Chocolate le cantaba cuando era pequeño para animarlo a bailar. Manuela Carrasco también le acompañó en sus primeros pasos. Y por supuesto, su familia, los Farrucos… Pero en la vida artística de Juan Antonio Fernández Montoya, Barullo, hay una cima irrepetible: la decena de galas en las que acompañó a Paco de Lucía en sustitución de su primo Farru. Fueron algunas fechas españolas y europeas y una estadounidense –Dallas– que nunca olvidará. En Madrid, donde lleva siete meses instalado, rifado por los principales tablaos, presenta un nuevo montaje con la agencia de Christian González, titulado El barullo presenta. Un espectáculo, y allí quiso compartir con Expoflamenco las memorias de aquel tiempo.
–¿Quién era Paco para usted, antes de trabajar con él?
–En mi casa siempre se ha escuchado flamenco. Y Paco ha sido en ese aspecto un gran referente, un ídolo. Pero además lo considero el culpable de lo que hay hoy en la música en general, no solo en el flamenco. Y si me apuras no solo en la guitarra. Para mí es la mayor guía para entender la disciplina, la responsabilidad que conlleva ser artista.
–¿Quiere decir que no solo ha enseñado música, sino una ética, un saber estar?
–Todo. Es el músico perfecto.
–Usted debutó con su abuelo, Farruco, se incorporó a los espectáculos de su primo Farruquito… ¿Qué podía tener de especial Paco para alguien acostumbrado a frecuentar a grandes figuras?
–Su transparencia, lo transparente que era en todo momento. Le gustaba ser tratado como uno más. Nunca roneó, jamás.
–¿Recuerda la primera vez que lo vio?
–Seguramente lo había visto antes, pero era un niño y no fui consciente de quién era. Pero la primera vez que vino a vernos bailar fue en el Casino de Mallorca… Miento, la primera vez fue antes, en el Albéniz. Yo tenía 12 o 13 años, pasó al camerino, nos echamos fotos con él, nos fuimos a cenar juntos.
–¿No le impresionaba?
–Impresionaba. Pero era tan sencillo que, aunque nunca se te olvidaba el músico que era, te daba mucha tranquilidad. Te gastaba bromas como el primero, siempre con su guasa… Cuando ves a alguien con ese humor, te relajas mucho. Creo que desde joven era así.
–Él tenía pasión por su abuelo. ¿Alguna vez le habló de él?
–Claro, tengo una historia preciosa de él cuando formaban parte los dos de la compañía de José Greco, el bailaor italiano. En uno de los viajes que hicimos en furgoneta, él iba delante, con los pies en el salpicadero, yo detrás. Pasó algo, no sé, los niños dijeron algo, y yo me reí. Él estaba medio dormido, se dio la vuelta, se quitó la gorra y me dijo: “Cojones, cómo se parece tu risa a la de tu abuelo”. Luego en el hotel nos fuimos a su habitación a jugar al póker, y estuvo más tiempo contándome la anécdota de mi abuelo que jugando. Y me dijo que, en los tiempos de Greco, siempre acababan en la habitación de mi abuelo todos los músicos de la compañía, porque les encantaba escuchar sus historias mientras se tomaban una copita. Y le encantaba que mi abuelo cada día le contaba la misma historia, pero cada día le añadía algo más, con lo que cada día era distinta [risas]. ¡Me lo contaba llorando!
«Lo sorprendente para mí es que Paco nunca dejó de ser el niño de los Chiquitos de Algeciras, con su camisa blanca con las mangas bombachas, su pantalón negro de pinza, su chalequillo, su bota de media caña y sus palmeritas detrás»
–¿Qué baile le gustaba?
–Pues no sé si te lo habrán dicho antes, pero él decía que el baile no le gustaba…
–Algo así me contó su primo Farru.
–Pues así me lo dijo, “a mí el único que me gustaba era tu abuelo Farruco. Cuando lo vi, pensé, ¿esto qué es? Todas las noches el espectáculo era para Farruco, ¡y era el primer bailarín de la compañía, pero no el dueño!”. Greco era un maestro, yo me he puesto todos sus vídeos y llevó el baile por todo el mundo, pero…
–¿Cómo le fichó el maestro?
