El Flamenco Festival Nueva York celebra en la Gran Manzana su vigésimo tercera edición del 1 al 17 de marzo de 2024 con un cartel de 130 artistas procedentes de España: Tomatito, Olga Pericet, Israel Fernández & Diego del Morao, Rafael Riqueni, Sandra Carrasco & David de Arahal, María José Llergo, Inma La Carbonera & Antonia Jiménez, Alejandro Hurtado, Ballet Nacional de España, Manuel Liñán, Alfonso Losa, El Yiyo, Paula Comitre… La cita tendrá lugar en trece espacios escénicos de la ciudad de los rascacielos, siendo la mayoría de ellos –como New York City Center, Town Hall, The Public Theatre o Jazz at Lincoln Center– auténticos estandartes de la danza y de la música en la metrópoli. El impulsor y director de esta gran cita es un economista andaluz, de nombre Miguel Marín (Córdoba, 1967), que tiene claro que «si el flamenco solo fuera relevante a nivel local, si solo emocionara a la gente que comparte los mismos códigos culturales, esto no habría sido posible».
– Si echa la vista atrás son ya veintitrés ediciones. ¿Orgulloso del camino recorrido?
– Hombre, pues sí. Me siento orgulloso de un proyecto que no estaba pensado ni planificado, que se inició de cero sin ningún referente a quien mirar, sin ser parte de una institución. Miras atrás y ves que 163 compañías distintas han pasado por el festival. Eso ha servido para que el público pueda conocer a las grandes figuras del flamenco y para servir de ventana para los artistas emergentes. Por ejemplo, este año el cuarenta por ciento de las compañías es la primera vez que presentan sus trabajos en Nueva York. Esto me hace ver que en el flamenco no está todo escrito. Entonces, miro para atrás y me siento orgulloso por ver la repercusión que ha tenido y por ver también cómo los teatros siguen confiando en el flamenco. Bueno, podría no haber sido así. Podría haber sido algo exótico que usan durante un tiempo y luego pasan página a otra cosa exótica. Porque hablamos de Nueva York, la ciudad más cosmopolita, la que tiene la mayor oferta cultural. Todos los países, todas las manifestaciones quieren tener su presencia allí. Mantenernos nosotros todo este tiempo, yo creo que ha sido un hallazgo. El proyecto ha tenido ya su fruto.
– Preséntese a la sociedad flamenca, por si alguien no sabe aún quién hay detrás del proyecto Flamenco Festival.
– A ver, yo estudié Economía pero realmente mi motivación cultural es lo que se ha impuesto. Yo fui a Nueva York a hacer un máster en negocios y la vida me fue conduciendo a acabar haciendo un máster en administración de artes escénicas, ahí encontré mi sitio. Hace veinticinco o treinta años no había en España una forma de especializarse en artes escénicas, solo aquellos con familia en el sector. Hoy ya es mucho más fácil, hay másteres que te permiten acceder a esta profesión. Pero en aquella época en España no existían. Y yo lo hallé en Nueva York, donde también descubrí mi pasión por el flamenco gracias a La Repompilla. Y a partir de entonces la vida me fue conduciendo hacia ese campo.
– ¿Se puede decir que ya es usted un flamenco más?
– Sí. Después de este recorrido te encuentras con amigos, con gente con la que has compartido muchas experiencias. Eso me da más alegría que el hecho de encontrarme con profesionales con los que intercambiamos o mercadeamos. Esa puede ser una de las mayores satisfacciones, el hecho de que haya un respeto personal y profesional.
«El flamenco tiene de forma orgánica esta dimensión. Lo que hemos creado es una ventana para mostrar algo que es relevante en sí. De forma natural siempre se habría creado algo como esto, porque es lo que el flamenco pide»
– ¿Si no existiera un Flamenco Festival habría que inventarlo?
– Este proyecto existe porque el flamenco tiene de forma orgánica esta dimensión, esta relevancia internacional. Yo no me he inventado nada. Lo que hemos creado es una ventana para mostrar algo que es relevante en sí. Si el flamenco solo fuera relevante a nivel local, si solo emocionara a la gente que comparte los mismos códigos culturales, esto no habría sido posible. Mi labor ha sido crear esa ventana. Y creo que de forma natural siempre se habría creado algo como esto, porque es lo que el flamenco pide.
