El Centro Cultural Sector III da una calurosa bienvenida al final del ciclo Lunas Flamencas en Getafe, Madrid. Cádiz ha sido protagonista y un gran broche concluyente para estos encuentros. En este caso, son la cantaora Nazaret Cala y el guitarrista Joaquín Linera Cortés, artísticamente conocido como El Niño de la Leo, los que elevan la Tacita de plata a su máximo exponente para dejar atrás con facciones bien alegres un ciclo que ha acompañado a los aficionados madrileños durante los meses de abril y mayo.
Nazaret Cala es una cantaora natural de El Puerto de Santa María (Cádiz), con un gran tesón y una espléndida afición por el flamenco. La artista atesora una considerable experiencia gracias a su recorrido por los diferentes teatros y peñas de Andalucía, además de consolidar su formación en la Fundación Cristina Heeren de Sevilla y ser ganadora de los concursos de Mairena del Alcor y la Silla de Oro de Leganés. Por su parte, Joaquín Linera, natural de Cádiz y compañero de Nazaret desde hace más de veinte años, ha trabajado con artistas de la talla de Rancapino, Juan Villar, Mariana Cornejo o Enrique el Extremeño.
En cuanto entran al escenario, ambos contagian al público esa algarabía gaditana que llevan por bandera. El recital comienza con unos tientos en los que solo bastan dos palabras para adivinar el cuerpo y el grosor que Nazaret lleva impreso en su voz. Los aficionados entenderán que cantar por tientos es, en cierto modo, hacerle un pequeño homenaje a Cádiz y a su carnaval, pues a través de grabaciones del Mochuelo, se puede consolidar la afirmación de que los tientos son tanguillos de carnaval cantados en modo flamenco y con la jondura y el tiento propio de la atmósfera que envuelve al duende. Cuando dejan atrás la solemnidad de los tientos, entra en juego la picardía de los tangos. Sin duda, algo a resaltar es la atención que Joaquín presta al cante de su compañera para escoltarla con una exactitud milimétrica, sin ir ni un pasito por delante ni por detrás de ella. Joaquín es agradable, sencillo y un gran acompañamiento para el cante.
El olor a sal sigue siendo el lienzo de fondo que adorna toda la actuación. Ese que hace que los asistentes no puedan alejar su pensamiento del Barrio de la Viña o la Plaza del Mentidero. Sin duda, las alegrías son las siguientes protagonistas. Se percibe en ellos tranquilidad, disfrute y un gran gusto por lo que están haciendo. La simpatía del Niño de la Leo vuelve a aparecer por alegrías. Su toque no se queda en realizar un trémolo y tres alzapúas, pues combina su técnica con la retroalimentación del público. Por eso busca en todo momento la interactividad con este a través de la gran expresividad que le caracteriza. Esa picardía que quizá ha faltado en los tangos y de la que ahora hace alarde.
Por su lado, Nazaret es una mujer con coraje que vaticina poder en su cante. Primero, combinando ese coraje con una dulzura que lleva a los aficionados por la bahía, en una barca marinera. Y a la vez, con el sentimiento patrio que le aflora cantando a Agustina de Aragón y a la Lola de Cádiz, consiguiendo así arrancar un conmocionado aplauso antes de que el cante acabe.
Nazaret y Joaquín siguen con su inclinación hacia Cádiz, pero esta vez por soleá. Hasta ahora, Nazaret ha acostumbrado a la concurrencia a una potencia y una fuerza descomunal. Una corpulencia que en este momento empieza a modular, quizá porque ser conocedora de la suntuosidad que caracteriza a este palo y para el que se requiere modulación, templanza y una emoción contenida, a la que al final se le permite la licencia de explotar, tal y como ella hace. Así, la portuense a través de su cante, hace de nuevo un breve paso por Cádiz recordando a Enrique el Mellizo, Paquirri y Aurelio Sellés. Y ante toda esta vorágine que ha preparado la madre de todos los cantes, el guitarrista pide un ‘olé’ para su compañera porque considera que así lo merece. Lo que es innegable es que él es su mayor admirador y está disfrutando como el que más de la actuación de Cala.
«El olor a sal sigue siendo el lienzo de fondo que adorna toda la actuación. Ese que hace que los asistentes no puedan alejar su pensamiento del Barrio de la Viña o la Plaza del Mentidero»
A continuación y siguiendo en esta línea tan gaditana, llegan los tangos caleteros del Niño del Mentidero que ambos interpretan con sumo respeto y dedicación. Y es que antes de que comience el cante, quieren dejar claro que se trata de un palo muy difícil de ejecutar. Aun así y con su empeño, consiguen emocionar y hacer sentir al público la fortuna de poder salir un poco de los cánones establecidos en estos recitales. Recitales en los que los cantes de levante, las cantiñas y la seguiriya están presentes de manera perpetua. No es que sobren, pero compaginar variantes que están menos vistas con esencias comunes, siempre se tiene en cuenta y se agradece a la hora de hacer la valoración general de un espectáculo.
Y la esencia común de la que ahora se impregna la sala es la seguiriya. Un breve repaso por Manuel Molina, Paco la Luz y Juanichi el Manijero con la robustez y el brío en el que Tía Anica se envolvía para ejecutar este cante.
A los fandangos, Nazaret les imprime la misma ilusión que pone una niña en hacer algo que sabe que se le da bien, que va a gustar y con lo que va a recibir esos halagos que le hacen sentirse un pasito más cerca del éxito. Cala se levanta y se planta firme en el filo del escenario buscando en los oyentes una reacción que no tarda en llegar. El público impaciente adorna la falseta de Joaquín con un cálido aplauso, logrando así que la cantaora sienta la seguridad y el aprecio necesario para regalar optimista un ramillete de letras sin micrófono. La buena acústica de la sala y la sonoridad y el arranque que caracterizan la voz de la cantaora vienen a confirmar lo que se sospechaba desde los inicios de la actuación: los micrófonos no consiguen medrar la claridad vocal. Más bien se podría inferir una distorsión de la misma. De esta forma, la limpieza, la cercanía y el arrojo se adueñan del proscenio durante el ratito en el que subsisten los fandangos.
Finalmente, un fin de fiesta por bulerías como manda la tradición, que acaba con un cuplé por bulerías de la canción Señorita que aparece en el disco póstumo Canción andaluza de Paco de Lucía.
Tal y como ha recalcado la protagonista de hoy, es digno admirar que un centro cultural se llene a las 18:30 de la tarde para escuchar flamenco. Y es que por todos es sabido que al duende de lo jondo le gusta guarecerse en los últimos rayos de sol y en esa primera copita de vino que espera impaciente el primer reflejo de la luna. Nadie es más consciente que ellos de esto, por eso agradecen de nuevo la presencia de tanta gente en el patio de butacas, recalcando además el conocimiento y la honorable afición que erra ufana por la capital.
Sin duda, la lección de este concierto es que no hay nada más bonito que sentir admiración por lo que se hace, por lo que se lucha y aquello en lo que se trabaja sin descanso. Pero sobre todo por aquellas personas que elevan aún más ese entusiasmo para seguir adelante y hacerlo posible.
Ficha artística
VII Encuentro Lunas Flamencas
Centro Cultural Cultural Sector III, Getafe
11 de mayo de 2024
Cante: Nazaret Cala
Toque: Joaquín Linera Cortés, El Niño de la Leo