Una visita a la antigua Universidad de Osuna (1548-1824) me retrotrae a la relación cultural que la une con mi cuna de nacimiento, Écija, pero también me remonta a las vivencias flamencas en la Villa Ducal, huellas que el paso del tiempo ha dejado en la memoria sin más pretensión que visualizarlas a fin de reflejar las experiencias personales desde la exploración de esa lista de recuerdos que, a la postre, es la que permite dar una visión más autorizada de los temas que nos competen.
Ese encuentro, que viene a coincidir con los doscientos años del cierre definitivo de la corporación que mandara construir don Juan Téllez-Girón, el Santo, IV Conde de Ureña y padre del primer Duque de Osuna, me remonta a mis primeros años de adolescente, cuando los “salesianos” acudíamos cada año a aquellos exámenes finales que tantas cicatrices emocionales marcaron hasta la apertura en Écija del Instituto San Fulgencio, allá por el ecuador de los sesenta del pasado siglo.
Pero esta interrelación despega en 1760, cuando el célebre guitarrero Juan Pagés (Écija, 1741 – Cádiz, 1821) establece su tienda de guitarras en Osuna, lo que pone en valor la tradición musical de la villa que ya antes, en 1716, había bautizado al bisabuelo por línea materna de El Fillo Padre, y donde, en los primeros decenios del siglo XIX, viera la luz el padre de El Mochuelo.
A mediados de ese siglo, fueron muchas familias gitanas las que, procedentes de Osuna, se asentaron en Triana, tiempo en que los cafés cantantes de la capital se llenaban con la presencia del ursaonés Antonio Jiménez, que se acompañaba a la guitarra y del que dicen que era de la escuela de El Fillo. Y si memorables fueron –ya en el siglo XX– las actuaciones de El Garrido o Pepe Marchena, no menos glorioso fue el I Certamen de Cante Flamenco de Osuna en su Campiña (1968), festival encabezado por Antonio Mairena.
El guadianeo en la tierra del folclorista Rodríguez Marín es por aquellas calendas de constante presencia, por lo que tendríamos que aguardar a 1970 para la creación de la añorada Tertulia Flamenca de Osuna, ubicada en la zona monumental y separada por un jardín del Convento de las Descalzas Mercedarias, cenáculo que encontró en el profesor y amigo Cristóbal Martín a su primer presidente, que pocos meses después dio forma a la I Pringá Flamenca, dedicada a Antonio Mairena, y entidad que contribuyó muy certeramente a la reflexión sobre lo jondo hasta 1981, en que comenzó a perderse en los recuerdos.
Un año antes conocimos el lanzamiento de El Paleto, publicación de una relevancia cultural sobresaliente, y en agosto de 1983 se escenificó el I Festival de la Campiña, organizado por los Amigos de la Tertulia, evento del que sólo conocidos tres ediciones y un apéndice ulterior que, en cartelera, se anunció como Noche Flamenca en Osuna (1986).
«Osuna por fin ha culminado el proceso de construcción de identidad colectiva. Y se ha logrado merced a las condiciones de estabilidad de la Peña Cultural Flamenca La Siguiriya, entidad que en 2025 cumplirá los treinta años de responsabilidad y nos ha hecho sentir como aquella seguiriya primitiva del primer tercio del siglo XIX: No soy de esta tierra, / ni en ella nací; / la fortunilla rodando, rodando, / me ha traído aquí»
Claro que una localidad tan cofrade no podía desatender los previos de su más importante festividad religiosa. Así que merced al ejemplar hacer del buen amigo Patricio Rodríguez Buzón, junto a la Hermandad de la Vera-Cruz y Radio Osuna, se puso el pie el I Concurso de Saetas (1987).
No faltaron, obviamente, los actos de la Fundación de Cultura García Blanco, como el Homenaje Nacional a Pedro Garfías, ese mismo año. Pero todo eran cabos sueltos sin permanencia, como el Festival de Cante Flamenco de Osuna (1991) y en 1992 el preestreno mundial de Tierra, de El Lebrijano y letras de José Manuel Caballero Bonald; la Noche Flamenca en homenaje a la memoria del singular Frasquito Torres, Frasquito de Osuna, o las actuaciones en la Taberna de Luis Moreno, cantaor y aficionado que, encabezando a los Amigos del Flamenco, organizó el Encuentro Flamenco (1993 y 1994).
Osuna carecía, por tanto, de una estabilidad cultural flamenca. Necesitaba un colectivo que reconociera el marco simbólico de la tradición jonda de la villa. Y ese momento llegó el 7 de septiembre de 1995, fecha en que se constituyó la Peña Cultural Flamenca La Siguiriya, cuyo primer presidente y fundador fue otro buen amigo, Juan Antonio Aguilar, muy comprometido con el tejido asociativo igualmente de la provincia, y que nos abandonó el pasado 1 de junio dejando un legado de compromiso nada baladí, pues convocó el I Concurso Regional La Siguiriya de Oro (1996).
A partir de entonces, la peña, con el apoyo del Ayuntamiento de Osuna, pergeña un modelo diverso tanto de divulgación del flamenco como potenciador para la juventud y los consagrados, en el que se programan los recitales convencionales a más del I Ciclo Flamenco, que rindió honores a Fosforito (2001) y que este año ha alcanzado la vigésimo cuarta edición; el I Festival Flamenco de Osuna, a partir de 2006, o la I Reunión de Flamenco y Copla (2012).
Es evidente que en ese recorrido que mantiene su vigencia ha habido cruce de caminos, como el Curso de Verano en la Escuela Universitaria de Osuna (2010), el I Concurso Flamenco La Pringá (2014), de la Asociación Amigos del Duende, o el I Festival de la Guitarra de Osuna Memorial al Lele de Osuna (2015), pero en ellos sólo encontramos más que cortos amaneceres los peregrinos flamencos.
Sin embargo, son los socios de Peña Cultural Flamenca La Siguiriya los que, desde 1995, vienen dando respuesta a los estímulos que la historia de Osuna demanda, aquellos que han dado forma al universo que siempre soñaron hombres como Cristóbal Martín, Rafael Pradas, Patricio Rodríguez Buzón, Pepe Romero, El Lele, Frasquito, El Chaqueta de Osuna, Luis Moreno o el propio Juan Antonio Aguilar.
A todos ellos les confirmo, desde la ventana abierta de Expoflamenco, que Osuna por fin ha culminado el proceso de construcción de identidad colectiva. Y se ha logrado merced a las condiciones de estabilidad de la peña que hoy preside Manuel Zamora Reyes, entidad que, a pesar de que el Ayuntamiento mira para otro lado ante las normas de accesibilidad arquitectónica, lo que está derivando en la baja de socios, en 2025 cumplirá los treinta años de responsabilidad y nos ha hecho sentir como aquella seguiriya primitiva del primer tercio del siglo XIX: No soy de esta tierra, / ni en ella nací; / la fortunilla rodando, rodando, / me ha traído aquí.