Como bien apuntamos en los artículos anteriores de esta serie, hay tres personalidades de vital importancia en el devenir de la evolución de la guitarra flamenca. Nos referimos a Ramón Montoya, Agustín Castejón Sabicas y Manuel Serrapí Niño Ricardo. Tres pilares fundamentales para entender la guitarra flamenca, tanto de concierto como de acompañamiento. A través de este artículo no pretendo hacer una biografía de cada uno de ellos, que se abordará en su debido momento. Pero aportaremos los conceptos y detalles importantes que estos tres maestros dejaron para el futuro de la guitarra flamenca.
Ramón Montoya
Ramón Montoya Salazar pasa su vida en Madrid. Entre su nacimiento en 1879 y su fallecimiento en 1949, Montoya lleva a lo más arriba los aportes de sus predecesores. Además, incorpora un extraordinario virtuosismo. Considerado el padre de la guitarra flamenca moderna, su toque influye en la mayoría de sus contemporáneos.
El nomadismo propio de los gitanos, arraigado en su familia, hace de Montoya un aprendiz de melodías. Asimila numerosas ideas musicales para llevarlas a su guitarra, propias de los concertistas y/o compositores decimonónicos. Pero Montoya es un guitarrista de raíz flamenca a diferencia de otros como Julián Arcas o Francisco Tárrega.
Como guitarrista rompe con el tópico de tocar con los estigmas gitanos. No solo eso. Además, al igual que Carmen Amaya, desmitifica los conceptos geográficos al no proceder de familia gitana andaluza. Montoya es un virtuoso, fuera del concepto del guitarrista flamenco gitano de principios del siglo XX. Es un estudioso con un rigor académico ejemplar, al igual que otros compañeros como Miguel Borrull. De hecho, Miguel Borrull padre le imparte clases a Montoya, aparte de sus contactos con la Sociedad Guitarrística Española de Madrid. En este lugar coincide con Rafael Marín o Miguel Llobet, entre otros. Y durante su carrera artística se une como pareja artística al maestro del cante Antonio Chacón, que dice esto de él: “Montoya es el que mas se ha identificado con mi voz y con mi persona. La guitarra de Montoya soy yo mismo”. Y José Blas Vega afirma: “La pareja Chacón – Montoya dejó en lo artístico un ejemplo a seguir: el que supuso la unión perfecta del cantaor y el guitarrista”.
El maestro Montoya actúa en los auditorios más importantes del primer cuarto del siglo XX, e incluso toca para la reina Isabel de Inglaterra junto con la bailaora La Argentinita. Montoya, como uno de sus importantísimos aportes, proporciona nuevas identidades guitarrísticas, a modo de complejos armónicos. Tradicionalmente se conoce el toque por arriba, basado en un modo flamenco de Mi, y el toque por medio, basado en el modo flamenco de La. Montoya aporta nuevas disposiciones como el toque por granaína del modo flamenco de Si, por tarantas con el modo flamenco de Fa sostenido y también la disposición por minera del modo flamenco de Sol sostenido. Pero uno de los toques que populariza es el toque por Rondeña. Este toque lleva una afinación en dos cuerdas de la guitarra. La sexta o bordón pasa de Mi a Re y la tercera pasa de Sol a Fa sostenido.
«A través de estos tres maestros apreciamos una evolución progresiva. Por medio de Montoya se asientan bases para una guitarra de concierto virtuosa. Con Ricardo se evoluciona en el dominio de técnicas y del compás. Y Sabicas eleva el virtuosismo guitarrero a su máximo nivel, con un toque sumamente virtuoso y, a la vez, efectista»
Niño Ricardo
Manuel Serrapí Sánchez, al que se conoce como Niño Ricardo, nace y fallece en Sevilla, en 1904 y 1972 respectivamente. Se inicia en el acompañamiento al cante y al baile junto a otros guitarristas, como Antonio Moreno y Javier Molina. Antonio Moreno influye principalmente en su toque. Esta influencia se desarrolla en Niño Ricardo, el que lleva la rítmica o el aire del acompañamiento al baile y al cante a su máxima expresión, fruto de su interacción con diferentes cuadros flamencos. Similar a lo que hace Montoya con la guitarra de concierto. De hecho, Niño Ricardo es solicitado por los grandes de la época: Niña de los Peines, Tomás Pavón, Pepe Pinto, Antonio y Manuel Mairena, Juanito Valderrama o Manolo Caracol, entre otros.
Niño Ricardo pasa gran parte de su carrera artística acompañando, y gran parte de ese tiempo al baile. Esto se refleja en su técnica guitarrística, puesto que no se le atribuye un toque claro en su totalidad. Un problema que puede deberse a la facilidad con que sus uñas se quiebran. Dicho esto, se reconoce que la vertiente concertista de Niño Ricardo llega cercana a sus cuarenta años, que coincide con la década de los cuarenta del siglo XX. Hecho coincidente con la evolución de Ramón Montoya, que graba su primer disco solista con más de cuarenta años, entre los años 1922 y 1923.
