¿Os acordáis cuando se hablaba tanto de la “fusión”? Hace tan solo veinticinco o treinta años, cualquier música medio aflamencada decíamos que era “fusión”, o porque incorporaba instrumentos y percusión anteriormente ajenos al arte jondo, o porque algunos de los intérpretes no eran españoles, dando a entender que para los de cierta edad no eran legítimos, ese concepto ahora burlado de la “pureza”. La pureza es un término que ahora provoca miradas de hartura. Ha sido un parto difícil, pero disimuladamente se va haciendo caso omiso del concepto de la llamada fusión.
Paco se nos fue demasiado pronto, pero pudo dejar las claves para abrir el cofre del flamenco sin apelativos, ni flamenco pop, ni fusión, ni latino ni na’. Ahora, en cualquier círculo se habla del flamenco sin más, y si te gusta más la Niña Pastori que Pastora Pavón, nadie se inmuta. Los aficionados maduros habían creído que después de equis tiempo, unos años quizás, todo volvería al cauce de la ahora menospreciada pureza, y los hombres con boina volverían a discutir en las peñas de Andalucía, con el ruido de fondo de las fichas de dominó en las mesitas, si cantaba mejor Antonio Mairena o Pepe Marchena.
Pero no ha sido así, la gran rueda del tiempo nos impulsa firme y derecho hacia un entorno de nuevos sonidos y movimientos que rápidamente se convierten en cotidianos. Ahora, por ejemplo, nos parece normal que un recital de guitarra incluya a seis o siete músicos, el famoso formato sexteto popularizado por Paco. Más que fusión ha sido un injerto al núcleo del flamenco, tanto en guitarra como en cante y baile. Si ahora hay acordes que se pueden llamar contemporáneos, también algunos guitarristas van más lejos, acompañan el cante con armonías anteriormente ausentes, y empiezas a dudar del sistema rígido anterior… ¡y no porque suena mal! Estas curiosidades que funcionan sorprendentemente bien con el cante modal son disonancias que acompañan el cante enseñando al oído a asimilar nuevos paisajes musicales. Se me vienen a la mente los guitarristas Paco Jarana o Juan Antonio Suárez Canito, que dominan la práctica de la disonancia con buen gusto y sensibilidad.
«¿Estamos yo y otros tan desconectados que no somos capaces de detectar el flamenco en una guitarra de jazz acompañada de flauta, violines y campanillas de viento? ¿Es la misma intensidad que sientes al escuchar a Fernanda, Luis el Zambo o Chocolate? El flamenco está vivo, no se ha perdido el hilo. Sólo ocurre que está un poco deshilachado»
Recuerdo cuando no poder distinguir una forma de flamenco de otra te marcaba como principiante. Ahora significa que eres un veterano porque las armonías novedosas camuflan la identidad de la música. Esto presenta un dilema para los españoles de a pie. Por un lado, habían luchado durante décadas para perder la imagen estereotipada de “flamenco y toros” de su cultura. Por otro lado, a medida que el flamenco disfrutaba de una nueva popularidad, era el centro de atención, y todo el mundo estaba dispuesto a disfrutar de su imagen fantasiosa de una España que realmente nunca había existido. Fue entonces cuando se comenzó a ver flamenco en anuncios de coches de lujo y perfumes, y los españoles más allá de Andalucía enviaban a sus hijas a la escuela de danza para aprender sevillanas (que para la mayoría de los no andaluces es lo mismo que el flamenco).
El flamenco no solía ser tan susceptible a las mareas generacionales, y los artistas no envejecían con el tiempo, sino que mejoraban. Los seguidores mayores de hoy en día todavía admiran a Ricardo, Sabicas y otros que estaban al final de sus carreras cuando nosotros apenas comenzábamos. Muchos jóvenes intérpretes siguen una línea clásica, pero sus grabaciones pueden hacer uso de armonías contemporáneas en el acompañamiento. Es como escuchar a Antonio Mairena acompañado por Kenny G.
En Utrera, la generación actual venera a Fernanda, Bernarda, Perrate y Gaspar, y hay interés en el flamenco tradicional. Sin embargo, jóvenes intérpretes me han comentado que cuando hay una financiación adecuada para un trabajo, se convoca a los intérpretes más contemporáneos, pero cuando los recursos son limitados o inexistentes, se buscan a los artistas tradicionales, lo que refleja escasa lealtad a un género capaz de removernos las tripas.
Los cambios en el baile son aún más sorprendentes. Por mucho que nos guste el baile flamenco, en gran medida fue una invención creada para atraer clientes a los cafés cantantes y teatros, tanto en España como en otros lugares. Creo que la mayoría de nosotros aceptamos el flamenco derivado por lo que es: música pop con elementos de flamenco, a veces bien lograda. ¿Estamos yo y otros tan desconectados que no somos capaces de detectar el flamenco en una guitarra de jazz acompañada de flauta, violines y campanillas de viento? Disculpad el tono irónico, pero la pregunta es válida. ¿Es la misma intensidad que sientes al escuchar a Fernanda, Luis el Zambo o Chocolate? El flamenco está vivo, no se ha perdido el hilo. Sólo ocurre que está un poco deshilachado.