La improvisación artística es un abandono de la racionalidad, un gesto espontáneo y sin premeditación que nace del inconsciente en un momento inesperado. Un arrebato. Porque improvisar es reaccionar sobre lo imprevisto. La forma, el sonido, el movimiento si son improvisados no pueden ser conceptuales ni estar sujetos a un guion establecido. Verso libre, la propuesta que ha puesto en escena en esta Bienal la bailaora María Moreno, está repleta de ideas meditadas, con retoques interpretativos y escénicos, pero basados en la creación original que estrenó hace varios años en el Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz (FIT), su tierra de nacimiento, y luego más tarde en diferentes programaciones como el Festival de Itálica en Sevilla, donde lo anunció como work in progress (trabajo en progreso). No le niego a la artista sus explícitas intenciones ni el discurso que reproduce para explicar los términos creativos de este montaje, donde la improvisación fluye dentro del juego de palabras con el que esboza meticulosamente la descripción del fundamento principal. En cambio, en este trabajo, todo está construido sobre una base estructurada que no es inédita, aunque sí adaptada al espacio y, por lo tanto, modificada. Musicalmente, se acompaña de Raúl Cantizano a la guitarra y al samplers y de Manu Masaedo a la percusión. El primero es un músico sugerente; el segundo, un portentoso percusionista. Sobre el guion no se esperaban coreografías específicas; sí movimientos nuevos imprevisibles, ajustados a la inspiración del momento.
Es de uso actual, y ya se está poniendo manido, la unión de los términos laboratorio y performance con la palabra flamenco, conceptos importados del arte contemporáneo y de los movimientos creativos vanguardistas que han llegado a lo jondo para quitarle precisamente la jondura. Es un discurso calcado. La generación a la que pertenece María Moreno emula esa tendencia asociándola a la necesidad inquisitiva de la búsqueda y de la innovación. Si no hay búsqueda, hay anquilosamiento; si no hay innovación, hay inmovilismo. Da la impresión de que a una parte de esta generación de bailaoras y de bailaores se les queda pequeño no solo el flamenco sino también su idioma expresivo. Moreno caricia a veces esos callejones: definió su propuesta cuando la puso en escena en el Festival de Itálica como «work in progress». En la sinopsis que su equipo ha entregado a la Bienal la anuncia ahora como un «happening flamenco». Término, utilizado en los años cincuenta y sesenta para definir obras y eventos celebrados en diferentes espacios, cuya particularidad, entre algunas otras, se fundamentaba en contar con la participación del público, significando de igual modo especialmente lo que ocurría en el momento. Con esa premisa está creada esta obra. Y lograda la tentativa.
«Moreno es una excelente bailaora sujeta a los códigos actuales de la fusión del flamenco con la danza contemporánea, es inquieta, creativa y talentosa. En el Centro de Arte Contemporáneo (CAAC) quedó claro su alto nivel de preparación. Si bien la técnica que domina –en este montaje– la fusiona con una suerte de movimientos efectistas y de gestos diseñados, un tanto histriónicos»
Estas particularidades, asociadas a la mente abierta e intelectual de María Moreno, la singulariza, y es admirable esa proyección creativa y el impulso que la lleva a la construcción de nuevos lenguajes; pero luego, sobre el terreno, las analogías están interrelacionadas con creadores que fueron expeditivos con anterioridad. Las formas están referenciadas. María Moreno quizá sea la bailaora más personal de cuantas se han forjado en la compañía de Eva Yerbabuena, la que más se esfuerza en evitar estéticamente a la maestra, pero esa sombra tiene demasiado peso, y aparece, por más laboratorios que haya. Dije hace unos días que todo cante viene de otro cante, lo traslado al baile con absoluta convicción: todo baile viene de otro baile. Toda forma procede de otra forma: Verso libre sigue el rastro, por otra parte, que dejó Andrés Marín en La Vigilia perfecta –Bienal de 2020–. El mismo año en que a María Moreno le fue concedido el Giraldillo al Momento Mágico por la soleá en el espectáculo More (no) More. Dos años antes, ya apuntaba y en este mismo Festival obtuvo el Giraldillo a la Artista revelación. Moreno es una excelente bailaora sujeta a los códigos actuales de la fusión del flamenco con la danza contemporánea, es inquieta, creativa y talentosa. Ayer, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAAC) quedó claro su alto nivel de preparación. Si bien la técnica que domina –en este montaje– la fusiona con una suerte de movimientos efectistas y de gestos diseñados, un tanto histriónicos. Parecía por momentos que Moreno le bailaba más a la cámara que le grababa que al público al que pretendía implicar en la escena, pertrechado con unos cascos inalámbricos cuya función era captar las sensaciones y los estímulos in situ de Moreno a través también del sonido. Los asistentes estaban maravillados, no obstante. Técnicamente, la performance está lograda, pese a la dificultad de las transiciones, que exigía la llegada a los tres espacios escénicos utilizados: un patio árabe, un jardín encantador con ramas que cuelgan de una pérgola y un amplio patio del monasterio. Los asistentes se desplazan siguiendo los pasos de la bailaora, pero pocos captaban los ritmos de la soleá por bulería, los lamentos de la caña que Cantizano dibujó con la guitarra eléctrica, o la bulería de cierre, porque realmente eran guiños entremezclados con armonías y melodías personales, con zapateados inespecíficos y con movimientos corporales procedentes de otras disciplinas dancísticas. En rigor, es lo que ella pretendía, bailar sin ataduras. Aunque algunas secuencias conducían a un Verso libre intrincado, profundo, expeditivo, pero de mermada jondura.
Ficha artística
Verso Libre, de María Moreno
XXXIII Bienal de Flamenco de Sevilla,
Centro de Arte Contemporáneo (CAAC)
17 de septiembre de 2024
Baile: María Moreno
Guitarra y samplers: Raúl Cantizano
Percusión: Manuel Masaedo
Sonido: Javier Álvarez
Director de producción: Loïc Bastos
Asistente de producción: Manuel Pinzón
Fotografía: Susana Girón