Juan Sánchez Trujillo El Niño Bonela (Casarabonela, Málaga, 1932) está viviendo una larga vida digna de llevarse al cine. Noventa y dos años y cantando aún como un mozo, pero con los conocimientos de un catedrático. Visitarle en su preciosa Málaga es un privilegio que agradecemos a su hijo Francisco ‘Bonela Hijo’ y al compañero Ramón Soler, en cuyo estudio musical entrevistamos al maestro rodeados de discos, libros y recuerdos.
Ante la cámara, de chaqueta y corbata. «Yo siempre he ido elegante», dice. «Algunos cantaores y bailaores de ahora visten mu malamente, no sé por qué». Durante la charla, entre un entrañable rosario de vivencias y anécdotas, Bonela recuerda su infancia en el campo, su inclinación por los cantes de iglesia. «Tengo seis misas más que el papa», bromea. Confiesa su predilección por Pepe Pinto. Rememora las reuniones con los hermanos Mairena, el piropazo que le regaló Lola Flores y el día que Palanca cantó un fandango tras enterrar a su madre. Presume del cante largo de su hijo Francis: «Todas las malagueñas las mejora, todas». Lo asegura como aficionado, no como padre. Se queja de que el cante actual se base solo en las bulerías y se dejen de lado otros cantes grandes como las serranas, cartageneras o tarantas. Reflexiona sobre los cantaores malagueñeros. Sobre los cantes de trilla, de faena, temporeras. «En el campo se canta de tó. Yo he sido un fiera para los cantes camperos», afirma. Y relata el momento en el que le cantó por seguiriya a Imelda Marcos en el Parlamento de Filipinas. ¿Y hoy cómo se canta, maestro? «Hombre, hoy hay muy buenas voces. Pero hay quien canta muy bien y quien canta atravesao. Como siempre».
→ Ver aquí las otras entregas de la serie El Loco del Flamenco, de Manuel Bohórquez.