La paternidad exclusiva, el encuentro entre el sitar y el flamenco, tiene un nombre único, el del músico trianero Gualberto. A él le debemos la creación, la adaptación y todo los procesos de diálogos emprendidos hasta nuestros días. La relación primera del sitar con el quejío, digamos el acta bautismal, se localiza en el disco Smash We come to smash this time del grupo Los Smash (1971), aunque se trató sencillamente de un tímido flirteo inspirado en un encuentro casual de estudio entre Gualberto y Juan Peña el Lebrijano. Más tarde surgió otro breve cruce que quedó plasmado en su trabajo en solitario titulado A la vida / Al dolor, efímero pero interesante, con Enrique Morente. El granadino participa en la soleá Terraplén metiéndole la voz a la guitarra, al violín y al sitar. Por entonces se trataba de acercamientos experimentales, propios de las inquietudes de un grupo de artistas de caudales abiertos pero con el conocimiento de las bases melódicas, armónicas y rítmicas del flamenco. Gualberto, que venía del rock y de la música sicodélica, en estas incursiones ejercía realmente la labor de músico acompañante con un instrumento foráneo –aunque no contrario–, con sonido y registros envolventes característicos de la India. En rigor, abrió la puerta a la naturalización y a la confluencia de dos músicas que compartían raíces comunes, determinadas estructuras, espiritualidades intrínsecas y escalas, ya que el flamenco coincide con la misma escala que el Raga Bahiravi, pieza característica de la música clásica hindú. Así quedó expresado de igual modo, en la composición Nana del caballo grande, del disco La leyenda del Tiempo de Camarón de la Isla, tema emblemático de la fonografía flamenca en el que algunos ponen el punto de partida del ingenioso desarrollo que Gualberto alcanzó con el sitar. No fue así. El músico trianero lo tenía ya claro por ese tiempo y la comunión definitiva con el cante gitano se produce en el disco Gualberto y Agujetas (1979), una obra incunable dada la personalidad de Agujetas, uno de los cantaores menos aperturistas de la historia del flamenco. Estamos hablando ya de un disco morfológicamente jondo, pero con el sitar aún anclado en idéntico paralelismo a la guitarra de acompañamiento. Fue, no obstante, en 1983 cuando el instrumento toma nuevo rumbo en el disco Puente Mágico, grabado con otro excelente músico y guitarrista, Ricardo Miño. Ricardo en aquella época ya contaba en su currículo con el privilegio de haber acompañado a algunos de los cantaores más significativos de la historia, entre ellos, a dos polos opuestos estéticamente como fueron los maestros Antonio Mairena y Pepe Marchena. Era un guitarrista experimentado en el toque tradicional, pero un músico abierto a la indagación y al diálogo musical. La unión de los dos artistas fue novedosa y enriquecedora. Un intercambio de saberes y de sentires, de inquietudes por explorar. Las composiciones y el encuentro entre la guitarra flamenca y el sitar abrieron un nuevo camino en la búsqueda de sonidos diferentes. En este disco Gualberto se presenta como solista, como sitarista de concierto; además, el sitar deja de ser el instrumento que acompaña para convertirse en la voz cantaora. La relación de ambos músicos ha marcado un hito en la discografía flamenca, dos trabajos han firmado juntos que se convierte en un océano de connivencias cuando se unen en un escenario. Van del gozo de la alegría a las emociones más primarias. Así quedó patente en el concierto que ofrecieron en el Muelle Camaronero de Triana. Nada era nuevo en cuanto a la base, ni en cuanto al concepto: un concierto de flamenco tradicional con algunas variantes de las composiciones originales. Puente Mágico, título de la propuesta, atiende esencialmente a una evocación refrescada y revisada, recubierta de un formato actual. No se llenó el aforo, pero el público asistente disfrutó de la flamencura interpretativa de Miño y de Gualberto. Interpretaron palos como granaínas y abandolaos, soleares, tangos, alegrías y tangos de Málaga, seguiriyas y bulerías, farruca, tientos, soleares y jaleos, seguiriyas y bulerías. El cante de Juan de Mairena es una garantía, el joven artista está cada día más hecho. Cantó por soleá con enjundia y con conocimiento, muy templado al compás que le marcaba a toque el maestro. El broche a tan excelente concierto estuvo en el teclado del pianista Pedro Ricardo Miño, que venía de triunfar un par de días antes en los Reales Alcázares junto a Inés Bacán y a La Macanita. La Triana de la India y la de las cepas flamencas volvieron atravesando un Puente Mágico que, esencialmente y pese a los años, perdura.
Ficha artística
Puente Mágico, de Gualberto y Ricardo Miño
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla,
Muelle Camaronero de Triana
20 de septiembre de 2024
Idea Original: Ricardo Miño / Gualberto
Autor de la música: Ricardo Miño / Gualberto
Sitar: Gualberto
Guitarra: Ricardo Miño
Artista invitado: Pedro Ricardo Miño (piano)
Cante: Juan de Mairena
Palmas: Manuel Bellido y Manuel el Barba
Percusión: Javier Teruel