Me apasionan los días en los que intuyes que puede ocurrir algo bello y flamenco a la vez, y termina ocurriendo. Son esos días donde sabes que el foro al que te diriges tiene ganas de encontrarse con los misterios de un arte que te apasiona y encuentra en todo o en parte la clave de ello, sin cómo ni por qué, sencillamente lo percibe y lo atesora el momento justo para rememorarlo durante mucho tiempo. Eso es lo que ha ocurrido en Huelva, con las voces de Ezequiel Benítez y Lucía Beltrán, además de sus fieles escuderos a la guitarra Paco León y Antonio de Patrocinio, respectivamente.
“Ea, pues ya estoy aquí. Estoy encantado de que esta peña flamenca siga con esta misma luz, que yo recuerdo, cuando estuve aquí hace veinte años”. Así comenzó saludando el jerezano Ezequiel Benítez al público de la Peña Flamenca Femenina de Huelva, para a continuación pasar al cante por tientos:
Me voy a perder por ti / tengo que buscar un remedio / me voy a perder por ti / antes que me vuelva loco / y no responda de mí.
La profundidad de este cante en la voz de Ezequiel nos hace entrar en calor. No hay la mínima concesión, nos mantiene en vilo durante las cuatro o cinco letras que como sentencias nacen de su voz. Y de allí a la soleá, donde la guitarra del portuense Paco León le entrega la melodía necesaria, sin superfluos aditivos. Oliendo y sabiendo a soleá.
Por ser yo un hombre bueno / dicen la gente que yo no voy bien. / Lo que no sabe esa gente / es que el mundo vive al revés.
El silencio de los aficionados sólo se rompe en los precisos momentos por olés incontenidos, porque Ezequiel y Paco, Paco y Ezequiel, huelen y saben a flamenco en este recorrido de Alcalá a Cádiz.
El tartatran llama al cante por alegrías. Nos recordó, Ezequiel, los sones de Aurelio y Pericón, entre otros, para llevarnos en una letrilla a los cantes de Pinini y volver por el mismo camino de nuevo a la tierra trimilenaria, todo ello con letras propias, lo cual se agradece bastante. Cerró la primera parte cantando María Dolores, de Antonio Chaqueta.
Cantes de trilla arrancaron los primeros oles del segundo envite. La música de la voz y el toque me zarandearon lo suficiente como para transportarme a esas actividades de laboreo en el campo. Veía el paisanaje de lo que describía Ezequiel, hasta sentía el calor y el frío de los jornaleros y sus animales. Qué flamencura.
Seguidamente, nos transmite la pérdida de un ser querido, su cante por malagueña de El Mellizo se asemeja a una lágrima de recuerdo a quién bien se quiere a pesar de la ausencia:
Yo tuve la suerte / ay, de tenerlo cerquita mío / yo tuve la suerte / y es tan grande tu recuerdo / que ahora que te has ido / más presente te llevo.
Fandangos de El Almendro y El Gloria nos volvían a erizar el vello, obligándonos a romper el silencio con oles que se abalanzan sobre nuestro sentir.
Mala lengua / to’el que le dé por criticarme / es que tiene una mala lengua / porque su vida es tan aburrida. / Con la mía se entretenga / que es mucho más divertía.
«Ezequiel y Lucía, Lucía y Ezequiel. Dos cantaores/as que nos llevan por sus diferentes caminos y trayectorias a un flamenco de pellizco, de ética y estética. Los cantes cortos de Ezequiel, y sus letras, llegan e impactan, la miel y el bronce de Lucía prometen un futuro más que brillante»

Y de esa incontenida emoción, al cante jerezano por excelencia. Paco León llama a la bulería desde esa doble red de seguridad que es su guitarra de acompañamiento. Letras cortitas y directas al corazón. Cante y baile de un artista que vino a dejar su sello personal. Hacía mucho tiempo que no escuchaba una ovación tan sentida en una peña. Soy partícipe de ellas y me cuesta recordar algo igual. Esa es la prueba más refutable de lo ocurrido.
