En plena celebración del Festival Suma Flamenca Joven, que tiene lugar hasta el día 15 de septiembre, los artistas llenan la Sala Verde de los Teatros del Canal de Madrid de sensibilidad y personalidad, generando unas expectativas que al final del ciclo y haciendo balance, se podrá comprobar si se han cumplido. De momento, parece que va por buen camino.
Ayer era un día reflexivo de esos en los que antes de entrar a ver un espectáculo, te haces un par de preguntas en torno a cuya respuesta va a girar la valoración que hagas al salir del teatro. Como unos días antes había tenido la oportunidad de hablar con Antonio Benamargo, director del Festival Suma Flamenca Joven, recuerdo preguntarle si creía que hoy en día había respeto por el flamenco, incluyendo a los artistas. Él me dijo que no se podía generalizar. Yo hice la pregunta con esa respuesta propia que muchas veces se genera antes de formular la cuestión y que en mi caso tendía más hacia la negación. Con su contestación entendí que entre el blanco y el negro hay una escala de grises a la que se puede dar una oportunidad. Por eso, esta vez en vez de ir con la negativa, fui un paso más allá y mi postura tendió hacia la neutralidad. La segunda pregunta que me planteaba de camino al teatro la enfocaba hacia los estímulos que necesita el público para aplaudir a rabiar en mitad de un espectáculo. ¿Se pueden variar las premisas o siempre son las mismas?
Antonio González Reyes, guitarrista natural de Chipiona que tuvo la gran fortuna de recibir las enseñanzas del maestro Manolo Sanlúcar, cristaliza la imagen de una persona segura, resuelta y decidida. Cualidades que a medida que avanza la actuación, se pueden corroborar. Antonio empieza con una rondeña. A través de ella, muestra su toque dulce y sensible y la extremada conciencia que le envuelve cada vez que hace brotar una nota en su guitarra. También hace alarde de una delicadeza y una madurez impropias de un artista de 25 años. Después del primer toque, Antonio se dirige al público con mucho respeto y simpatía, explicando que su primera interpretación es una rondeña de composición propia, como las siguientes piezas que vienen a continuación. Y de nuevo, vuelve a esparcir sus atractivas aptitudes artísticas a través de una soleá, que le dedica expresamente al maestro Sanlúcar. Por último, un toque por bulerías acompañado del percusionista Kike Terrón a través de las que vuelve a relucir ese gran talento para la creación que se descubre gracias a sus tres composiciones.
«Lucía La Bronce es un perfecto equilibrio entre el cielo y la tierra. Es volatilidad y fuerza. Ligereza y peso. En sus brazos reside una plasticidad fuera de lo común que embellece cada paso. Los giros son de otro mundo. Vueltas de pecho, de tacón y quebradas. Piruetas en dehors y en dedans que mezcla con fugaces y ágiles zapateados»
El segundo protagonista de la noche es el cante, que en esta ocasión viene de la mano de José Campos Cortés, Morenito Hijo.
Nada más comenzar su recital, queda claro el amor y la admiración que siente por Manolo Caracol. A través de una zambra deja descubrir al público un hilo de voz que sostiene un quejido ciertamente melódico, fino y muy sutil. Se presiente cierta inquietud por la responsabilidad que supone estar en un escenario de los Teatros del Canal y seguramente, por lo que supone Madrid para la carrera de cualquier artista flamenco.
Por soleá consigue fundir su voz con los acordes de su compañero Ismael Rueda. Es entonces cuando se atisba cierta serenidad. Esta vez, el personal timbre que diferencia a su voz de las demás y el íntimo quejío melódico que aporta al cante se mueven entre Triana y Alcalá. Sin duda, su ligera y afilada voz se luce y llega a lo más alto en el estilo de Joaquín de la Paula. En este caso, Ismael no utiliza falsetas solemnes que los guitarristas suelen sacar a relucir cuando se interpreta un palo como este, sino todo lo contrario. El guitarrista echa mano de composiciones vivas y briosas que pueden tener aquí más cabida si se utiliza como premisa el tema recurrente de la juventud que protagoniza este espectáculo.
Por último, unas alegrías. Quizá se esperaba que en esta situación se rompiera un poco la linealidad que ha perseguido a su actuación hasta el momento, pero no termina de ser así. No cabe duda de que Morenito tiene una voz preciosa y diferente y que en la ejecución es correcto. Pero puede ser que le falte un pellizco de experiencia para sacar a flote esa conmoción que de forma inevitable, rompe con los esquemas preestablecidos y conecta con el público de una manera ferviente y entusiasta. Una conmoción que empezaba a asomar tímida durante las últimas letras por fandangos que dedica al público.
