Pasó la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla. La que era, se decía en los corrillos, la de la vuelta al flamenco. He asistido a cinco espectáculos para hacer la crítica. Y estoy contento.
El jueves 12 de septiembre estuve en la Gala Inaugural, Caudal, dedicada a Paco de Lucía, con nombres de relumbrón como Tomatito, Farruquito, Aurora Vargas o Poveda junto a otros que están en el camino al estrellato como David de Arahal o Israel Fernández. Con esas fuentes, con esos mimbres solo cabía esperar disfrutar a lo grande. Así fue, aunque no hubiera ese momento de chispa, inolvidable, pues así es el flamenco. Algo, por cierto, muy subjetivo. Quizá lo mejor de la noche, lo más emotivo, lo que más me pellizcó por dentro fue la primera interpretación de Tomatito, una delicia su tema Two much, de Michel Camilo, que grabaron en el disco Spain. Me quedo con la versión de la noche, la verdad, la guitarra creando un universo sentimental de primer orden, grande y profunda, con toda la admiración a la que comento y que pueden ver en este enlace al vídeo en YouTube de Michel Camilo al piano y Tomatito a la guitarra:
El miércoles 18, en el marco desde luego incomparable del Real Alcázar, De pozo y luna nos trajo a las cantaoras Inés Bacán y La Macanita con el piano de Pedro Ricardo Miño. Tres diamantes flamencos que nos dejaron a todos, crítica y público, con la miel en el cuerpo y en el alma. Inés nos cala, nos invade, nos seduce, nos alivia como pocas cantaoras. Así lo demostró por nana, romance y la canción Los ejes de mi carreta del compositor y cantautor argentino Atahualpa Yupanki, una lección de verdad y filosofía, que en su voz tocó el fondo del pozo, la pureza, y el vuelo de la luna, el sentimiento. Por esa interpretación ha recibido Inés, por cierto, uno de los premios que ha concedido parte de la crítica especializada, el Fatiguillo al mejor momento mágico. La otra cantaora, La Macanita, de amplia y reconocida trayectoria ya, convence con un cante lleno de fuerza, variedad tonal y de estilos, enrabietado y dulce a la vez, cante propio de un tiempo no antiguo ni actual, sino eterno. Por malagueñas con remate de abandolao, por soleá con letras tradicionales y cantadas con enjundia –es uno de sus fuertes–, tientos con final de tangos, y bulerías. Por el aire de la noche pasó buena parte del flamenco: Manuel Torre, Caracol, Fernanda, La Serneta… Y Utrera, Lebrija, Jerez, Cádiz, Triana… Pedro Ricardo Miño acompaña a las dos y hace solos con brillantez y el flamenco pegado a las teclas de su piano, cantando desde ellas con un encanto y fuerza especiales. Y, al final, como la guinda de un pastel muy apetecible, las clásicas tonás y martinetes, unas letras a dúo, abrazadas, hermanadas por el cante grande las dos artistas poseedoras de un sello, una voz personal, algo que las distingue enseguida. Dos voces convincentes, naturales, ancestrales, sanadoras, que enriquecen nuestra vida y nos consuelan de lo amargo de la vida, principal función del arte y de la música.
La elegancia llamada Eva llegó el miércoles 25 al Teatro de la Maestranza. La sigo desde hace mucho como una de las imprescindibles, si no la que más. Como en el baile Javier Barón, Eva, Barón y Eva, son mis predilectos personalmente, admirando, como admiro, a tantos otros artistas del baile, como del cante y del toque. Eva Yerbabuena, solo a Sevilla nos mostró una Eva tal como es, es decir, vigorosa y ancestral, como en el arranque del espectáculo con un baile, bulería por soleá, frenético, intenso, con guiños a la volcánica Carmen Amaya, en el carril de la tradición, y, a la vez, como en los tientos y tarantos, una bailaora moderna, cercana al contemporáneo. El primer baile citado me dejó personalmente con el vello de punta, algo que, con esta cima, era difícil mantener, siempre bajo nuestro prisma.
«Inés Bacán nos cala, nos invade, nos seduce, nos alivia como pocas cantaoras. Así lo demostró por nana, romance y la canción ‘Los ejes de mi carreta’ del argentino Atahualpa Yupanki, una lección de verdad y filosofía, que en su voz tocó el fondo del pozo, la pureza, y el vuelo de la luna, el sentimiento»
Uno de los cantaores de su grupo, Segundo Falcón, ha recibido el citado premio Fatiguillo, en su caso al cante de acompañamiento. Les aseguro que, después de verlo con esa entrega y maestría, escribí un wasap a Segundo felicitándolo y diciéndole que, de haber premios, sería firme candidato. La verdad es que a veces todos coinciden en que lo visto ha sido pura gloria.