– Cuesta imaginar que se monte algo así y todo salga bien.
– Bueno, no siempre todo sale bien. Acuérdate del 2020, que la pandemia nos pilló justo el día que inauguramos el festival en Nueva York. A lo largo de estos años hemos pasado muchos contratiempos que hemos ido sorteando como hemos podido. Cancelaciones por nieve, el año que vino la nube del volcán… Fíjate, el primer contratiempo importante fue al principio. La segunda edición fue unos meses después del atentado de las Torres Gemelas. Y decidimos seguir hacia delante. Los artistas eran muy reacios a viajar a los Estados Unidos, a volar con una compañía americana. Si ese año no hubiéramos sido persistentes, pues no hubiéramos sobrevivido. A pesar de los contratiempos, seguir siempre hacia delante.
– En el programa del Flamenco Festival NY 2024 está muy presente el recuerdo a Paco de Lucía en el décimo aniversario de su muerte. Desde su visión internacional, ¿Paco es el flamenco más universal?
– Desde mi experiencia, sí. No sé lo que podría decir alguien hace cuarenta años. Pero el artista de nuestro tiempo que más reconocimiento le ha dado al flamenco es Paco de Lucía. Él ha conseguido que artistas de todas las disciplinas, artistas de primer nivel, se acerquen al flamenco. Él ha posibilitado que el flamenco esté en lo más alto en la escena cultural internacional.
– ¿El flamenco es de todos?
– ¿El arte es de todos? ¿La música es de todos? ¿La música tiene dueño? No lo sé. ¿Cómo definimos «de todos»? ¿De quién es la música? ¿Del que la ha compuesto? Por supuesto. ¿El flamenco es capaz de emocionar a todos? Yo creo que el flamenco es capaz de trascender cualquier tipo de barrera cultural y geográfica. Nosotros lo damos por sentado como si fuera algo de lo más normal, pero es de lo menos habitual. Las músicas populares de muchísimos países se quedan en músicas locales y el flamenco es una música universal. Entonces creo que es algo que tenemos que ver muy en positivo y lo tenemos tan asumido que a veces creo que no lo valoramos lo suficiente.
«¿El arte es de todos? ¿La música es de todos? ¿La música tiene dueño? No lo sé. ¿Cómo definimos «de todos»? ¿De quién es la música? ¿Del que la ha compuesto? Por supuesto. ¿El flamenco es capaz de emocionar a todos? Nosotros lo damos por sentado como si fuera algo de lo más normal, pero es de lo menos habitual»
– Este año va a coincidir el Flamenco Festival con el Festival Paco de Lucía Legacy, que se celebra semanas antes también en Nueva York. Parece que el flamenco va a brillar en la capital del mundo al doble de intensidad, como dijo aquel.
– Espero que los neoyorquinos no se harten de flamenco. Confío en que se sientan satisfechos.
– No debe ser fácil seducir a tantas entidades, a tantas administraciones, para que apoyen la iniciativa. ¿Usted ha sentido siempre esa colaboración que los flamencos siempre echan en falta falta por parte de la de la Administración pública o de las grandes corporaciones?
– Yo me siento orgulloso de la colaboración de la parte extranjera. La implicación de los teatros que forman la red del festival. Esto no es un evento que solo organizo yo. Este año somos veintiún teatros, es un proyecto común. Desde ese punto de vista, muy contento. Que veintitrés años después se siga apoyando es muy importante. Pero no es así en relación con la Administración. Ellos no tienen la visión de la dimensión que tiene el flamenco. El festival sigue para delante porque sigue siendo una apuesta mía personal, no porque sea una apuesta de la Administración. Mi motivación principal no es decir, bueno, como me siento tan respaldado voy a seguir para adelante. Es más bien lo contrario. Ahí hay que darle un suspenso.
– Vaya, esas palabras encierran cierto tono crítico.
