En su disco Solidaridad, publicado a título póstumo, tuve la oportunidad de escribir unas palabras sobre la ausencia del pura sangre de La Plazuela. Decía que los artistas geniales te dejan marcados con su fuego para siempre; por transmisión y pensamiento. Por lo vivido en el Teatro Municipal de Sanlúcar de Barrameda, estas palabras cobran su sentido literal.
En uno de los entremeses de la amplia y multitudinaria velada, buena parte del aforo puesto en pie coreaba el nombre de El Torta, como si no se hubiera ido. Como si de buenas a primeras fuera a aparecer en la escena con su traje blanco para cantarle a las estrellas. No cabe mejor homenaje a una figura que nos dejara hace ya una década que se me antoja más larga que la muerte.
«Y si no, preguntad al sol y al mar o a la luna embustera que todas las noches sale. En Sanlúcar de Barrameda, casi ya apuntando el alba del 7 de agosto, a Juan le dio por volver con el poniente fresco de la mañana»
Sería imposible señalar los nombres de todos los artistas que acompañaron su recuerdo en la noche del 6 de agosto. Puedo obviar a alguno y eso es siempre injusto. Tan sólo basta decir que, desde el más grande al más pequeño, se convirtieron en una sola voz que llegó al corazón de todos y cada uno de los allí congregados. Una velada histórica por la alta concentración de metales jondos en esa banda de playa donde huele a manzanilla y bajamar.
Porque ese era Juan Moneo Lara, la inocencia y la locura, el permanente contraste de una personalidad inquieta y fulgurante. El orto y el ocaso de una manera de sentir que perdurará siempre con la fuerza de un fuego incandescente. Y si no, preguntad al sol y al mar o a la luna embustera que todas las noches sale. En Sanlúcar de Barrameda, casi ya apuntando el alba del 7 de agosto, a Juan le dio por volver con el poniente fresco de la mañana. Doy fe.
Fotos: Paco Tana