El 27 y el 28 estuve disfrutando en el espacio Turina. El 27 David de Arahal presentó con su grupo su segundo disco, Callejón del Arte. El primero, Mar verde, de 2021, lo comentamos en la desaparecida web Jondoweb, recibiéndolo con mucho interés. Continúa con el intimismo y el lirismo musical, el flamenco sobrado de técnica, pero sin estridencias, el homenaje a los maestros que le preceden o que aún viven a su lado y, de nuevo, la atención al detalle personal, diario, familiar. Si en el primer disco era su abuela la que aparecía, ahora están ahí personajes de su pueblo como el gran aficionado Rafael Frías Fernández El Guardacoches, al que dedica un tema, o una vecina que regala cartuchitos de jazmines a los vecinos. Este hombre con cara y voz de niño tímido es grande en su música y grande en actitud hacia la vida y las personas. Con la guitarra dice cuanto tiene que decir, que es mucho y bueno. Aquí podéis escuchar el homenaje a Rafael:
Ofreció un programa con variados palos y títulos hermosos (siempre nos fijamos en esto): Claveles Rojos —Granaína—, Callejón del Arte —Jaleos—, Soleá de los Resplandores —Soleá—, San Francisco —Caña—, Guardacoche —Levante—, Jazmín —Tanguillo—, Azul Azabache —Bulería—, Poema de mi Soledad —Copla—, Avenida de los Cisnes —Alegría—. A ello se sumó una gran sorpresa: unas seguiriyas con el cante de Manuel de la Tomasa y unos fandangos de Huelva con Sandra Carrasco. Con ambos toca habitualmente formando excelente pareja artística y con Sandra ha publicado el doble CD dedicado a Pepe Marchena, una joya musical, de los mejores discos de este año. David parecía un gigante de la nueva guitarra flamenca, hecha de lo mejor del pasado y lo mejor del presente. Gracias por tanta sabiduría, generosidad, sencillez y calidad. Y también ha recibido el premio Fatiguillo, en su caso a Artista Revelación.
Y, por último, el 28 de septiembre, mi remate personal como asistente y crítico de la Bienal de 2024, tuve el lujo de asistir al espectáculo El que va conmigo y yo, del guitarrista y compositor Juan Carlos Romero. El título coincide con el disco último, que presentaba con su grupo. Elegante y variado concierto de guitarra con el apoyo desde lo clásico del Trío Arbós y todos los flamencos acompañantes, en buena consonancia con Romero. Una demostración de flamenco íntimo y cabal, como en la taranta de inicio, y flamenco de viveza rítmica, como en las bulerías o los tanguillos. La vida, siempre en alza, y los ausentes, siempre en la memoria, como Manolo Sanlúcar —el tema Ausentes lo destacó con gran calidad— o su querida madre, a quien aparte de su música en varios temas —en las bulerías decía «el pañuelo de mi madre / fue el de la alegría», nos emocionó luego en Esa nube azul— y sus palabras de hijo agradecido por su lección de alegría ante todo, recordó el pañuelo que llevó y nos lo mostró todo el concierto.
Aquí lo vemos en una pasada Bienal, la de 2016, interpretando Se canta lo que se pierde:
Romero, Juan Carlos Romero, un hombre fiel a su guitarra, a su mundo. Un aval seguro de calidad, entrañable también por su capacidad para el agradecimiento a quienes lo han querido y le han enseñado lo mejor de la vida, lo mejor del flamenco.
Y un adiós, Bienal, o un hasta luego o hasta siempre…
He vivido la Bienal de Flamenco de Sevilla, como crítico, siempre de revista o últimamente web, desde hace ya muchos años, desde 1994. Treinta años no es nada, y es mucho, quince ediciones. Este Cenizo —Jiménez, por nombre José, Pepe para los amigos, que sois todos— ha ofrecido su humilde opinión sobre los espectáculos y actividades varias que cada dos años surgen entretejidas en torno al evento flamenco más importante de Sevilla y uno de los más importantes de España y del mundo mundial. Por decisión personal, dejo de hacer críticas de espectáculos de la Bienal, y dentro de muy poco de otros ciclos y peñas. También dejaré la crítica de libros de literatura. Necesito parar un poco esta actividad, recopilar mis escritos y entregarme más a la creación literaria.
He publicado en revistas en papel ya desaparecidas y queridas como El Olivo y Acordes de Flamenco o webs como Jondoweb, también desaparecida con todo su contenido virtual, y, los últimos meses, en la sección de Música del diario digital Luz Cultural y en mi propio blog de El Giraldillo, además de difundir todo en redes como Facebook, Twiter o X —ya no estoy ahí por decisión propia— y wasap. No es la tribuna —como decía Amós Rey— diaria, de periódico de salida continua, que es la que la gente lee, claro, pero ahí he estado haciendo estos comentarios, reseñas o críticas, como quieran llamarlas.
