El flamenco está escaso de vivencias. Salen muchos cantaores de plástico, seriados por youtube. Antes se emborrachaban de arte y se pegaban tres días de fiesta después de un festival, en una boda o un bautizo. Payos y gitanos. Los segundos, más. Se veneraba a los viejos. Se respetaba lo que muchos llaman la pureza, que no es más que la verdad honesta que acompaña a la tradición en cada uno. Había mucho interés por los cantes de tal o cual y se pateaban la piel de toro para mangarle un tercio a quien fuera. Ahora nos creemos que porque casi todo esté en la red, sabemos más que nadie. Y se pierde el trato, los matices, el tacto, el sello…
Te pasabas un día con quien fuera con el oído atento. Llegabas a tu casa, lo intentabas homenajear con tus facultades y como no tenías el móvil para grabarlo y repetirlo como un copista hasta la saciedad, ponías de tu cosecha. Con este poquito de aquí y otro de allí forjabas tu personalidad. Cuando había talento y age, florecían los genios. No es por ser puñetero ni anclarme en la melancolía de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No hay más leña que la que arde y hoy las cosas son de otra manera. Pero allí se dio. Hubo motivo.
Pero si no te empeñas, si eres buen aficionao y acabas codeándote con humildad con los que saben de esto, no sé cómo, pero terminas metío en las juergas. La gente me ha preguntao muchas veces qué hay que hacer para llegar a una fiesta. Y yo mismo me lo preguntaba y lo sigo haciendo. Pero sin darse uno cuenta, en el camino, surgen. Hay que estar. Y ser. Lo demás viene solo. Cuando se fuerza, no tiene sentido.
Es el caso de La Casa del Arte Antonio Mairena, que organiza una reunión de convivencia con socios, simpatizantes, artistas y personalidades del mundo del flamenco con quienes tienen cierta afinidad por las razones que sean. Basta una olla de garbanzos con menudo y buenos caldos, refrigerio, un picoteo, dulces y la gente que tiene que estar. En esta ocasión fue en la Finca La Gabriela, del amigo Chelu Morales que, junto a Manuel Jiménez Ríos, presidente de la peña, y la buena gente de la que se rodea en su junta, no pudo ser mejor anfitrión.
«En La Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena nos dimos cita un buen montón de aficionaos solo con el fin de compartir y disfrutar, sin que mediara el dinero ni otro interés más que el pasar un buen rato de comida, cante, toque y baile entre los que nos gusta lo bueno. Conversaciones de arte, debates jondos, otros personales, risas, lágrimas… en un ambiente sano y sin tonterías»
Allí se dio. Hubo motivo. Recibieron un galardón que tenían pendiente de recoger Pepa Montes —que vaya pataíta endiñó— y Ricardo Miño, a quienes dedicaron este año el Concurso Nacional de Cante Jondo Antonio Mairena. Y el ambiente se fue caldeando hasta que la bulería del Nano de Jerez descorchó la gracia y se contagió por el albero. Después el tiempo propició la seguiriya, soleá, bulería por soleá, Levante y otros palos. La guitarra se la rifaban Lito Espinosa y Ricardo Miño. ¡Anda que estaban mancos! Pedro Ricardo no se iba a traer el piano, pero disfrutó como todos. Alicia Gil se entregó flamenquísima rizando los melismas calentitos de su gañote trianero, lo mismo por tangos que por bulerías o soleá de Triana, donde reverdece los ecos adormecidos de la memoria de la cava. Disfrutamos de la gitanería del cante y el baile de Jarrita y su marido, el padre de Antonio Reyes, al que puede que le cueste andar, pero bailar no. Y de la enjundia de Remedios Reyes, más flamenca que un lunar. O de las puñalaítas de la malagueña Paqui Ríos, que dejó sin palabras a los que la desconocían, pegándose tortazos en la cara. También se templaron Susana Romero, Juan Cástulo, Juaneque bordando los cantes malagueños, su hija Lourdes Gálvez del Postigo por abandolaos y hasta el desvergonzao que les escribe, apuntando la soleá y ya entre los últimos jartibles por fandangos. Espero que no se me olvide ninguno. Si es así, perdonadme.
Allí nos dimos cita un buen montón de aficionaos solo con el fin de compartir y disfrutar, sin que mediara el dinero ni otro interés más que el pasar un buen rato de comida, cante, toque y baile entre los que nos gusta lo bueno. Conversaciones de arte, debates jondos, otros personales, risas, lágrimas… en un ambiente sano y sin tonterías.
Podría citar a muchos de los que acudieron, pero se quedarían en el tintero otros tantos. Aunque no quiero poner el punto y final sin mentar al menos a mis amigos Antonino Parrilla, Carmen Arjona, Miguel Ángel Jiménez, Antonio Conde, Luis Rojas… además de los que ya he ido listando por arriba. Y más. Mi santa mujer, Sara, que me aguanta lo que no hay en los escritos.
La vida son tres días. Y si se emplea uno en una juerga con la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, bien echao está. Os lo aseguro.