–Pues a mi primo Antonio, Farru, le salió un tema de trabajo y se barajaron varios bailaores para sustituirlo. Y de todos los que pensaron, se dio que fuera yo. También se habló de que viniera Carpeta, pero era más chico, estaba aún depurándose. Así lo recibí y me llamo Sophie, de la oficina del maestro. Yo me sentía en otra galaxia. Aunque tuviera la suerte de haber nacido en la familia en que nací, tenía uso de razón y sabía que lo de Paco eran palabras mayores.
–Y desde ese momento hasta subir al escenario, supongo que no se puede pensar en otra cosa…
–Mira, yo he tenido varias etapas de superación. Una de ellas fue cuando empecé a bailar, porque mi madre se iba de viaje con mi tía, con mi primo Juan y con Farru… Farru tenía a lo mejor seis años y yo cuatro, y yo decido que quiero bailar no solo porque me gusta, sino también porque es un modo de estar con mi madre. Hubo otros momentos así en mi vida, y otro de ellos fue cuando me llamó el maestro. Me encerré en un estudio, me puse una meta, un listón mínimo al que tenía que llegar antes de plantearme ante el maestro: en tiempo, en velocidad, en todo.
–Usted se metió en el “gimnasio” para estar en perfecto estado de forma, ¿no?
–Así es. Y tú, como artista, notas el cambio. A mí ensayar por ensayar nunca me ha gustado. Por eso a lo mejor me ves tres meses con tres kilos más, y tres meses con dos kilos menos, porque cuando tengo un proyecto que me motiva no me cuesta ningún trabajo ponerme a ensayar, todo lo contrario. Y quiero más proyectos que me motiven para superarme.
–Además de esos estímulos, ¿no le vienen los miedos, también?
–Eso ocurre solo antes, en el escenario no. En el escenario no sé nunca ni quién soy. Pero antes te amargas, te deprimes, te menosprecias, te autocriticas, un día sales del estudio diciendo “bueno, hoy no ha estado mal la cosa”, y llegas a tu casa y piensas “eso no vale para nada”. Y crees que tienes que intentar hacer otra cosa, que debes coger más fondo, “¡yo no voy! Mañana le digo que no cuente conmigo”. “¿Qué estás haciendo?”… Y eso me pasa no solo con Paco, sino con todos.
«Lo considero el culpable de lo que hay hoy en la música en general, no solo en el flamenco. Y si me apuras no solo en la guitarra. Para mí es la mayor guía para entender la disciplina, la responsabilidad que conlleva ser artista»
–¿Pensó alguna vez con Paco que estaba ocupando un espacio que merecían otros más?
–Y más con 21 años. Y sin haber ensayado ni un día, nada.
–¿Cómo fue la preparación del repertorio, entonces?
–Pues mira, me pegué con mi primo Antonio cuatro o cinco meses para que me montara el tema que hacía con él bailando. Pero además de por la falta, por la confianza de que somos hermanos, me iba diciendo “ya te lo pondré, ya te lo explicaré”. Hasta que un día hicimos una comida en la casa y le pedí que se metiera conmigo en el estudio, pero con las botas puestas para enseñarme los pasos o los tiempos. En ves de eso, le dio a rec y, hablado, me contó el número, sin la música, sin los tiempos.
–¿Recuerda cómo era el mensaje?
–Claro: “Cuando empiece la letra Las cuerdas de mi guitarra ya están llorando… sales, haces un tiempo por seguiriya, luego pasas a tangos, luego a soleá por bulería, luego a bulería…”. Y yo, bueno, sí, pero, ¿cómo se cambia, cuándo viene la transición? Me lo explicó y punto. Me lo grabé en un mini-disc y lo escuché sin parar, un día detrás de otro. Hasta que llega el primer día de ensayar con el maestro, directamente encima del escenario, en la prueba de sonido en Munich.
–¿No habían repasado nada antes?
