Artista. Esa denominación que no requiere más aposiciones ni epítetos, porque ella misma es suficientemente reveladora. Igual que todas las mujeres que hoy se han puesto a disposición de la cantaora y bailaora sanluqueña Naike Ponce, con el objetivo de rendir homenaje a Paco de Lucía en el décimo aniversario de su muerte. La Sala Villano de Madrid, local que en algún momento fue bautizado por Lola Flores como Sala Caracol en recuerdo a Manolo Caracol, ha querido refugiar a la gran comitiva admiradora de Naike y por supuesto, del gran maestro Paco.
Quien pueda afirmar con rotundidad que no se le han saltado las lágrimas en ningún momento es que no ha asistido al mismo espectáculo que el resto. Hoy, Mujeres celebran a Paco de Lucía ha sido, en mayúsculas, el mejor regalo que el maestro podía recibir.
Un plano cenital alumbra nostálgico una silla de enea en mitad del escenario que palpita intranquila entre las notas de Reflejo de Luna, igual que las artistas que esperan en las escaleras del escenario. Se abrazan y respiran hondo intentando, en cada suspiro, absorber toda la confianza que el público tiene depositada en ellas. Mientras, la voz en off del guitarrista prepara a los asistentes para lo que están a punto de vivir: “Lo puro es lo que se siente con honestidad”, “estoy educando a gente que no sabía que nuestra música existe”. Y esa gran frase que tan bien personifica al homenajeado: “En la simpleza está la grandeza”. Entonces, nerviosas y emocionadas suben al escenario la percusionista Nasrine Rahmani, la contrabajista Gal Maestro, la pianista flamenca Mélodie Gimard y la flautista flamenca Lara Wong. Nada más empezar, el ambiente queda de manera inminente, empapelado de esa parte dulce y sensible de Paco de la que tanto nos habló Naike en la entrevista que le hicimos hace unas semanas para Expoflamenco.
Naike Ponce sube conmocionada cada uno de los peldaños que la acercan de forma apremiante a enfrentarse a esa responsabilidad tan grande de la que, con valentía, ha querido hacerse cargo. En ese momento, una ovación sincera, llena de cariño e incapaz de reprimirse, ha subido ligera hasta el epicentro del proscenio para acompañar a la cantaora. Detrás de la ovación, la sanluqueña arrastra a aquel músico y poeta musulmán al que tanta admiración le profesaba Paco para que acompañe esa voz cálida y a la vez recia que singulariza a la promotora de esta gran función. Así, Zyriab deja paso al resto de las componentes de esta noche. Las guitarristas Mercedes Luján, Alba Espert y Antonia Jiménez. Por último, la cantaora Montse Cortés, que eleva el inconfundible tema de Volar al séptimo cielo con esa resonancia desgarradora. Es en ese mismo instante, la dulzura entra en trance para dar una oportunidad al arrojo, la fuerza y ese poder que por un momento, agita el sentido de la docilidad.
La disposición en medio círculo de las protagonistas casi rozándose evoca la seguridad, la calma y la convicción que necesitan prestarse unas a otras, si en algún momento emerge el desasosiego. Queda claro que la complicidad es uno de los caminos que llevan al verdadero éxito de la ejecución. Lo que hace que en esta noche solo tengan cabida cositas buenas. Además, Montse Cortés ha sido sin duda uno de los grandes fichajes de esta noche para aportar el empaque y la infalibilidad indispensable si flaquea el convencimiento.
«¿Qué me dicen de las artistas de hoy? Ojalá también tengan un reconocimiento. Primero, por destacar una parte juguetona, sensible y dulce del virtuoso que pocas veces se ha puesto en alza. Y segundo, porque es muy difícil plantarse frente a un aforo completo y hacer de una manera tan personal aquella música por la que siempre recordaremos a un artista tan grande como el imperecedero Paco de Lucía»
Cabe destacar, entre otras cosas, la continuidad y el dinamismo con el que transcurre la representación. Aunque de forma indubitable es necesario un lapso en el cante para hendir la vereda sobre la que la artífice va a cristalizar su admiración por el guitarrista algecireño. Así, Ponce destaca, entre otras cualidades, su maestría, su arte, su sensibilidad, su virtud, su paciencia, su exigencia y su sabiduría innata. Cualidades entre las que se abre paso Canción de amor, que pone el colofón a esta incuestionable predilección. Pero no acaba aquí este emotivo momento, pues de repente surca las bambalinas la bailaora Belén López que atilda cada pentagrama con un mantón negro y rojo con el que se deshace en una trabazón infinita de movimientos etéreos y reposados a los que no nos tiene acostumbrados. Movimientos que acarician la ductilidad de la melodía. En el último fleco del mantón, la bailaora se lleva consigo la voz rota de Naike que recita un afinado: “Con lo mucho que yo lo quería, se fue para siempre mi Paco de Lucía”.
