Los nervios propios de un festival que está a punto de comenzar no impiden a Miguel Marín (Carcabuey, Córdoba, 1967) desplegar una amplia sonrisa en la pantalla. El director del Flamenco Festival de Londres, que este año celebra su vigésima edición, se prepara para acoger en la capital británica a 17 compañías con 25 representaciones, entre las que destacan nombres como Sara Baras, Manuel Liñán, La Tremendita, Farruquito o Paula Comitre, entre otros.
Dos décadas en las que este gestor, responsable también del Festival de Nueva York, ha contribuido decisivamente para que el arte jondo tenga un lugar, y no precisamente secundario, en el calendario cultural londinense, donde la afición crece cada año y nuestros artistas gozan de un reconocimiento cada vez mayor.
Después de 20 años, ¿un festival ya va solo o tiene la sensación de que siempre hay que empezar de cero?
Un festival nunca va solo. Precisamente creo que esa es una de las naturalezas de estos eventos: al producir, estamos muy sometidos a la inclemencia de todos los cambios que se producen de forma continua. Este año en Londres, por ejemplo, tenemos que sacar visados que antes no teníamos que sacar. Hay que estar siempre alerta y empujando.
También se dice a menudo que “el flamenco se vende solo”, y…
No, no, el flamenco se vende entrada por entrada. Aquí y en todos lados. No es que tú no pongas un cartel de flamenco y la gente automáticamente esté haciendo cola en la puerta. Todo es con bastante esfuerzo y dedicación.
¿Se atrevería a definir al público londinense en contraste con el español?
Lo que caracteriza a Londres es que se trata de una ciudad muy cosmopolita. Y uno de los pilares del festival ha sido siempre el asociarnos con teatros de primera línea en la escena cultural internacional. Eso ya nos trae un público concreto, que es el público de la danza, que es muy culto, y hoy ya podemos decir también que conoce el flamenco, porque llevamos veinte años. Pero seguirá siendo un conocimiento limitado, que no se puede comparar con el que pueda haber en Sevilla, en el que se dominan los códigos del flamenco. Por otra parte, considero y siento que hay una mayor apertura, pues toca no tener una expectativa dentro de esos códigos. El público va mucho más abierto a disfrutar de un espectáculo sin tener una expectativa de que tiene que corresponder con ciertos cánones. Y esto, bueno, esto lo digo yo, también lo dicen los artistas, que sienten una mayor libertad de expresión, sientes que no vas a ser juzgado.
No vas al examen, como en el Maestranza o el Central.
Efectivamente. Uno de los objetivos que hemos tenido también en el festival ha sido precisamente ese, el romper cualquier tipo de idea preconcebida que pueda haber del flamenco. Para exponer al público a todas las expresiones que hay, o a la mayor parte de las expresiones que hay ahora mismo en el flamenco. Puedo decir que hace 20 años sí que estaba la idea del flamenco como una expresión folclórica, étnica, pero exótica. Hoy, sin embargo, no viene el público por el exotismo, sino por la altísima calidad artística que se encuentra en los espectáculos. Esa mayor amplitud de miras, el estar abierto a la propuesta tal cual, sin una idea preconcebida, hace que el público sea un poco distinto.
«El público de Londres no es el de Sevilla, en el que se dominan los códigos del flamenco. Pero siento que hay una mayor apertura. El público va mucho más abierto a disfrutar de un espectáculo sin tener una expectativa de que tiene que corresponder con ciertos cánones. Los artistas sienten una mayor libertad de expresión, sienten que no van a ser juzgados»
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¿En qué medida ha colaborado el festival para que hoy artistas flamencos tengan las puertas abiertas del Sadler’s Wells o de otros espacios?
Bueno, yo creo que eso deberían decirlo los artistas… Sí pienso que, con independencia de todo, el festival ha desempeñado un papel muy importante y, bueno, ahí está la historia. Antes del festival, pues, por supuesto que ha habido flamenco en Londres y en todo el mundo, pero sí es cierto que antes del festival pasaban por aquí dos compañías, Paco de Lucía y Paco Peña, y ahora hablamos de 190 compañías distintas, entre Nueva York y Londres. Sí es verdad que Sara Baras había hecho una temporada en el Sadler’s Well, Eva Yerbabuena y alguna otra compañía, pero este año, por ejemplo, hay 17 compañías que se presentan en Londres, con un total de 25 funciones. Pasar de una compañía o dos al año a que haya 17 y de la variedad de la que estamos hablando… Además de que este año seis, siete propuestas son musicales, tenemos la serie de cante con La Plazuela y Las Migas y la serie de guitarra. Es contribución importante del festival a la escena cultural londinense.
No cabe duda de que han creado afición, pero ¿se crean también artistas flamencos? ¿Se verán flamencos londinenses, ingleses, que hayan crecido con el festival?