–El día anterior a mi concierto, lo hacía mi primo y yo tenía que verlo, pero me puse malísimo con una gastroenteritis aguda. Imagínate, medio desmayado en el hotel y Farru buscando una farmacia de guardia por Munich para comprarme un primperán…. Supongo que los nervios acumulados, la emoción de estar ahí con Paco, cuando llegué al hotel el cuerpo se descompuso.
–O sea, que llegó a la primera prueba deshidratado…
–Completamente blanco, y mira lo negrito que soy. Los niños me lo notaban, con las ojeras, había estado echando la bilis toda la noche. No podía ni beber un poquito de agua, me sentaba peor. Llegué el primero al teatro, me gusta llevarlo todo medido, la ropa, que no me falte de nada… Nos ponemos en el escenario, llega el maestro y los músicos, y lo primero que hace entre cajas es preguntar dónde está el Barullo. Y yo levanté el dedo como el que estaba en la escuela, El Piraña y los niños empezaron a reírse. Paco se volvió y me dijo, “bueno, vamos a ensayar, ¿no, cojones?”. Ni un cómo estás. Y yo, pues venga. Me pongo en el escenario delante de él, y oigo que empieza a reírse. “Pero ponte las botas al menos, ¿no?”. Dios mío, me había colocado sin calzarme, y tenía las botas en los camerinos. Te puedes imaginar cómo bajé y subí, no toqué ni un escalón. Vuelvo a mi sitio y Paco se ríe de nuevo. “¿No te quitas la gorra?”. Y yo, “perdona, maestro, se me olvidó quitármela”. Y otra vez, “¿qué vas a bailar, con el bolsito?”, porque yo llevaba una bolsa de estas de las que se llevaban en bandolera.
–Un manojo de nervios…
Me quería morir, pero le pedí al Piraña que me fuera avisando los palos, porque no me acordaba del orden, y él me los fue cantando de lejos. Gracias a Dios di todos los tiempos, y dijo el maestro, “por ahí se va a salvar el rubio”, refiriéndose al Farru. ¿Y eso? “Porque me dijo: no te preocupes, maestro, que yo se lo voy a enseñar todo a mi primo y se lo voy a dejar mascadito». Y ahí fue cuando me fui para mi mochila, cogí el discman y se lo puse: “Mira cómo me lo ha puesto mi primo, maestro”. Lo escuchó entero, los cuatro o cinco minutos de la grabación, y se empezó a reír, “qué sinvergüenza”, con la ese que él tenía, “qué granuja”.
«He tenido la suerte de colaborar con Beyonce, con Marc Anthony, con Bjork, con Paulina Rubio… Pero no creo que haya que estar siempre recordando eso. Es gente que admiro desde chico, pero a nadie como a Paco»
–¿Cómo se sintió tras la primera gala?
–Imagínate. No es lo mismo prepararse para ir al cine, aunque me encanta, que para ir a un concierto de un artista que te gusta. Y no es lo mismo un artista cualquiera que ver a Paco de Lucía. Pues ahora piensa lo que es ir a bailar con Paco de Lucía. ¿Sabes lo que más disfruté? Tocándole las palmas. Porque en el baile disfrutaba mirando para atrás y viendo al maestro, pero cuando estás bailando no piensas quién está atrás… Tu objetivo ahí es gustarle al maestro mucho, más que al público, pero también ser feliz contigo mismo. También me hizo cantar, los niños me habían escuchado cantar en alguna reunión, pero un día vino él y me dijo, “tú tienes que tener tesitura, ¿no?”. Quería que hiciera En la marisma, con la candela y con el romero…, que va al siete por medio. Pues me obligó a hacerlo, yo muerto de la vergüenza, “maestro, por favor, que yo no canto”. “Es que los bailaores que yo traigo, cantan”. No sé cantar ahora, imagínate con 21 años. Y sin embargo lo disfruté al máximo, con David de Jacoba y Duquende, y yo llevándole las palmas ahí para arriba…
–¿Le dio el maestro el visto bueno?