Haciendo alarde de ese gusto por la copla que Paco hereda de su madre y su hermana, cambia el tercio de la exhibición. La sanluqueña presenta ilusionada a las mujeres que en esta ocasión van a hacerle los coros. Marta Ramos, Aury Salazar y Natalia Duma vienen a enriquecer aquel Señorita que aparecía en el disco póstumo de Canción Andaluza en el que Paco contó con la colaboración de Óscar D’ León y que Naike interpreta con gracia, soltura y mucho garbo. Un par de zapateados colmados de soniquete dejan entrever un rostro relajado y guasón. Y a ritmo de sones caribeños, refulge una solidez que también consigue transmitir al público. Ahora sí, disfruta, baila y se divierte con unas compañeras que la miran orgullosas y ensimismadas.
A continuación, un traje rojo que envuelve la bizarra personalidad de Belén López. La artista que se dirige de nuevo al centro de la escena al compás de unas alegrías con el salvajismo, la pulcritud técnica y la maestría en la que los aficionados pueden reconocerla. Por su parte, las músicas no le quitan ojo y arropan incesantes la fiereza de sus movimientos, la velocidad de sus zapateados y cada uno de los complejos ademanes que no son fáciles de adornar y custodiar.
Siguiendo en la líneas del gusto por la copla del homenajeado, llega a las tablas otra de las sorpresas de la noche. En esta ocasión es Esperanza Fernández la que con mucho respeto interpreta junto a Naike Te he de querer mientras viva. Tema que también aparece en el disco Canción Andaluza, que el virtuoso dedicó a su mujer Gabriela y para el que contó con la colaboración de Estrella Morente. Las ejecutoras ponen todos sus sentimientos al servicio de la exégesis. Ambas crean una miscelánea arrolladora, pues se produce un equilibrio entre la potencia y el brío que aporta Esperanza y el sabor y el ingenio que Naike porta de manera innata en su técnica vocal.
El homenaje no podía acabar sin el célebre Entre dos aguas que se ha interpretado con audacia y tesón. Las guitarristas, que en este caso llevan la parte cantante como es lógico, ejecutan correctamente la pieza. Por su parte, la flautista Lara Wong interpreta aquellos fragmentos en los que para cualquier guitarrista serían necesarias como mínimo 24 horas diarias si es que Paco utilizaba ocho.
Como aficionados y admiradores de Paco de Lucía supongo que considerarán que se merece mil homenajes más como este. Pero, ¿qué me dicen de las artistas de hoy? Ojalá también tengan un reconocimiento por la entrega y la valentía que han demostrado. Primero, por destacar una parte juguetona, sensible y dulce del virtuoso que pocas veces se ha puesto en alza. Y segundo, porque por muy artista que se sea y mucho nombre que se tenga, es muy difícil plantarse frente a un aforo completo y hacer de una manera tan personal aquella música por la que siempre recordaremos a un artista tan grande como es el imperecedero Paco de Lucía.
Ficha artística
Mujeres celebran a Paco de Lucía, de Naike Ponce
Sala Villanos, Madrid
25 de febrero de 2024
Cante: Naike Ponce
Flauta: Lara Wong
Percusión: Nasrine Rahmani
Guitarra: Mercedes Luján, Alba Espert y Antonia Jiménez
Contrabajo: Gal Maestro
Piano: Mélodie Gimard
Coros: Marta Ramos, Aury Salazar y Natalia Duma
Artistas invitadas: Belén López al baile y Montse Cortés y Esperanza Fernández al cante