Bueno, ya, no sé si con el festival, pero sí, paralela a éste, tenemos a Yinka [Esi Graves], una artista londinense a la que seguramente le ha influido lo que hemos venido haciendo, no sé. Mi enfoque es más que los artistas españoles puedan presentar su trabajo en Londres. Creo que esa realmente es la clave, más que se creen en Londres compañías que hagan flamenco. Sí me interesa que artistas que no vienen del flamenco se acerquen al flamenco. Ahí hemos tenido colaboraciones muy interesantes. Una de las actividades que hacemos precisamente con este objetivo es el proyecto In Progress de residencia artística, en el que cada año artistas de flamenco colaboran con artistas londinenses. Hemos tenido a Rocío Molina colaborando con Honji Wang y con Sebastián Ramírez, que son artistas que vienen del hip hop. O hemos tenido a Olga Pericet colaborando con Holly Waddington, que es una diseñadora de vestuario que viene del cine británico. O hemos tenido a Jesús Carmona colaborando con artistas que vienen de la tradición de Gaga. O a Tim Reis, el saxofonista de los Rolling Stones, con el que hemos hecho varias colaboraciones.
¿Algo que se comprenda fuera mejor que aquí?
No, yo creo que al final no se trata de entender. Y eso es lo que creo que hace que el flamenco tenga esa naturaleza internacional. Porque si fuera por entender, aquí lo entendemos mejor: aquí entendemos las letras, entendemos los códigos y entendemos el canon del flamenco. Lo más interesante de las presentaciones en el extranjero es que no se entiende, se siente. Se quita esa parte racional y se deja simplemente la parte más emocional. Eso le beneficia al público, porque tiene una mirada menos condicionada y más limpia.
Con la experiencia de veinte años, ¿qué es lo que nunca falla en Londres?
Evidentemente, hay un artista que… Lo que pasa es que a mí no me gusta personalizar en un artista. Yo creo que lo que conecta realmente es la autenticidad. Te puedo decir que hace veinte años lo que todo el mundo buscaba era el flamenco étnico y el flamenco tradicional. Y hoy se sigue buscando. Se aprecia porque tiene algo ancestral, pero hay otras propuestas que calan mucho en el público. Lo que les toca es cuando hablamos de la verdad. La verdad, la autenticidad, la honestidad, la integridad del artista. Eso se transmite y se siente. Por ejemplo, Manuel Liñán. No es precisamente un artista que pueda decirse de vanguardia, es novedoso en tanto en cuanto a la temática y lo que expresa, conecta con la actualidad de la sociedad. Se abre y habla de sí mismo de una forma que no es habitual. Eso al público le llega.
¿Y algo que nunca encajaría en Londres?
No sé, la verdad es que no tengo yo claro que haya algo que no se pueda presentar… Pero sí hay que darle un contexto a todo.
«Si fuera por entender, aquí lo entendemos mejor. Lo más interesante de las presentaciones en el extranjero es que no se entiende, se siente. Se quita esa parte racional y se deja simplemente la parte más emocional. Eso le beneficia al público, porque tiene una mirada menos condicionada y más limpia»

¿Su mayor momento de gloria en estos veinte años?
Cada día que te sientas en el patio de butacas y ves el patio de butacas en pie aplaudiendo y totalmente emocionado con el artista y con el espectáculo. Eso para mí es el logro de cada día, el motor que te motiva a hacer lo que haces.
¿Algún mal momento en estas dos décadas?
Si fuera un momento nada más, pasado ese momento ya se acabaría. Doy gracias a Dios que son muchos momentos buenos, como cuando el público se entrega o cuando ves que se está recogiendo el fruto, no te digo del festival, sino cuando el flamenco está recogiendo el fruto del trabajo que los artistas están desarrollando. Pienso en Sara Baras, que fue la primera artista que recibió el Olivier, o el caso de este año de Eva Yerbabuena, que también ha recibido el Olivier, el premio más importante de artes escénicas en el Reino Unido. Ver cómo una compañía que ha estado dos o tres días en Londres, por la que pasan todas las compañías más importantes de danza del mundo, reciben ese reconocimiento, yo creo que es algo para estar orgullosos. También para nosotros como festival, por haber sido el contexto en el que se ha presentado. Y también como un indicador de que el festival es parte de la escena cultural de Londres. Entonces ves que vale la pena todo el trabajo y que está teniendo una repercusión real.
