Desde hace unos años vengo notando, en mí mismo y los demás compañeros, que cada día se valora menos el trabajo de los críticos, los flamencólogos o investigadores. Económicamente, quiero decir. Si nos paramos en analizar los reconocimientos que hay para estas labores, el asunto sería polémico. Se paga ahora por una conferencia menos que hace cuarenta años, y esto es una vergüenza. Quizá sea yo el menos indicado en denunciar este hecho porque vivo de este trabajo, si esto es vivir, utilizando una expresión de Fernando el de Triana, que acabó pasando hambre. Quiero aclarar que no es mi caso, para que no haya malos entendidos, porque llevo cuarenta años viviendo de escribir, algo no fácil en nuestro singular país.
Está claro que el flamenco ocupa hoy un importante lugar en el mundo por los artistas, pero sería ingrato no destacar nuestro trabajo, desde Demófilo a la crítica y la flamencología actuales. Que le quieran dar cien o doscientos euros a un prestigioso escritor o crítico por dar una conferencia a cientos de kilómetros de su casa es una barbaridad. Pues así está el asunto. ¿Cuántos podemos vivir de este trabajo sin estar esclavizados? Cuatro y el de la guitarra, y nunca mejor dicho. ¿Cuántos críticos de flamenco tienen un contrato laboral en la prensa española? ¿A cuántos, que viven de esto, se les pagan dietas de viaje, pagas extras o vacaciones? Podemos estar de acuerdo en que es una labor que se suele llevar a cabo por amor a un arte y por compromiso con la Cultura. Pero es también una profesión y de las profesiones se vive.
«Podemos estar de acuerdo en que es una labor que se suele llevar a cabo por amor a un arte y por compromiso con la Cultura. Pero es también una profesión y de las profesiones se vive»
Los artistas se quejan también de que cada día cobran menos, en comparación con lo que cobraban hace décadas los artistas de entonces. Por cierto, se quejan de que a veces tardan meses en cobrar una actuación. En Guirijondo se cobra el mismo día de la actuación y ni un solo artista de los que han pasado por el festival de Palomares del Río lo ha destacado públicamente. No es por nada, es solo por comentar algo que me parece significativo de cómo estamos. Si no miramos nosotros mismos por nuestro trabajo, ¿quién lo va a hacer? Quizá nos hayamos acomodado demasiado.
Cuando se habla de la dignificación del flamenco, algo que se viene haciendo desde los mismos orígenes, creo que ni siquiera sabemos bien qué es dignificar un arte. Me río cuando esto es algo que se le atribuye a Antonio Mairena, casi en exclusividad. Escucho frases como que “sacó el cante de las tabernas”, “llevó el flamenco a la Universidad” o “le dio categoría al cante”. Silverio, Chacón, Pastora o Marchena, ¿no hicieron nada de esto? ¿No fue Silverio Franconetti quien les dio la posibilidad a los gitanos vivir de un arte para el que estaban y están dotados? Tenemos que valorar más el trabajo de quienes escriben o hablan de flamenco, porque es una labor fundamental.