Cuando Manolo Franco acaricia las cuerdas de la guitarra salpica bondad. Estas cosas también se traslucen en la mirada. Quizás sea por eso por lo que se ha rodeado de un elenco impropio para La Bienal. Todo el mundo tiene que llenar la nevera. O son amigos y ha querido contar con ellos para la cita o el presupuesto escasea. De cualquier modo no era necesario. Quiero decir: mejor solo que mal acompañao.
Presentó El color de mi sonido arropado por un elenco mediano, por no pintarlo de ocre. Medio ocre. Era un anticipo de su esperada grabación. A poco que uno sepa istinguí la propuesta obligaba a separar la paja del grano, discriminando con el oído aquello superfluo que ensuciaba la guitarra pulcra, sentida y jonda del tocaor. Manolo Franco es un maestro con todas las letras. Y asomarse al magno festival con estos artistas desluce el color de su sonido manchándolo de tintes oscuros que apocan su calidad. Ni el cante, ni el baile, ni la segunda guitarra estuvieron al nivel del toque de Manolo Franco. Quedaron como meros aficionaos frente a un guitarrista colosal que erró en la elección del cartel. Sin embargo la propuesta del repertorio fue convincente, entresacando el toque del maestro de todo lo demás.
«La guitarra de Manolo Franco cantó, soñó y lloró pintando con ribetes finos los colores de su sonido»
Se templó por minera. Comenzó un ritual de cosquillas y bordones con arpegios precisos, alzapúas de vértigo, trémolos limpios y picados con definición. Por soleá sonaron campanas gordas que rozaron la sinrazón de la incorporeidad, el duende. Prosiguió por alegrías con un soniquete bien marcado: fresco, osado y guasón. Su guajira preciosista y moderna engalanó los maderos del proscenio con alardes melódicos. Un puñaíto de fandangos en El Rompido conformaron la lumbre que necesitaban las manos de Manolo para redondear con definición. Fue de menos a más, entregado y con entusiasmo. Agradecido y con responsabilidad. Como abordó la farruca, donde convergieron lo clásico y lo jondo, la creatividad compositora y la genialidad. La sexta en RE coloreó de matices graves su toque. Se trataba de eso, de lucir lo que aún desconoce el público o revivir la cercanía. Con los tangos deudores que le sisó a Camarón preludió la seguiriya y un popurrí final donde cupieron unos Ojos verdes, el Anda jaleo o el zorongo de Lorca.
El sonido tuvo carencias que hicieron ininteligibles algunos cantes y nublaron el toque. El cuadro era malo. Lo suyo fue muy bueno. La guitarra de Manolo Franco cantó, soñó y lloró pintando con ribetes finos los colores de su sonido.
Ficha artística
‘El color de mi sonido’, de Manolo Franco
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Espacio Turina, Sevilla
14 de septiembre de 2024
Guitarra: Manolo Franco
Segunda guitarra: Miguel Ángel Laguna
Cante: Mercedes Abenza y Churumbaque
Baile: Rafael del Pino ‘Keko’
Percusión: Agustín Henke