– No es tono crítico, es tono real. Y la pena es lo que creo que hay detrás, que es una falta de conciencia, una falta de consideración del potencial que tiene el flamenco para proyectar nuestra cultura y nuestra identidad. De lo que sería el flamenco si hubiera un poquito más de atención por parte de la Administración. Yo siempre digo que si hubiera un apoyo decidido a esta parte internacional habría como diez veces más trabajo. Mil euros de inversión en el flamenco se convierten en un retorno de diez mil. Y creo que esa visión no existe. Así que estamos todavía ahí luchando y luchando. Hay una falta de visión. Damos por sentado lo que es el flamenco, pero creo que no se conoce todavía o no se valora esa dimensión internacional. Por ejemplo, Flamenco Festival genera recursos en Estados Unidos. Es decir, está habiendo un ingreso mayoritario de fuentes de financiación de EE. UU. hacia España. El apoyo de cien mil euros se convierte en un retorno de un millón. Eso es una inversión, no un gasto. Y no existe esa visión.
«Al final un festival responde a la oferta que hay, y yo siento que hay poca oferta de propuestas tradicionales de calidad. Me refiero al cuidado escénico. Las propuestas contemporáneas ponen mucha atención en eso. Yo echo en falta que haya propuestas de raíz con una visión escénica de alto nivel»
– En las grandes citas flamencas de España hay demasiada danza contemporánea, dicen los cabales. Esa modernidad que es tan aplaudida en los escenarios internacionales. Confeccionar el programa de un festival como el suyo será un ejercicio de equilibrismo entre vanguardia y tradición, ¿no?
– Pues sí. Para mí la propuesta tradicional es muy importante. Si me apuras, a veces es la que tiene una mayor repercusión, porque es la más distinta, digamos. No competimos con todo lo que es el mercado de la danza contemporánea. Nosotros, como festival, dentro de nuestras posibilidades, todos los años hacemos una gala flamenca que nos sirve para que haya baile por derecho, en su estado puro. En la primera gala que hicimos en 2002 estaban Manuela Carrasco, Chocolate, Israel Galván y Rocío Molina. Pero al final un festival responde a la oferta que hay, y yo siento que hay poca oferta de propuestas tradicionales de calidad. Cuando hablo de calidad me refiero al cuidado escénico. Las propuestas contemporáneas ponen mucha atención en esa propuesta escénica. Yo echo en falta que haya propuestas de raíz con una visión escénica del nivel de lo que hoy estamos ya acostumbrados. Hace unos años el espectáculo tenía un núcleo principal de baile y luego un solo de guitarra para que el bailaor se cambiara. Esa era la dinámica normal. Hoy, si no tienes un poquito más de cuidado se nota que las intenciones no son esas. Tiene que haber un cuidado adicional. No hablo de grandes fuegos artificiales ni grandes puestas en escena. Se trata de un simple cuidado. Que las intenciones que hay detrás del espectáculo estén cuidadas. Las transiciones, cuidadas. La iluminación, cuidada. El vestuario, cuidado. Un cuidado. Y si no, lo que se transmite es un descuido. El público siente cuándo un espectáculo está descuidado y cuándo está cuidado. Es cierto que faltan directores escénicos. Necesitas rodearte de un equipo que pueda ayudarte a crear magia incluso en esos momentos de transición. Yo soy un gran defensor de las propuestas tradicionales, espectáculos de siempre, pero a veces no encuentras una propuesta que puedas presentar, porque ves muchas carencias.
– Esa respuesta puede callar bocas, mi señor.
– Yo no hablo de mis gustos personales. Bueno, puede que un poco sí. Pero sobre todo hablo de unos estándares en los teatros en los que trabajo, que tienen sus exigencias. Yo busco también las propuestas que sé que van a funcionar, que trascienden lo local y que van a tener éxito en teatros de Londres y Nueva York.
– ¿Cómo se ve actualmente el flamenco desde Estados Unidos? ¿Se aprecia más guapo de lo que realmente es? ¿Deslumbra más por ahí afuera?
