Esta peña engancha. Los flamencos quieren triunfar en sus tablas. Los artistas van allí a ver a otros artistas. Acuden los aficionaos cabales, los críticos, los que se inician, un puñao de extranjeros… Como el verano es de los festivales había ganas. La reapertura fue un éxito rotundo. No cabía un suspiro y se quedaron fuera haciendo cola con la esperanza de dejar a su espalda el no hay billetes tantos como los que abarrotaron la sala. En la calle se amontonó el público suficiente para llenar otra vez aquello.
Pastora Galván engancha. Vino a llevarse a la afición. Los artistas fueron a verla. Los cabales, los críticos, un puñao de extranjeros… Yo tenía ganas. Y lo que en principio me dejó contrariado se volvió en entusiasmo. Hasta me robó unos oles. Mi crítica servirá para resarcirme a placer de otras en las que salió mal parada. Porque Pastora se gustó y sedujo. Formó un lío. Se llevó una espuerta de ovaciones que hicieron temblar los maderos del templo de lo jondo en Sevilla. Bailó como le dio la gana. En primera fila sus padres, colmaos de orgullo. Detrás todos los demás ansiosos de sus figuras. Y Pastora se coronó.
Abrió por soleá la guitarra pulcra, sencilla y jonda de Paco Iglesias, que acompañó con servidumbre para convidarlo de por vida. Y hasta hubo tiempo luego para que cantara una letrilla. Después David El Galli y Antonio Villar rajaron los metales de sus voces tiznás al compás de los nudillos sobre la mesa. Bulerías pa rabiar, preñadas de sensibilidad flamenca, con enjundia y empaque. Así marcaron sus gañotes el primer baile de Pastora, que principió desde el camerino. Las zapatillas volaron. Bailó descalza. Delantal y lunares. Las piernas metías pa dentro. Cintura, contoneos y meneos de culo. Los replantes de las viejas. Triana. Y mucha impostura. Porque de un tiempo a esta parte esa recreación del personaje que vive Pastora es un sucedáneo que me huele a camelo. Más que un tributo me sabe a ojana, aunque las intenciones sean otras. Lo que pretende como homenaje a mí me resulta manido remedo, casi una parodia. Pero como hay baile en su apellido, Pastora pega tres recogías con esa forma de moverse y su cara y acaba uno comprando la estampa. Hasta aquí la primera parte, con mucho efecto y poco baile, con mucho arte y una mijita de teatralidad.
«Pastora Galván se llevó una espuerta de ovaciones que hicieron temblar los maderos del templo de lo jondo en Sevilla. Bailó como le dio la gana. En primera fila sus padres, colmaos de orgullo. Detrás todos los demás ansiosos de sus figuras. Y Pastora se coronó»
Lo soleá fue otra cosa. El descanso tornó su propuesta en verdad. Paseó con templanza, aplome y respeto por los maderos. Supo pararse, poner el gesto oportuno. Rebosó de temperamento y jondura. Bailó sin tonterías ni concesiones insulsas a las vanguardias vacías. Un cartucho de desplantes y figuras rescataron su esencia. La hicieron brillar resucitando esa Pastora que araña y enamora, fresca y tradicional. Los pies en su sitio, precisos, sin ostentaciones técnicas. Pero con fuerza, con seguridad. Disfrutando en el escenario y haciéndonos disfrutar. La escobilla como Dios manda. Las llamadas, el braceo… Y el remate por bulerías con age, rajo, gracia y compás, doblando los cierres, quebrando el cuerpo. Pastora bailó flamenca como ella sola.
Para abrochar el gozo llegó el fin de fiesta. Se subió a dar su pataíta graciosa David Bustos. Y José Galván, el padre de la bailaora, que con tres cositas bien hechas no hubo na más que hablar. Pastora luce en las distancias cortas, las peñas y las juergas. Aquí revolcó de satisfacciones al respetable y le dio pena no estar dos diítas, por la gente que se quedó sin verla. Se mostró plena de gratitud y complacida. Volvió a pedir el aplauso para los cantaores y la guitarra. Y se fue dejando el rastro para la memoria de aquel día en el que empetó Torres Macarena.
Ficha artística
Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla
Recital de baile de Pastora Galván
4 de septiembre de 2024
Baile: Pastora Galván
Cante: David El Galli y Antonio Villar
Guitarra: Paco Iglesias