Pero le preguntaba si recordaba especialmente algún mal rato…
Bueno, pues ha habido muchos momentos. En el caso de Nueva York, hay que tener en cuenta que la primera edición fue en febrero del 2001. En septiembre del 2001 cayeron las Torres Gemelas. Organizar esa segunda edición fue como una prueba de fuego. Y estoy muy contento de que decidiéramos seguir para adelante a pesar de toda la dificultad de ese año. Era la primera vez que se ponían los controles en los aeropuertos. Y luego ha habido cancelaciones por distintas situaciones, porque el artista haya enfermado o no haya llegado a algún vuelo. El festival del 2020, que era el vigésimo aniversario del festival, iba a tener 70 funciones, 20 compañías, 20 espacios en Nueva York, era lo más grande. Y el festival empezaba el día 13 de marzo del 2020. Viajamos el día 11 de marzo y nos volvimos el día 12. Cuando miras para atrás, sí que es verdad que hasta de esas situaciones te das cuenta que te dan más claridad y más fuerza para hacer las cosas. A veces los contratiempos te hacen pararte, reflexionar y decir, bueno, ¿y yo esto por qué lo hago? Ah, pues lo hago por esto. Bueno, pues entonces sí vale la pena irse para atrás.
A estas alturas, yo creo que ya ha llevado a todo el mundo, pero, ¿hay alguien que se le haya resistido todavía?
No, a Londres no. Pero a Nueva York llevé una vez… La primera artista que yo llevé fue Aurora Vargas. Pero luego, bueno, creo que lo pasa tan mal en los vuelos que nunca más se pudo hacer. Vino en el 97, antes de que hiciéramos el festival. Pero yo creo que ese viaje tan largo… De todos modos, creo que a todos los artistas les hace ilusión el poder estar en este tipo de eventos y de contextos, porque sabes que son ciudades que también aportan algo importante a la carrera del artista.
Si pudiera resucitar algún artista para llevárselo a tu festival, ¿quién sería?
El maestro Paco de Lucía, el maestro Morente, por supuesto.
«El año pasado estaba en el concierto de Vicente Amigo, sentado en el patio de butacas, y miraba alrededor y había a mi lado una mujer que tenía ochenta años, que no hablaba español, británica, y yo digo, ¿y de dónde sale esta mujer? ¿Quién es esta gente? ¿Cómo es esto posible? Yo por lo menos así lo vivo, como algo muy bonito»
Junto a los festivales de Londres y Nueva York, impulsa usted las residencias de Torrox. ¿Qué le aportan a su carrera?
Creo que es mi proyecto principal. Ahí es donde también puedo poner al servicio de una idea mi andadura, mi conocimiento, mis contactos para apoyar las nuevas creaciones de los artistas jóvenes. Sí, ahí es donde está mi corazón en este momento.
El peor enemigo del flamenco es…
Tú sabes la respuesta a esto, pero… Me lo tengo que pensar porque no todas las instituciones son un enemigo del flamenco. Yo creo que a veces el peor enemigo del flamenco es la ignorancia, el desconocimiento, el no tener el pulso del gran valor, de la gran fuerza que tiene el flamenco en el mundo. Y te digo, muy poca gente de las personas que deciden, no te digo que no lo valoren, pero… Tener el pulso real de lo que significa el flamenco en el mundo y el poder tener esa conciencia de lo que significa y de lo que representa, y del impacto que tiene y de lo que hace de la imagen nuestra. Todos lo hemos dicho, lo escuchamos, lo leemos, todos lo dicen, pero creo que la conciencia está a un 50 por ciento de la realidad. El desconocimiento de esa parte, creo que es el peor enemigo.
¿Una llamada a disfrutar del Festival de Londres este año?
Para mí, la experiencia de ver un espectáculo de flamenco fuera de España es un momento único, son incluso momentos históricos. Como españoles o como profesionales del flamenco, cuando estamos fuera y vemos esa respuesta del público, de un patio de butacas en pie, creo que te da una vivencia y una experiencia muy especial. Yo le diría a todos los españoles que puedan venir a ver los espectáculos, incluso los que no pertenecen a los cánones del flamenco, como puede ser La Plazuela, que es aflamencado, pero también a Farruquito haciendo los cánones del flamenco. Experimentar eso, cómo es valorado por gente que no pertenece a nuestra cultura. Y eso te hace sentir un orgullo especial, disfrutarlo de otra manera. A mí me pasa. El año pasado estaba en el concierto de Vicente Amigo, sentado en el patio de butacas, y miraba alrededor y había a mi lado una mujer que tenía 80 años, que no hablaba español, británica, y yo digo, ¿y de dónde sale esta mujer? ¿Quién es esta gente? ¿Cómo es esto posible? Yo por lo menos así lo vivo, como algo muy bonito, y lo que yo le pido a todas las instituciones, a todas las personas que deciden sobre la cultura, que vengan y tengan esa experiencia. Creo que es como el punto de inicio de un cambio en el modo de pensar el flamenco y de entenderlo. ♦