La última actuación corre a cargo de la bailaora sevillana Lucía La Bronce. Es indiscutible que es la que pone la guinda a la noche. Lucía es un perfecto equilibrio entre el cielo y la tierra. Es volatilidad y fuerza. Ligereza y peso. En sus brazos reside una plasticidad fuera de lo común que embellece cada paso. Los giros son de otro mundo. Vueltas de pecho, de tacón y quebradas. Piruetas en dehors y en dedans que mezcla con fugaces y ágiles zapateados. Además, Lucía sabe que para que el éxito sea absoluto hacen falta más cosas que bailar bien. Por ejemplo, rodearse de un elenco que sea tan profesional que no aparte ni medio segundo la vista de ella por si las cosas se tuercen. O por si hay algo que se puede adornar mejor para dejar aflorar la exquisitez y el impacto.
Por otro lado, la recurrencia a ciertos cantes que están quedando en desuso y que es necesario que salgan a flote para no perder las raíces y la esencia. Que siempre se tenga la intención de enriquecer y hacer evolucionar nuestra identidad cultural. Y es que muchas veces, esto supone echar mano de lo más primitivo o de aquello que ya no se tiene en cuenta porque “no está de moda”. En este caso, Inma La Carbonera recurre a los cantes de trilla.
«Si hay más artistas como Antonio González, Morenito Hijo y Lucía La Bronce, todavía hay esperanza. Si hay que globalizar bajo un mismo término la intervención de este trío, es respeto»
Por último, otro aspecto que a Lucía no le pasa desapercibido es la pulcritud a la hora de presentarse ante el público. La vestimenta era perfecta para cada baile. Resulta complicado pensar que con el centenar de giros que realizó no se le moviera ni un pelo, pero así fue. Y seguramente así debería ser y así es como quieren los artistas de las anteriores generaciones que la savia nueva se presente ante los espectadores, pues si se exige respeto, también hay que saber obsequiar con el mismo.
La Bronce hace uso de una fuerza suave que permite oscilar entre la emoción y el permanente análisis de cada movimiento. Pero lo más importante de todo es la constancia, el mimo, la delicadeza y el trabajo que van impresos en sus coreografías minuciosamente detalladas y elaboradas. Da gusto ir a un festival de este calibre y ver que se le tiene deferencia a esas personas que compran una entrada para darle una oportunidad al arte.
Lucía ha desarrollado en primer lugar una seguiriya con palillos y para finalizar, unas alegrías con bata de cola y mantón en las que queda sellada la escuela sevillana y un inconfundible toque de la bailaora Luisa Palicio.
Después de esta segunda actuación del Festival Suma Flamenca Joven, intento responderme a las preguntas que formulaba al principio. La primera, en relación al respeto por el flamenco. La respuesta es que si hay más artistas como Antonio González, Morenito Hijo y Lucía La Bronce, eso significa que todavía hay esperanza. Pues si hay que globalizar bajo un mismo término la intervención de este trío, es ese. Respeto.
Por otro lado me preguntaba qué necesita el público para aplaudir a rabiar en mitad de un espectáculo. Es indiscutible que los protagonistas de la noche tenían en común la delicadeza y la suavidad, algo de alguna manera impropio en los artistas más jóvenes que por lo general, son una fuente inagotable de energía sin dosificar. No se sabe si por una pequeña falta de confianza o por una excesiva personalidad en sus estilos. Quizá me decantaría más por el segundo aspecto. Lo que está claro es que hacer alarde de una extraordinaria sensibilidad, adornada con matices pasionales comedidos, no produce el mismo efecto ni genera los mismos aplausos emocionalmente incontrolables en mitad de una actuación, que aquella en la que prima el virtuosismo inconmensurable y un estruendo que deje impávida a la grada. ¿Qué opinan ustedes?
Ficha artística
Festival Suma Flamenca Joven 2024
Sala Verde de los Teatros del Canal, Madrid
13 de septiembre de 2024
Actuación de guitarra
Guitarra: Antonio González
Percusión: Kike Terrón
Actuación de cante
Cante: Morenito Hijo
Guitarra: Ismael Rueda
Actuación de baile
Baile: Lucía La Bronce
Guitarra: Daniel Mejía ‘El Carqui’
Cante: Inma La Carbonera y Manuel Pajares
Percusión: Andrej Vujicic