Todo el papel vendío. Los Salesianos a rebosar. El potaje listo. La Hermandad de los Gitanos de Utrera acogió con los brazos abiertos a dos mil quinientas personas que vinieron a revalidar al decano de los festivales flamencos, al pionero. En homenaje a Los Morancos y con un cartel para contentar a la afición que acudió engalanada a colaborar solidariamente con la causa. Porque El Potaje Gitano es una institución en sí misma. Cierra el mes de junio con los ojos y el alma puestos en llenar las arcas para repartir generosamente entre los desfavorecidos el jurdó que los flamencos se rascan con gusto en el bolsillo con el fin de disfrutar de una noche de gitanería en Utrera.
Este año no cabe la crítica descabellada, ni tampoco la complacencia porque ya sabemos que la calidad artística no debe estar reñida con las miras del festival. Fue un Potaje para todos los gustos, siempre con sus cositas si el crítico se pone fino. Y como no hay intención de hacer pupa, más aún conociendo el trabajo y la dedicación desinteresada de los gitanos de Utrera, vamos al lío con la crónica, que no merecerá el guantazo de nadie, no por miedos sino por ser justos con las ilusiones que fundamentan los tres pilares de la cita: flamenco, familia y fe.
Repitiendo en la presentación, el compañero Juan Garrido fue el maestro de ceremonias que llevó el acto con dinamismo, otorgando los tiempos justos, con donosura y trapío, porque esto también se puede tener en la palabra. Gran acierto de la organización. Este gitano de Jerez le viene al Potaje como la pringá al puchero.
«Esperanza Fernández fue la que nos regaló los mejores momentos de cante. Pisó el escenario la mitad de tiempo que muchos diciendo el doble y sin aburrir. El dolor de la ausencia de su padre Curro no mermó su calidad ni su entrega. Las lágrimas recorrieron sus mejillas morenas. Se adueñó esta gitana de los maderos de Utrera para abrirse en canal ante el respetable, que enmudeció con el quejío negro de un dolor insondable que desnudó en el Potaje»
En vídeo –más abajo pueden verlo– se rindieron honores in memoriam a los fallecidos en 2023, a los que añadió Juan en su discurso al Niño José Manuel y a Currito Primo. Se hizo el cante con Arcángel, secundado a la guitarra por El Perla. Le haremos mención aparte. Al compás y los coros Los Mellis, que estuvieron de diez para arriba. Tras la toná se metió el onubense en Triana con la soleá apolá y un guiño a Charamusco. Aunque aparentemente venía rozao de la voz, le echó ganas a una intervención larga. Prosiguió por tangos recordando a Pastora, los aires de Extremadura y a Juana la del Revuelo para evocar después el Dame veneno que Morente impresionó por rondeña o los ecos cartageneros con perlas a millares. En las cantiñas subió un poco el listón de la tibieza y, ahora sí, brilló apretando en un puñao de fandangos de Huelva que fueron lo mejor de su actuación.
El Capullo de Jerez quiso empezar por derecho con la bulería pa escuchá a la que le desentonó la guitarra enchufada, que siempre me suena a lata por más que el tocaor tenga solvencia. Se acordó de las variantes de Carapiera, Frijones o la de Ramírez, amasadas con la albariza jerezana. En los fandangos sonó bien en los de Chocolate y los agujeteros. Luego se amarró a las bulerías y la rumba con las que inundó el escenario del flamenco canalla que tanto gusta a gran parte del público. No engaña a nadie cuando da la tralla con el soniquete incesante de estribillos y el compás, su pataíta guasona y el arte que atesora. El Capullo es eso. Ni más ni menos que un espectáculo.
Esperanza Fernández fue sin duda la que nos regaló los mejores momentos de cante. Pisó el escenario la mitad de tiempo que muchos diciendo el doble y sin aburrir. El dolor de la ausencia de su padre Curro, fallecido recientemente, no mermó su calidad ni su entrega. Las lágrimas recorrieron sus mejillas morenas. Se adueñó esta gitana de los maderos de Utrera para abrirse en canal ante el respetable, que enmudeció con el quejío negro de un dolor insondable que desnudó en el Potaje. Le dedicó su actuación a su madre y a su padre, que en gloria estén. Alternó la alegría con la pena, el cante y el baile. Cumplió con la voluntad de Curro: «Cantarme, no llorarme». Pero Esperanza forjó el llanto en su voz flamenca, se fajó los centros y echó las asaúras. Abrió por cantiñas bordando encajes de bolillos. Al aire tronó la cabal de Silverio. Hirió por seguiriyas con los siete dolores hasta sentir el crujío de los cristalitos de Mairena en el cambio, pegando un montón de arañazos tiznaos que entroncó sin cerrar el palo con la serrana y el fandango de Frasquito Yerbabuena. Un ramillete de tangos con la percusión de su hijo Miguel y las palmas de El Petete y Emilio Castañeda, que mejor no pueden llevar el compás, preludiaron las bulerías con las que abrochó perdiéndose entre Lebrija y Utrera. Y el baile pa rabiá. La guitarra de Miguel Ángel Cortés al punto. Con alzapúas de ensueño y la servidumbre que requiere el buen acompañamiento redondeó la noche en la que Esperanza volvió a coronarse.
