alguien o escuchándole –en este momento, contigo- estoy haciendo compás con los nudillos, o si estoy a gusto, te relaciono con un cante. “Eso se llama sinestesia” –me interpela la artista–. A mí uno de tus cuadros me sabe al cante por caña. Decía Amós Rodríguez Rey, en una de sus glosas, que a la caña se le llamaba así porque sus ayes sonaban al ruido que provocaba el aire sobre la caña cultivada. “¡Qué bonito!”, contesta María.
– María, ¿relacionas tu arte con personas o músicas?
– No. No puedo relacionar mi arte o mi obra con una persona. No puedo hacerlo. El cuadro lo hago en un ritmo, en un compás que me lo va marcando, o viene intrínseco, en la obra. Este ritmo no sería igual si fuera de otro lugar. El ritmo es por lo que vivo y he vivido. El flamenco es parte de ese ritmo, claro, porque es parte de mi vida, por donde paso suena en cada rincón. Vivimos en la calle y eso se pega. Por eso no entiendo a quien me dice no me gusta el flamenco, no me gusta el arte contemporáneo. En ese caso contesto: entonces no te lo han explicado bien. Para decir que algo no te gusta es necesario, primero, exponerse a ello.
– Has dado en la tecla, María. ¿Cómo explicarías el arte o el flamenco, en particular?
– El flamenco es tan amplio… Está integrado en nuestra manera de hablar, de expresarnos. Hay artistas que no son capaces de cantar si no gesticulan. Hay para la alegría, para la tristeza, para la pena máxima. El arte es eso, te da alivio y/o palabras cuando lo necesitas. Quien niega eso es porque no ha leído un poema o ha escuchado una canción en el momento adecuado. Hay quien se crea bloqueos generales o sociales y se proyecta a sí mismo a que algo no le guste. Pero hoy existe una vuelta, una revitalización a ciertas tradiciones. Sigamos trabajando por aquello que funciona. Lo bien hecho solo hay que mejorarlo.
«El flamenco es tan amplio… Está integrado en nuestra manera de hablar, de expresarnos. Hay artistas que no son capaces de cantar si no gesticulan. Hay para la alegría, para la tristeza, para la pena máxima. El arte es eso, te da alivio y/o palabras cuando lo necesitas. Quien niega eso es porque no ha leído un poema o ha escuchado una canción en el momento adecuado»
– ¿Qué artistas y cantes flamencos conoces?
– Conozco las alegrías. El fandango de Huelva lo siento mío. Si lo escucho en otras geografías lo reconozco perfectamente. Es un recuerdo auditivo. Y la saeta, en la calle Marina, por ejemplo. Me encanta José Mercé. Tengo hasta alguno de sus discos. Me gusta mucho Lole y Manuel, así como Rocío Molina y su espacio de creación, La Aceitera. Me gusta el cante de Argentina y Verónica Silverio. Y si me pongo a pensar más, por supuesto, Paco de Lucía, Enrique Morente, Manolo Sanlúcar, ¿dónde eliges?
– ¿Y artistas de otras disciplinas?
– Me encanta Mona Hatoum (Beirut, 1952). Es una artista multidisciplinar. Tiene una obra que presentó en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), donde se proyectaba un mapamundi hecho de bolas de cristal. Los visitantes podían acercarse y tocar la obra. Al final de la exposición el mundo estaba totalmente deformado. Te recuerda que las fronteras no existen. Que todo se deforma, o mejor dicho se transforma. Quizás como el flamenco. Me gusta también el artista y activista chino Ai Wei Wei (Pekín, 1957). Fue colaborador artístico del estadio olímpico de Pekín y entre sus obras se encuentra una crítica al oscurantismo de las autoridades chinas. En su web subió el nombre de niños que habían fallecido en un colegio tras el terremoto de hace varios años, con la leyenda “fue feliz mientras vivió”. Estoy muy en la línea del artista contemporáneo Ignasi Aballí (Barcelona, 1958), próximo a las prácticas conceptuales que desarrolla su obra a través de formalizaciones, técnicas y materiales diversos. Y destaco una obra de Marina Vargas (Granada, 1980): La Piedad invertida.
Y como dice aquella letra, los pájaros son clarines / entre los cañaverales / que le dan los buenos días / al divino sol que sale. María Jesús y yo escuchamos trinar a varios pajarillos que nos alegraron durante todo el encuentro y nos avisaron esta vez del ocaso, en el patio de la casa de marineros del siglo XV, hoy convertido en establecimiento hostelero, en pleno centro de la ciudad de Huelva, pocos metros más abajo de donde nuestra artista tiene su galería de arte, La Ecléctica. María me ha dado su visión del arte, de la vida y del flamenco. Escuchándola y absorbiendo todo lo que podía de sus palabras, a compás de los nudillos, dejamos entreabierta la ventana de hoy para que siga penetrando aire fresco. Aire culto. Aire flamenco. ♦
→ Ver aquí entregas anteriores de la serie Una ventana al cante, de Jesús Naranjo.