–Me dijo: “Me has gustado mucho bailando. Pero tocas las palmas para que te corten los brazos por las orejas”. Yo no sabía que era broma, pero hasta las cuatro o las cinco de la mañana, pues fuimos a cenar a un barco con unos amigos alemanes que nos invitaron, estuve malo otra vez, porque me hizo creer que era verdad. Yo me quería tirar al agua, de lo que me había dicho. Al final me dijo que era cachondeo. Sí es verdad que llevo mucho a gala que su sobrino, Antonio Sánchez, siempre me dice “¿te he dicho que al maestro le gustabas tú mucho bailando? Me decía, ‘este niño es el que más me recuerda a Farruco’”. Y Piraña le decía a Farru, “el maestro está con Barullo loco, ¿eh?”. Evidentemente, mi Farru es un pedazo de bailaor…
–¿Ha oído alguna vez que a Paco le hubiera gustado llevarse también a Juan, a Farruquito?
–Sí, claro. No me lo dijo, pero lo hemos escuchado de gente muy cercana.
–¿Qué otras cosas le pasaron con él?
–Estaba yo trabajando en Bayona, y me llama de nuevo Sophie: “Barullo, vas a trabajar con Paco tal día, en tal sitio, ¿lo tienes libre?”. Le digo que por supuesto, y me cuenta que viajo desde el Aeropuerto de París a tal hora. Total, que me llevan desde Bayona al aeropuerto de París, y cuando llego a los mostradores de la aerolínea, a eso de las seis de la mañana, me dicen que no hay ninguna reserva a mi nombre. Empiezo a llamar a Sophie, y no me coge el teléfono. Faltaba como una hora y media para el embarque, y por fin me lo coge, ¿qué te pasa, Barullo? Le cuento, le mando el localizador y me dice que no era el Charles de Gaulle, sino que era Orly. Cojo un taxi, pero al rato estoy en medio de cuatro carriles de autopista parados, todos haciendo sonar el claxon, y lloviendo a mares. No llego, me dije. Cuando veo a un motorista y le digo a mi taxista: “Dile que si me lleva al aeropuerto de París Orly, le doy lo que me pida”. No podía permitirme no llegar al concierto de Paco, no por irresponsabilidad mía, porque yo estaba en mi aeropuerto a la hora… Pues le di 250 euros al motorista y me llevó con mi maleta grande, yo que le tengo fobia a las motos, lloviendo de aquella manera, colándonos entre los coches… Todos ellos daban por hecho que no llegaba, y cuando me vio el maestro entrar por la puerta con la ropa empapada, se quedó asombrado. Le conté cómo había llevado y luego se reía. “Cómo se busca la vida… ¡además en moto!” [risas]
–¿De qué hablaba Paco con los suyos?
–Ya te he contado que conmigo se acordaba de mi abuelo. De Camarón hablaba mucho, ¡uff!, lo tenía siempre presente. Nos contaba cosas que ya sabíamos, creo que es algo que le pasa a las personas que se quedan atrapadas en un momento de su vida o en un recuerdo.
–¿Alguna vez le habló de su devoción por los gitanos?
–Sí, y en sus entrevistas está. Llegó un momento que se confundió y se creyó gitano. Pero hasta eso lo hace un gran artista, porque hay muchos que no son la mitad de artistas, de profesionales y de músicos que él, y sin ser gitanos al cuarto de hora ya tienen la camisa de flores, el pañuelo y jura por su mama y por su papa. Lo que es ridículo, porque para ser buen artista no tienes que ser gitano, y mucha gente lo ha demostrado. Pero Paco decía que como un gitano tocaba, cantaba o bailaba, para hacerlo así había que juntarse con los gitanos en las reuniones, en las fiestas, en las casas.
«Llegó un momento que se confundió y se creyó gitano. Pero hasta eso lo hace un gran artista, porque hay muchos que no son la mitad de artistas, de profesionales y de músicos que él, y sin ser gitanos al cuarto de hora ya tienen la camisa de flores, el pañuelo y jura por su mama y por su papa»
–¿Cómo se enteró de la muerte del maestro?
