La propuesta del joven jerezano Manuel Valencia, guitarrista que debe su amor y respeto al instrumento gracias a su tío en los cielos de la gloria, Fernando Terremoto, responde a una serie audiovisual compuesta por tres episodios, en justa correspondencia con las tres fases de su proceso de creatividad, tal que escoltando al baile, su faceta de solista y principalmente acompañando al cante.
Esta trilogía es la segunda entrega promocional de Valencia, que conoció su estreno absoluto en marzo de 2023, en el seno del XXVII Festival de Jerez, y almacena, por tanto, la información de su trayectoria vital, siendo lo relevante el avance en la técnica, que es lo que marca, igualmente, el planteamiento de este recital, que, pese a que salimos escépticos porque lo esperábamos más en solitario abrazado al instrumento, resultó claro y fiable, sin notas pálidas, como evidenciamos en la soleá que dedica a su madre, La puerta del tiempo, y buscando la austeridad, sin acentuaciones blandas en ningún momento.
Su carácter melódico lo empleó en la taranta, Tierra negra, mientras que la mezcla de ilusión del antes y la emoción del después la percibimos en El árbol de las palabras, un zapateado con percusión en el que El Choro guarda la emoción hasta en los silencios como sólo el onubense puede hacer, con una imaginación exponencial, en la que cada caída en el acento tomaba sentido y sustancial importancia.
Pero nuestro gozo en un pozo. El guitarrista del jerezano barrio de La Asunción, con influjos evidentes de sus paisanos Gerardo Núñez y Moraíto Chico, da licencia a David Carpio a que se temple por granaína y Valencia ya nos va introduciendo desde la faceta del acompañamiento En una gota de agua al propio cante, se hace escoltar por palmeros y percusión y desemboca en las cantiñas, que enlaza con Rentoy¡.
El tema citado corresponde a unas bulerías ejecutadas por David Carpio con las que el protagonista, Manuel Valencia, intercambia en cierta manera sus cartas a fin de rendir honores a su padre, el excelente palmero Diego el Cabero, que amargamente se lo llevó la Covid 19, conformando un conjunto donde lo descriptivo se impone a las virtudes de la guitarra de concierto.
«Su relato es de ejecución honda, ancha y perfilada, con una sensibilidad jerezana estilizada e inteligente, y lanzado a deslumbrar o seducir, como hizo en el gobierno del pulgar o en los cierres, en los que la guitarra se imponía al resto con el arrojo de aventurar la redondez del discurso en pro del éxito de la propuesta»
Alcanzábamos los 33 minutos, de significado tan espiritual, y Valencia abandona el proscenio a fin de preparar el instrumento para una rondeña, Entre mis manos, desempolvada de su ópera prima fechada en 2016 y del mismo nombre, obra ya citada, en la que el jerezano enfatiza su vivacidad expresiva, como quien en ella desarrolla variaciones y ornamentos que le precedieron.
A fuer de sincero, nos supo a poco los toques en solitario, dado que de inmediato resuenan en nuestros oídos esbozos melódicos del martinete (En la puerta de la fragua) en la voz de David Carpio. Valencia se introduce por entre los tercios y exhibe su tono matizado por seguiriyas, con el que escolta al cante de Carpio y al vigoroso baile de El Choro.
Estábamos, pues, en De la raíz, de trascendencia merced al ímpetu del cantaor pero sobre todo al efecto tan matizado de El Choro, que confirió notoriedad al recital y al que le prestó absoluta solvencia, con giros limpios y muy conseguidos, con enorme delicadeza en el zapateado y sin superficialidades en las llamadas, lo que nos permitió observar más al detalle el acompañamiento a un cante interiorizado que se fue proyectando con poderío hasta el último rincón del Espacio Turina y del corazón de cada espectador.
Nuestra experiencia emocional no era, por tanto, positiva, aunque resalto, mismamente, que el lenguaje expresivo de Valencia era acogido con aplausos del público y asentimientos ajustados en erudición y claridad como escolta del cante o el baile, a sabiendas de que a sus 30 años de edad, el jerezano tiene margen suficiente para seguir creciendo como guitarrista de concierto y desarrollar y pulir su propio discurso musical.
Entre tanto llega ese momento, que nadie puede aventurarlo, hay que subrayar que su relato es de ejecución honda, ancha y perfilada, con una sensibilidad jerezana estilizada e inteligente, y lanzado a deslumbrar o seducir, como hizo en el gobierno del pulgar o en los cierres, en los que la guitarra se imponía al resto con el arrojo de aventurar la redondez del discurso en pro del éxito de la propuesta.
El ímpetu de Manuel Valencia había extraído, en consecuencia, sones del océano profundo de sus vivencias y se las fue dejando al espectador en los márgenes de sus sensaciones. No obstante, a medida que avanzaba el programa, el guitarrista fue perdiendo de vista el descubrimiento de nuevos mares para quedarse en las orillas de lo que lo acredita.
Ficha artística
Las tres orillas, de Manuel Valencia
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Espacio Turina
29 de septiembre de 2024
Guitarra y dirección musical: Manuel Valencia
Cante: David Carpio
Invitado al baile: El Choro
Percusión: Carlos Merino
Palmas: Javier Peña y Juan Diego Valencia