Aquí entrego la cuchara. No lo puedo remediá. Inés Bacán me retuerce el izquierdo y hasta me pega bocaos. Cuando me preguntan qué mujer me vuelve loco en el cante siempre me viene su nombre a la boca. Me destroza, me desbarata, me lastima con su queja. Escarba en su dolor y lo empuja por el tragaero desde las tripas. Inés es única, inimitable, primitiva, pura, visceral.
Antonio Moya la acurruca como nadie. Su guitarra es la horma de la garganta de Inés. La mayoría de tocaores solo la cazan, porque es difícil de acompañar. Antonio conoce por dónde transita la sangre de los Bacán. Y recorre sus venas hasta rozar las telillas del corazón. La sirve a compás, esperando sus tiempos, llevándola del brazo en las mecías ralentizás que Inés dibuja con el bamboleo de sus manos. Moya se cuela en el trance con el que apuñala esta lebrijana, conformando entre los dos el ritual de lo jondo. Tocó muy flamenco.
Inés cantó como nunca, o como siempre. Derritiendo el almíbar moreno de su gañote en los fandangos por soleá con los que abrió el recital. Tremenda en las embestías del de Aznalcóllar.
Cincuenta personas en silencio en la que quizás sea la sala con mejor escucha de toda Sevilla –Allegro Ma Non Troppo– asistieron al ceremonial del pellizco infinito. En el 31 de la calle Parras se cobijó el duende entre las cuerdas de la sonanta de clavijero de palillos de Antonio Moya y la nuez gitana de Inés. Y arrancaron lágrimas de emoción crujiendo a los aficionaos en la intimidad de un cuartito.
«Cuando me preguntan qué mujer me vuelve loco en el cante siempre me viene su nombre a la boca. Inés Bacán me destroza, me desbarata, me lastima con su queja. Escarba en su dolor y lo empuja por el tragaero desde las tripas. Inés es única, inimitable, primitiva, pura, visceral»
Le perdono que flojeara un rato en la serrana con macho de María Borrico, aunque también ahí endiñó arañones. Pero menos que en la soleá, donde mimó los bajos y se revolcó en los tercios valientes rebautizando las variantes según Lebrija, brillando en la de Joaniquí, poderosa, sentía y racial. Dulce, con la ternura de una madre, entonó caliente la nana, con caricias cantás. Y hasta por tientos pegó puyazos con jinque. Se acordó con exquisitez de Atahualpa Yupanqui, que no quería engrasar Los ejes de mi carreta. Me hizo recordar el momentazo mágico que en la pasada Bienal de Sevilla nos ofreció en el Alcázar junto al piano de Pedro Ricardo Miño con esta canción. Jirió por seguiriya, sangrando las penas dolientes desde el abismo de una fatiga terrible y oscura, rajando su voz lastimera, estrujando las entretelas quemás de una mujer sufría. Cambió de terna airosa por bulerías y la acompañaron a las palmas sin que estuviera en el guión su sobrino Sebastián Bacán –que organiza los ciclos flamencos en este espacio– y Juanelo y Coral de los Reyes, que habían venido a restregarse el cante gitano de Inés por el pecho hasta levantarse el pellejo. Terminó por saeta. Cortita, punzante, sin macho y doblá con la toná de Cristo, derechita al regazo de Undibé.
La disfruté a metro y medio, sin megafonía, como si me cantara a mí solo. A mi lado lloró compungido el guitarrista holandés Yus Wieggers, grandísimo aficionao, como también lo es Antonio Díaz, con el que acudió al calor del eco de Bacán. El comando Lebrija no faltó a la cita: la compañera Araceli Pardal de lebrijaflamenca y su marido Pedro, Isabel Trujillo, Eugenia Martín… Buena gente. Y la noche acabó por ahí después como nadie sabe: con ramen, de juerga, con cante, baile y lo que vino.
Ficha artística
Recital de cante de Inés Bacán
Allegro Ma Non Troppo, Sevilla
12 de abril de 2025
Cante: Inés Bacán
Guitarra: Antonio Moya