Al homenaje subió mucha gente y pueden escudriñar en el listado del protocolo en el vídeo quién es quien. Pero quedó clara la justificación que aportó el mantenedor Fede Calderón para que Los Morancos recibieran el reconocimiento. El de más gracia que recuerdo, no solo por mezclar su humor costumbrista para combatir la tristeza con la picardía y el acento andaluz que llevan a gala, sino por el arte que derrocharon estos «gitanos de ikea» que a pesar de ser «más gachós que un olivo» nos arrancaron las carcajadas y los oles con sus ocurrencias, su cante y su baile rodeados de su gente en el entarimao.
Remedios Amaya intento suplir con la gitanería que calza que le faltara voz. Y dio lo que pudo importándole «tres pitos» que no le respondiera el gañote. Unas letrillas por soleá tributando a Fernanda le sirvieron para calentarse y gustar a sus fieles por tangos y bulerías interpretadas a su manera. El Perla la acompañó. Él fue de lo mejorcito del Potaje. El guitarrista macareno se salió del pellejo demostrando que todavía se puede tocar mejor, superándose en cada rasgueo, con una pulsación rotunda, falsetas jondas y un pulgar que endiña candela a los bordones. Picados precisos y rápidos, mucho compás, una espuerta de acordes de transición, las respuestas justas y un borbotón de sensibilidad conformaron el toque de El Perla, erigiéndose como el tocaor de esa noche. Bestial.
«La Carpio bailó gitano, sin poses desfigurás, con el sabor de siempre y dejando los adornos pa otras. Ella llama la atención con su planta y sus patás, con los contoneos, los brazos, su cante y su gesto. Lidió un juego de titanes con Pepe Torres, que plantó el baile macho en el proscenio de Utrera. Soleá con bulerías también. Y no sé quién lo hizo mejor. Da igual»
Tomás de Perrate subió a gusto a las tablas de Utrera con la cal de Morón en los seis ríos de plata de la guitarra señera y sabrosa de Paco de Amparo. Principió no muy fino por seguiriya, rematando con la de Juanichí el Manijero. Por soleá dijo emular a su padre Perrate con la guitarra de Diego del Gastor, rebuscándose en la memoria esos ecos inigualables de aquella época de oro. Cantó cuplé por bulerías para Bambino en el Año Salvaje, luego cantiñas con momentitos de gusto en las de Pinini y bulerías. Las comenzó con el tribilitrabi perratero y culminó con La guapa.
Pero lo mejor de la noche se hizo de rogar. Y fue el baile. Iván de la Manuela, Israel de Juanilloro, El Torombo, Manuel Tañé, El Extremeño y la guitarra de Juan Requena formaron el cuadro que llevó en volandas el diálogo al baile de la jerezana Manuela Carpio y el moronense Pepe Torres. Manuela le bailó al cante arrollador de Tañé y a las campanas gordas de la garganta del Extremeño, que cumple cincuenta años en el cante rompiendo moldes. Como los rompió esta jerezana por soleá, sin artificios rebuscaos, señalando que el baile por el baile tiene hoy más sentido que nunca cuando las coreografías están llenas de recursos y faltas de age, algo de lo que Manuela va sobrá. La Carpio bailó gitano, sin poses desfigurás, con el sabor de siempre y dejando los adornos pa otras. Ella llama la atención con su planta y sus patás, con los contoneos, los brazos, su cante y su gesto. Lidió un juego de titanes con Pepe Torres, que plantó el baile macho en el proscenio de Utrera. Soleá con bulerías también. Y no sé quién lo hizo mejor. Da igual. Pepe dibujó con sus hechuras el paladar, conjugando unos pies definidos con un braceo elegante y flamenco. Bailaron a gusto. Bailaron pa reventá poniéndole la guinda al Potaje que echó el cerrojo con la pataíta del joven Manuel de Juanillorro apuntando maneras.
Sesenta y ocho años de Potaje. Y el guiso estaba rico. Muy rico. Un festival que por su solera y trayectoria es merecedor de la Medalla de Oro de las Bellas Artes, un proyecto de reconocimiento que el departamento de Cultura de la Hermandad está llevando a cabo con diversas entidades. Sesenta y ocho años y esta edición es una más en la que los gitanos de Utrera se afanan por hacerlo bien. Que dos mil quinientas personas a las que agradar es algo muy complicao. Hubo un poco de todo. Y la causa, el trabajo, el empeño… bien merecen el titular. Se hizo un Potaje para todos los gustos.
Ficha artística
LXVIII Potaje Gitano de Utrera
Homenaje a Jorge y César Cadaval ‘Los Morancos’
Patio del Colegio de los Salesianos de Utrera, Sevilla
29 de junio de 2024
Cante: Capullo de Jerez, Remedios Amaya, Esperanza Fernández, Arcángel y Tomás de Perrate
Guitarra: Ramón Trujillo, El Perla, Miguel Ángel Cortés y Paco de Amparo
Palmas: José Rubichi, El Petete y Emilio Castañeda
Percusión: Miguel Fernández
Baile: Manuela Carpio y Pepe Torres
Cante: Iván de la Manuela, Israel de Juanilloro, Manuel Tañé y Enrique El Extremeño
Guitarra: Juan Requena
* Falta parte del elenco. Pedimos disculpas a los componentes que no figuran. Se incluirán cuando se disponga de los datos