Y del Barrio de San Sebastián de Huelva nos vamos al de La Orden. A la casa de la colina presidida por la estatua de Niño Miguel. La peña que lleva por nombre el de su barrio de acogida nos trae el cante de una joven promesa de la tierra, concretamente del municipio de Trigueros. 21 años y haciéndose paso a paso una carrera que no sólo dará que hablar, sino que ya se ha visto galardonada con premios en La Unión, y en el de jóvenes en el Concurso Antonio Mairena, entre otros.
Principió su actuación con el tema Réquiem rematándolo por bulerías. Recibo el primer dardo directo y, como muchas veces digo, eso no engaña. El dardo se clava en la diana o sencillamente te roza, y sólo con eso recibes la sensación de que algo es diferente. Diferente para bien.
Pasó Lucia al cante por taranto, encontrándose con la hondura minera, luchando con valentía en cada uno de los tercios. La caña fue una sinfonía. Desde el compás de Nico Beltrán y Antonio Jaraqueño, pasando por las cuerdas del cordobés Antonio Luque Patrocinio Hijo, y la voz de Lucía. Una sinfonía convertida en armonía flamenca. Aquellos ayes que Amós Rodríguez Rey decía se asemejaban al aire rozando las cañas de los campos andaluces, llegaron como manantial fresco a los que disfrutábamos del cante de la triguereña. Para terminar la primera parte un ventalle de cantes por alegría, desde las más clásicas a aquellas de Isidro Muñoz y un paseíto por la alegría cordobesa.
Los ayes siguiriyeros se convirtieron en presagio de entrega. Poquito a poco, doliéndose. No en vano detrás de ella presiden el escenario las tres primeras llaves de oro del cante. Los tres con la mirada clavada en ella, al igual que los aficionados que allí nos encontramos. Una voz tan dulce como jonda encuentra poco a poco su manantial, aliviándose en el venero de la guitarra de Antonio de Patrocinio y con oles a tiempo de su maestro Antonio Jaraqueño.
La Canastera de Camarón en la voz de Lucía suena con personalidad. Me comentaba al finalizar su actuación que es la segunda vez que la interpreta en un escenario. Su metal de voz y sus maneras le imprimen un color flamenco y musical que, respetando la versión del genio de la Isla de San Fernando, hace que nuestro sistema sensitivo reciba impulsos positivos.
Te he de querer mientras viva, la copla de Manuel Quiroga, que entre otras popularizara Marifé de Triana, la convierte Lucía en zambra. Pero una zambra con olor, sabor y ritmos de zambra. Con esas caídas en el cante, compás y guitarra que nos llevan a querer imaginarnos las danzas que todos tenemos en mente cuando hablamos de este cante. A mi alrededor ojos enrojecidos por la emoción de una lágrima inesperada e incontenida. ¿Más prueba quieren de que el cante por zambra, en la voz de Lucía, tome hechura de monumento? Pues yo no sé explicarlo ya de otra manera.
Y, para finalizar, Huelva. Melodía y cante saben a lo que muchas veces he definido como pleamares y bajamares de mi tierra. El fandango es eso. No admite medias tintas. O emociona o no es fandango. Pero sí, el fandango voló, emocionó y se posó en esta tierra, como aquella letra que inmortalizara Manuela Sánchez Niña de Huelva, mas con las formas de una mujer nacida en 2003, Lucía Beltrán.
Qué a gusto me he quedado con estas dos actuaciones. Ezequiel y Lucía, Lucía y Ezequiel. Dos cantaores/as que nos llevan por sus diferentes caminos y trayectorias a un flamenco de pellizco, de ética y estética. Los cantes cortos de Ezequiel, y sus letras, llegan e impactan, la miel y el bronce de Lucía prometen un futuro más que brillante, si bien la llave de todo ello la tiene el tiempo, y su propio crecimiento personal y artístico. Mimbre y maestro tiene para ello. Avante cloro.
Ficha artística
Recitales de Ezequiel Benítez y Lucía Beltrán
Peña Flamenca Femenina de Huelva y Peña Flamenca La Orden (Huelva)
14 de marzo de 2025
Voz: Ezequiel Benítez y Lucía Beltrán
Guitarras: Paco León y Antonio Patrocinio
Compás: Nico Beltrán y Antonio Jaraqueño
