Manuela, si tú me bailas
se viste de gala el sol,
hay una fiesta en el cielo
y hasta el mismo Dios bailó
Así tronó Enrique El Extremeño abrigando la soleá de Manuela, anticipando la despedida, rabiando su voz de campanas gordas tatuada al baile de La Diosa.
A Manuela hay que venerarla hasta que dentro de quinientos años que nos dure esté viejita con su cara de faraona gitana y sus ojos encendíos. Hasta que el tiempo borre las hechuras tiznás de su cuerpo y quede viva para la eternidad en El Olimpo de los morenos.
Solo vine a ver su estampa. Con eso valía. Pero se entregó a Sevilla pa regalar la decantación del arte en la quintaesencia del baile gitano. No había que demostrar nada, pero le pegó tres pellizcos al vestío y nos partió en peazos.
«Solo vine a ver su estampa. Con eso valía. Pero se entregó a Sevilla pa regalar la decantación del arte en la quintaesencia del baile gitano. No había que demostrar nada, pero le pegó tres pellizcos al vestío y nos partió en peazos»
Antonio Canales borró el negro del teatro y se abrió la noche. Bordó rosas con su palabra para presentar a una bailaora que iluminó el cielo de La Maestranza y arrancó la ovación de Sevilla. Arropada con un mantón azul, sentada en la enea, se nos clavó en la memoria la imagen de El Baile.
Paseó la gravedad del taranto al arrullo del Extremeño y los remató por tangos. Zamara Carrasco se quedó en Levante con la murciana y la levantica de El Cojo de Málaga. Manuela Amador se buscó por seguiriya con los arranques rotundos del cante de Manuel Tañé. Israel Fernández gustó al público por bulerías. Pero El Pele revolcó el graderío con su soleá, dibujando uno de esos instantes para el recuerdo.
Y alrreó de una mesa, con las guitarras de Pedro Sierra, Ñoño y Marcos de Silvia, las palmas siempre en su punto de El Petete, el violín dulce de Samuel Cortés y la percusión de José Carrasco siguió la fiesta con aires de alboreá, jaleos y bulerías, propiciando la juerga el paso a dos entre Manuela y Canales, tocado de inspiración, que quebraron sus cuerpos y se abrazaron al baile rubricando momentos para la historia de La Bienal.
Sierra acarició la guitarra por farruca y Zamara se marcó un rato de pasión por bulerías, emocionándose al besar al cielo por su padre.
«Quiero celebrar la última coronación de La Diosa del Baile Gitano como su trayectoria merece, postrándome a sus pies, agradecido y rompiéndome las manos al aplaudirle, como hizo un Maestranza abarrotao que jaleó y lloró de emoción por Manuela»
Y llegó lo que se esperaba. La soleá de Manuela, que resumió primero con un puñao de figuras que escribieron un tratado de baile marcando el camino y perfiló después con el paseo, la escobilla, las llamadas, los desplantes y los silencios hasta hacernos perder la cordura echando las higaíllas gitanas en los maderos de esta catedral. Y al son de la saeta de la imponente banda de Los Gitanos que descubrió el telón de fondo, toreó, se meció como una virgen y alzó sus brazos a Sevilla para la posteridad del flamenco, el baile y la gitanidad.
Manuela resurgió Como el ave Fénix. Se apoyó en la buena dirección escénica de Ángel Rojas y se acompañó de los suyos, porque aquel que se va, aunque las despedías sean largas, quiere a su gente a la vera. Podría describirla, pero no quedan palabras que la delimiten ni se hayan dicho ya. Osado de mí. Y no quise buscarle pegas a un homenaje de cierre —to se le perdona—, no me da la gana. Quiero celebrar la última coronación de La Diosa del Baile Gitano como su trayectoria merece, postrándome a sus pies, agradecido y rompiéndome las manos al aplaudirle, como hizo un Maestranza abarrotao que jaleó y lloró de emoción por Manuela.
Ficha artística
Como el ave Fénix, de Manuela Carrasco
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Teatro de la Maestranza
29 de septiembre de 2024
Baile: Manuela Carrasco y Manuela Amador Carrasco
Cante: Enrique El Extremeño, Manuel Tañé y Zamara Carrasco
Guitarras: Pedro Sierra, Antonio Santiago ‘Ñoño’ y Marcos de Silvia
Violín: Samuel Cortés
Percusión: José Carrasco
Palmas: El Petete
Artistas invitados: El Pele, Antonio Canales e Israel Fernández