En esta primera mitad mitad del siglo XX encontramos que la guitarra solista tiene una formación lenta. Ello se debe a motivos como su disposición para el acompañamiento tanto en directo como en la discografía, el público reducido que asistía a conciertos y que a su vez no estaba formada en su totalidad la guitarra flamenca de concierto. En honor a la verdad, mencionamos que se reconoce la guitarra flamenca de concierto más en el extranjero que en la propia España. Es Ricardo, junto a Montoya, el pionero de la guitarra flamenca de concierto, por lo que distinguimos tres etapas en su discografía. Una primera con las primeras placas en Columbia, sobre los años cuarenta. La segunda etapa, en su plenitud como solista en la década de los cincuenta. En esta época realiza grabaciones en Chant du Monde en 1955 e Hispavox en 1958. Y una última etapa de grabaciones con Odeón, en los años sesenta. Esta última fase se le aprecia que sus guitarreras maneras no eran las de sus inicios.
Es vox pópuli que a través de la figura de Niño Ricardo se crea la corriente guitarrera Ricardista. Esta corriente es firme y segura, y de la que beben las generaciones venideras. Una guitarra asentada en la creatividad y flamencura, en la rítmica, en la forma de acompañar y en toque que domina todos los palos o estilos. Ricardo innova en el desarrollo de muchos aspectos en lo referente a la técnica. Evoluciona rasgueados, arpegios, escalas y trémolos, abundantes ligados de mano izquierda y la concepción del compás en los toques rítmicos. Creo que esta evolución, junto a los aportes que hace Montoya, dotan a la guitarra flamenca de una identidad concertista con peso propio. Abre el abanico del toque tradicional a través de la creación y ampliación de falsetas. Y, como principal consecuencia, se produce un desarrollo que enriquece de forma progresiva todos los aspectos técnicos y formales de la guitarra flamenca.
«Tres pilares imprescindibles para la concepción de la guitarra flamenca en su máximo esplendor. Montoya, Ricardo y Sabicas beben del manatial guitarrístico de sus predecesores, pero con la inteligencia y el talento para impulsar una evolución histórica. Ellos afianza la identidad de la guitarra flamenca a través de un desarrollo progresivo técnico y formal. Asientan las bases del toque solista flamenco. Y a la vez son el espejo de la generación venidera»
Sabicas
Agustín Castellón Campos Sabicas nace en Pamplona en 1912 y fallece en Nueva York, 1990. A Sabicas se le considera un niño prodigio autodidacta. Y se presenta ante el público por primera vez con tan solo ocho años. Desde muy joven se afinca en Madrid, donde realiza un aprendizaje a modo de carrera guitarrística por los tablaos y teatros de la ciudad. A través de estos tres maestros apreciamos una evolución progresiva. En primer lugar, por medio de Montoya se asientan bases para una guitarra de concierto virtuosa. Con Ricardo se evoluciona en el dominio de técnicas y del compás. Y llegamos a Sabicas, que eleva el virtuosismo guitarrero a su máximo nivel. Que proporciona un toque sumamente virtuoso y, a la vez, efectista.
Con Sabicas, la identidad de la guitarra flamenca de concierto llega a una elevación extraordinaria. Es el primer guitarrista dedicado íntegramente a la guitarra de concierto. Sus apariciones como solista en los tablaos y colmaos madrileños puede que determinara sus orientación concertista, tras formarse en una etapa en la que acompaña a figuras de primer nivel. Y junto a Carmen Amaya forma una de las parejas flamencas más destacadas. Pero al igual que Montoya, Sabicas rompe el estereotipo de la procedencia geográfica flamenca, ya que era navarro y no andaluz.
De su extraordinaria discografía, considero que los trabajos Flamenco Puro, grabado en 1959, y Rey del Flamenco, entre 1966 y 1967, son dos auténticas joyas de la guitarra de concierto. Suponen un avance en el concepto de la guitarra de concierto. El primer trabajo lo registra en pleno auge de la vertiente ricardista. Este disco supone un antes y un después de la guitarra flamenca de concierto. En él se pone de manifiesto todo lo aprendido a disposición del virtuosismo flamenco. Sabicas le imprime a la guitarra jonda una velocidad antes no escuchada. E incluso el maestro Federico Moreno Torroba basa la composición de su Concierto Flamenco para guitarra flamenca y orquesta, en 1961, en cuatro toques del Flamenco Puro de Sabicas. El segundo trabajo lo graba en su última etapa como concertista, en plena madurez. Un trabajo cargado de personalidad, ideas abundantes e innovación musical flamenca. Y como colofón a una brillante carrera deja legado un trabajo discográfico con el maestro Morente.
Tres pilares imprescindibles para la concepción de la guitarra flamenca en su máximo esplendor. Montoya, Ricardo y Sabicas beben del manatial guitarrístico de sus predecesores. Pero con la inteligencia y el talento para impulsar una evolución histórica en la guitarra flamenca. Ellos afianza la identidad de la guitarra flamenca a través de un desarrollo progresivo técnico y formal. Asientan las bases del toque solista flamenco. Y a la vez son el espejo de la generación venidera. Este tique serviría de base para el desarrollo que luego harán maestros como Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Serranito o Andrés Batista. Pero sin olvidar la contribución de Esteban de Sanlúcar, Mario Escudero, Melchor de Marchena, Diego del Gastor o Manolo de Huelva.