– Es muy difícil contestar a esa pregunta. Cuando hablamos de flamenco utilizamos una palabra que tiene muchos significados. No es lo mismo cuando tú dices flamenco que lo que puede sentir una persona de Texas. Ellos identifican el flamenco con algo muy distinto. Si hay algo común que se mantiene como experiencia para el público es que es una manifestación que transmite una alta dosis de verdad y de autenticidad. Eso es lo que van buscando. No es una manifestación artística basada, como en Broadway, en efectos especiales. Ese momento de verdad y autenticidad es el que trasciende, el que al final toca al público y diferencia un espectáculo de flamenco de un espectáculo de ballet. Eso es lo que identifica el flamenco en relación con otras artes escénicas.
– ¿El público que busca la verdad dice los olés a tiempo?
– Eso es más difícil, ja, ja. Lo que es sorprendente es ver que hay gente de todo el mundo que estudia el flamenco. Allí donde vayas siempre te encuentras unos olés a tiempo.
«El flamenco es una manifestación que transmite una alta dosis de verdad y de autenticidad. Eso es lo que van buscando. Ese momento de verdad y autenticidad es el que trasciende, el que al final toca al público y diferencia un espectáculo de flamenco de un espectáculo de ballet»
– ¿Cada localización tiene su particularidad? ¿La audiencia de Nueva York es diferente a la de Miami o Londres?
– En Estados Unidos el sistema de las artes escénicas funciona de una forma distinta a España. Cada teatro tiene lo que ellos llaman la mission statement, su misión, que la define y la limita. Si la misión de ese teatro es el arte de vanguardia, solo programa arte de vanguardia. Y su público es solo público de vanguardia. Y no pueden hacer otra cosa, porque está definido en sus estatutos. Entonces cada teatro tiene un público muy definido. Hace treinta años, para ver flamenco en NY solo podíamos ir a tres teatros, porque el flamenco cuadraba con su programación. Hoy podemos ir a veinticinco teatros, dado el amplio abanico de propuestas artísticas. Y sí, cada audiencia de cada ciudad tiene una particularidad, igual que cada teatro. Mi trabajo principal es hacer casar una propuesta artística con un público. Cuando queremos presentar un espectáculo que es de corte vanguardista voy a ciertos espacios, igual que si es de corte más clásico, alternativo o joven. Cada teatro tiene su público distinto. Y cada ciudad tiene también una idiosincrasia, porque no es lo mismo una ciudad que ha podido ver doscientas propuestas de flamenco a una que solamente ha visto tres. La programación de Nueva York es diferente a la programación de Londres. Si en una ciudad acaba de estar un artista, intento llevar otra propuesta. También porque me gusta complicarme la vida y no repetir cosas.
– ¿Cómo visualiza el Flamenco Festival a la vuelta de diez o veinte años? ¿Al compás de los tiempos?
– Pues la verdad es que no me lo imagino. Esta respuesta que te doy puede ser completamente distinta mañana, porque ya me ha pasado. Una desventaja que tiene el proyecto, como te decía antes, es que es un proyecto personal. Depende de mi nivel de energía, de mi ánimo. Hace tres años, por ejemplo, ya no le veía futuro. No tenía energía para seguir para adelante, sobre todo por el desgaste que supone la falta de apoyo institucional. Que cada año para cada espectáculo tenga que buscar un patrocinador o un colaborador. Hay veces que mi entusiasmo puede más, venga, vamos, que yo esto lo quiero sacar para adelante como sea, y hay veces que no. Entonces, no tengo un futuro claro. Esa es la realidad.
– No me deje un cierre así, con una respuesta tan gris.
– Yo estoy muy satisfecho del papel que Flamenco Festival ha realizado en la promoción del flamenco, las puertas que ha abierto. Y esas puertas están abiertas para el flamenco. Las compañías podrán seguir haciendo espectáculos sin necesidad de Flamenco Festival. A veces los festivales tienen su propósito y llega un momento en que surgen otras formas también de llevarlo a cabo. Así que no tengo una visión de estar haciendo esto dentro de quince años. Primero, porque ya estaré jubilado. Pero sí que hago una petición a la Administración: que muestren el interés para que un proyecto como este, una de las plataformas más importantes para la promoción del flamenco en el mundo, no sea un proyecto personal, sino un proyecto institucional.
Imagen superior: Lolo Vasco / Flamenco Festival