–Es otra historia bonita que tengo que contarte. Precisamente estaba bailando en el Tablao El Cordobés, con David de Jacoba cantando, Antonio Villar, el hijo del Tomate, José, y cantando la hija del Tomate, Mari Ángeles. Y la noche antes nos vamos a tomar una cerveza con el Tomate, sus niños, David y yo. Nos dan como las cuatro de la mañana y nos entra hambre, y estaba todo cerrado. Llamo a mi mujer, que estaba en un piso que nos ponía el dueño del tablao, y le digo: “Cariño, ¿tú eres capaz de hacer un arroz?”. “Claro que sí”. Acabamos comiéndonos un arroz y el maestro Tomate empieza a hablarnos de Paco y Camarón, contándonos cosas preciosas y a lo mejor también algún mosqueo que habían tenido entre ellos mismos, porque estábamos en familia. Se irían de mi casa a las siete de la mañana a su piso, que también les ponía el tablao. Y se dieron la vuelta porque yo llamé a José del Tomate, ya que nada más se fueron tenía el televisor puesto y salió lo del maestro. Se dieron la vuelta y nos abrazamos, empezamos a llorar, esto no puede ser… Y ese mismo día tuvimos que actuar en el tablao, imagínate David, cantando sin parar de llorar, yo bailando sin poder bailar.
–¿Cuánto se acuerda de él?
–Todos los días. En mi casa siempre hay música, y vas viendo vídeos relacionados, mi mujer a lo mejor está escuchando a Parrita o a Camarón y en cualquier momento siempre aparece Paco. Y en Madrid o donde esté, dondequiera que bailo, hago un recorrido en mi cabeza por la gente que me ha marcado, de Manuel Molina a Farruco pasando por Michael Jackson, por Camarón, por Chocolate, por mi madre… Siempre necesito diez o quince minutos para acordarme de ellos, y ahí también aparece siempre Paco.
–¿Por qué casi ninguno de los artistas que han acompañado a Paco se da importancia por haberlo hecho, pudiendo ser un buen aval para su carrera?
–Puede ser respeto, pero cuando has estado con un artista de la talla del maestro cuenta contigo y te muestra que has estado con Francisco Sánchez, no me parece ético buscar el interés mediático, cuando lo mejor que te has llevado de ahí es personal, como superación propia. He tenido la suerte de colaborar con Beyonce, con Marc Anthony, con Bjork, con Paulina Rubio… Pero no creo que haya que estar siempre recordando eso. Es gente que admiro desde chico, pero a nadie como a Paco. Lo sorprendente para mí es que Paco nunca dejó de ser el niño de los Chiquitos de Algeciras, con su camisa blanca con las mangas bombachas, su pantalón negro de pinza, su chalequillo, su bota de media caña y sus palmeritas detrás, estuviera tocando donde estuviera tocando. Eso dice mucho de un artista. Otros llenan dos veces un teatro y dejan de ser quienes eran, empiezan a vestirse distinto, tiran de otra gente… Él siempre tocó lo que él tocaba, y siempre fue quien era. ♦
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XXVI) Herminia Borja: «Paco decía que el artista que pierda el miedo al escenario se debe retirar»
# LOS ELEGIDOS (XXV) Farru: «Paco de Lucía me confesó un día que no le gustaba el baile»
# LOS ELEGIDOS (XXIV) Montse Cortés: «Paco aconsejaba a los jóvenes que asegurasen la olla hirviendo»
# LOS ELEGIDOS (XXIII) La Tana: “Paco decía que Camarón era para disfrutar, pero para estudiar había que acudir a los viejos”
# LOS ELEGIDOS (XXII) Pepe Pereira: «En Paco había una falta de autoestima musical»
# LOS ELEGIDOS (XXI) Juan Ramírez: «Cuando murió Paco se acabó el petróleo, ahora solo quedan charquitos»
# LOS ELEGIDOS (XX) Antonio Sánchez: «Paco no fue el único creador, pero ser antipaquista es ser idiota»
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»