Esta va a ser una crítica distinta. Lo aviso. Al Central voy siempre acojonao. No sabe uno lo que se va a encontrar. Parece un laboratorio de ideas. Pero de las vanguardistas, no de las rancias o apolillás. Me tocó Creaviva, de Rafaela Carrasco. Y aunque ya me ha zarandeao unas cuantas veces por derecho esta bailaora, conociendo su trayectoria me asustaba. Lo confieso. Como también confieso que he tenido que mirar las instrucciones –el prospecto, el programa, el papelito… como decían entre el público al salir– para comprender con detalle de qué iba el asunto. Pero he hecho el ejercicio de escribir primero. A ver qué sale. Y os pregunto si es normal que para que un espectador se entere de la mitad del cuento tenga que buscar desesperadamente el documento que lo contempla. No es algo que le critique a este espectáculo, sino en general. Es un mal menor de cualquier forma cuando de una manera u otra se disfruta, te transmite emociones o sale uno prendao de las virguerías estéticas y musicales de la cosa. Otras veces no es así. Aquí sucedió el milagro.
Podría esperarme a leer las críticas de mis compañeros, a ver si saben más que yo de esto. Pero mi conciencia no me lo permite. ¿Un reojillo na ma? No, Kiko. Échale cara. Total, seguro que ellos también han buscado respuestas en el papel. No pasa nada, para algo está. Tampoco es eso. Sinceridad. Así, sí. Al lío.
Creaviva ahonda en las profundidades del ser de la bailaora. ¿Queda bonito? Algo así dijo ella al final. Y me ganó cuando tomó el micro buscando a su madre entre el público. Tiene 91 años y vino a verla. Rafaela se inspiró en ella, a quien cada día se parece más y le sirve de admiración y ejemplo en su vida. El espectáculo fue para ella, que «siempre me pide que baile flamenco porque hago cosas mu raras». En realidad eso piensan todos. Bueno, algunos. O muchos. ¡Yo qué sé! Y aquí lo hubo. El flamenco, digo. Aunque tampoco crean que fue un recital de baile al uso. Porque las mentes inquietas y creativas se ve que no pueden encajonarse en lo de siempre y necesitan de otros discursos estéticos para transmitir lo que desean. Usan otros lenguajes distintos donde se encuentran e identifican.
«El espectáculo fue para su madre, que ‘siempre me pide que baile flamenco porque hago cosas mu raras’. Y aquí lo tuvo. Aunque tampoco crean que fue un recital de baile al uso. Porque las mentes inquietas y creativas se ve que no pueden encajonarse en el flamenco de siempre y necesitan de otros discursos estéticos»
El escenario lo decoró con la simulación de unos muros grises. ¿Un laberinto? El suelo blanco grisáceo, también su vestido. Comenzó paseando y moviendo el ropaje alrededor de la compañía que hacía corro sentada en el centro y un punto de luz cenital lo señalaba. Se me abrieron las carnes. Pero surgió el cante por soleá –vamos bien– de Antonio Campos fundiéndose en los estilos trianeros apolaos y del Zurraque, con voz llena y rotunda en la tangente de la afinación y en el sitio del empaque. Rafaela alivió mis miedos bailando pa rabiá en un metro cuadrado.
Con la mosca detrás de la oreja y la tranquilidad en el resto de cuerpo, a partir de aquí me abandoné al disfrute de los sentidos como si no tuviera que contaros nada. Y me gustó cómo bailó sentada en la silla, la percusión de Pablo Martín a baquetazos limpios sobre una especie de tambor cuadrado, las guitarras de Jesús Torres y José Luis Medina… Y me sentí entre desconcertado y a gusto con el cante de Gema Caballero, que sin duda le aporta aires renovados al flamenco con su particular voz y formas de cantar.
Pero lo que me entusiasmó fue encontrarme con una farruca sublime en lo musical y en la ejecución al baile, un romance y las cantiñas del final, donde estuvo soberbia y renacida. El cante frágil y dulce de Rafaela expresando su soledad y la conjunción y alternancia entre lo folclórico –pregones, jotas o sevillanas– con lo jondo, una puesta en escena con transiciones perfectamente resueltas, buena iluminación… Y el baile, claro. El baile de Rafaela.
«Rafaela deja libertad de interpretación absoluta a descifrar el sentido de la obra. No sé si con intención explícita o con el requerimiento de que leamos el ‘prospecto’ para encajar la medicina. Lo cierto es que su baile hace cosquillas y te hace sentir. Te adentra en un viaje por los sentidos para tocar las fibras y emocionar sin conocer el camino ni el porqué»
La pose justa, los movimientos definidos con fluidez y pulcritud, unos pies precisos sin ostentaciones, un braceo exquisito y limpio, elegancia, sensualidad femenina, el gesto apropiado, contoneos sutiles sin desfiguraciones en los dibujos, técnica, compás, arte y transmisión. Sí, todo eso. Pero deja libertad de interpretación absoluta a descifrar el sentido de la obra, estructurada en muchas partes o sentimientos que sin hilazón aparente entre ellos formaban un conjunto digerible y apetitoso. No sé si con intención explícita o con el requerimiento de que leamos el ‘prospecto’ para encajar la medicina. Lo cierto es que su baile hace cosquillas y te hace sentir. Te adentra en un viaje por los sentidos para tocar las fibras y emocionar sin conocer el camino ni el porqué.
Y ahora es cuando voy al programa y me entero que se articula en torno a nueve pasajes dedicados a sendas musas griegas y una invocación introductoria para confirmar que, si bien olía algo, definitivamente no acerté en descifrar el mensaje más que en cuatro detalles. ¡Ni falta que hace! Rafaela conforma Creaviva en torno a la que recuerda el pasado (Clio, por soleá), la que busca el futuro (Urania, pandero de peñaparda, que es aquel instrumento), Polimnia –la que reza al cielo–, Erató –la que juega a enamorar, por farruca–, la pura música (Euterpe), Calíope –la que piensa y habla–, Melpómene –la que muere, por romance–, la que vive riendo (Talía, por cantiñas) y Tepsícore, la pura danza. ¡Casi na!
De las musas a la madre, del intimismo de los sentimientos a la eclosión, del flamenco al folclore. Así transito el espectáculo que abrochó con la celebración del baile por el baile, dejando tras de sí un rastro de momentos sublimes que cautivaron al respetable y a este crítico hasta caer rendidos a Rafaela y su creación viva.
Ficha artística
Creaviva, de Rafaela Carrasco
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Teatro Central
26 de septiembre de 2024
Baile: Rafaela Carrasco
Cante: Gema Caballero y Antonio Campos
Guitarra: Jesús Torres y José Luis Medina
Percusión: Pablo Martín Jones