«Todo eso de la Bienal forma parte para siempre de mi gozo personal y de mi educación flamenca sentimental, de mi imaginario musical, complemento de lo vivido antes y aún en otros ciclos en teatros o peñas flamencas. Por todo ello, mi más alto agradecimiento. Gracias, Bienal»
Es tanto lo que el flamenco me ha dado desde que poco antes de los veinte me encandiló para siempre tras ver en directo al cantaor Miguel Vargas en Paradas —Sevilla—, mi querido pueblo, que solo puedo tener palabras de gratitud para el mismo, su música, su poesía, su afición. Y profundo agradecimiento para los diversos equipos de la Bienal desde 1994, a uno de cuyos directores, Manuel Herrera Rodas, quiero recordar con especial cariño por mi amistad personal con él. Lo entrevisté para El Olivo en 1998. Le pregunté con picardía que a quién le daría antes una acreditación, a El Olivo o a una revista de Noruega, y, con su elegancia natural, nos respondió que a las dos de esta forma: «Aquí no puedo hacer como Salomón: intentar partir la entrada a ver quién es el que más quiere a la Bienal. Así que debería haber otra alternativa. El Olivo sentiría más cercana la Bienal, más suya. Por contra, la revista de Noruega sería una voz que llevara la Bienal a los confines del Polo Norte. La salomónica solución que debería adoptar creo que sería pedir al Gabinete de Prensa un esfuerzo más y les daría una entrada a cada revista, ¿vale?». Claro que vale, querido, admirado y recordado amigo. Ahí nos decía también con claridad que lo más le satisfacía era haber participado en la ITEAF para ayudar a los artistas mayores con escasos medios. Todo un gesto de solidaridad y nobleza. Por cierto, entre mis gustos flamencos estos viejos del flamenco tienen un hueco muy especial y por ello agradezco mucho que los hayan divulgado. Deseaba que las instituciones públicas creyeran más en el flamenco, algo en lo que siempre parece quedar insatisfacción. Y, cómo no, siendo un icono del peñismo flamenco, quería llevar la Bienal a las peñas, o viceversa, ese empeño que parece siempre acercarse y alejarse como las manzanas de Tántalo…
De todos estos equipos de Bienal, también quiero mostrar un especial agradecimiento a los que más he conocido: a José María Sousa y, sobre todo, a María Antonia Ruiz Díaz, encargada de prensa y comunicación, con quien más contacto personal he tenido y del que ha derivado la amistad. María Antonia ha sido para mí la cara de la Bienal, una cara amable y una gestión eficaz la suya. Mil gracias.
Si alguna vez he tenido que mostrar malestar por algo, lo he mostrado. Por fortuna, ha sido algo mínimo. Y su alguna vez he tenido que mostrar desafecto, justificándolo, por algún espectáculo visto o parte del mismo, lo he hecho, quizá más hace tiempo que últimamente —cosas de la edad, será—. Y lo he hecho o lo he intentado hacer con educación, seriedad, de modo constructivo. Al fin y al cabo, la del crítico no es más que una opinión, una entre miles y cada uno ve un espectáculo distinto contemplando lo mismo. Si alguna vez he molestado a alguien por mis escritos de análisis, pido disculpas.
Mi admiración por el arte flamenco es la del más alto nivel, siendo, como soy, melómano perdido, que encuentra pellizco o erizado de vello en otros estilos musicales, por suerte para mí. El duende, el pellizco, como decimos, no es exclusivo del flamenco y de los flamencos. Y además es un rara avis, no es tan fácil encontrarlo y, por ende, es algo subjetivo. Como me gusta decir, en mi duende o pellizco mando yo. Así, cada Bienal asistía, como crítico acreditado, a varios recitales, no muchos por las diversas ocupaciones que uno tenía —familia, instituto, Universidad, publicaciones…—. No siempre me han dado los recitales que pedía, algo que es comprensible, pues hay muchas solicitudes y yo iba siempre con un medio no diario, modesto, muy modesto y limitado, aunque muy flamenco. He podido ver y comentar espectáculos de grandes figuras como Manuela Carrasco, Carmen Linares, Naranjito de Triana, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Salvador Távora, Javier Barón, Eva Yerbabuena, Israel Galván, Antonio Canales, Calixto Sánchez, Bernarda de Utrera, Dorantes, Manolo Franco, La Paquera, La Macanita, Mayte Martín, entre otros. En mi retina y memoria quedan momentos absolutamente mágicos e inolvidables: Paco de Lucía en esplendor, la inmensa Eva Yerbabuena siempre encandilándome, la despedida de Naranjito con plenas facultades, la excelsitud de nuestra dama del cante Carmen Linares, el poderío sideral de Manuela Carrasco, la elegancia de mi predilecto Javier Barón, el magisterio de Calixto, el piano mágico de Dorantes, el huracán jondo de La Paquera, el homenaje todo sensibilidad musical y poética de Mayte Martín a Manuel Alcántara, el irrepetible recital de los “viejos” del flamenco como Bernarda, Chato de la Isla o Juan el Camas, entre otros, y con muchos más momentos, pues he disfrutado mucho con mucho y muchos, por fortuna, a pesar de que el crítico no va relajado a la función por lo que tiene que analizar después.
Aquí pueden escuchar, como homenaje a todos esos mayores citados, ya tantos en la memoria, unos fandangos de Juan el Camas, recordando al Bizco Amate, a mí esto me llega, la verdad.
Todo eso, de la Bienal hablamos, forma parte para siempre de mi gozo personal y de mi educación flamenca sentimental, de mi imaginario musical, complemento de lo vivido antes y aún en otros ciclos en teatros o peñas flamencas. Por todo ello, mi más alto agradecimiento. Gracias, Bienal.