«Cualquiera, pero alguien que me quiera». Tan sencillo y tan demoledor. Así sentencia la frase en una proyección sobre el fucsia del fondo del decorado al final del espectáculo. Porque todos lo anhelamos. El amor amigo, el amor amante, el amor caliente, el amor carnal. Manuel Liñán descuartiza sus sentimientos y nos los brinda al desnudo. Hurga en la herida de lo que conmueve, en las pulsiones sexuales, en las debilidades de la humanidad. Muerta de amor es una oda al amor libre, una reivindicación pasional de las voluntades del corazón y del cuerpo, de la carne que palpita y busca placer, del que ansía caricias y de aquel que necesita sentir el deseo del otro y ser amado. Es un homenaje a la sensualidad y al amor en todas sus dimensiones más allá del género y las etiquetas.
Conjuga la visceralidad de la copla en la voz desgarradora de Mara Rey –arrebatadoramente enamorada y ardiente– con los abismos insondables del flamenco. Y lejos de caer en tópicos con tintes almodovarianos, la obra escarba en las verdades cotidianas del deseo, las fantasías y la provocación para expresarlas en la intimidad de la comunión de un teatro. Soberbios los instrumentos de Víctor Guadiana, la percusión de Javier Teruel y la musicalidad apropiada en cada momento de la guitarra de Francisco Vinuesa. Rematado por el cante apretao de Juan de la María. Es increíble pensar cómo puede salir de la sesera de un artista un discurso tan cuidado, con tantísima simbología y preñado de tantos detalles que solo conducen a la excelencia. Además de la selección de un elenco de categoría suprema donde cada uno brilla como solista en una obra absolutamente magistral, digna de los desvaríos de un genio extraordinariamente loco.
El Esclava de tu amor que interpretaba Marifé abre el pecho de Mara Rey al compás de los jadeos de los bailaores como toda una declaración de intenciones. Esclava de tu amor que me disloca despeina a la jerezana enardecida y trastocada. Los micros cuentan lo que pasa. Los cables son los látigos que fustigan y los pies se bambolean con las ráfagas del calor de los cuerpos. Nadie sabe lo que siento por ti (…) y el clavel se ha puesto tan encendío que está quemando mi piel. Como entonaba Rocío Jurado. O un quisiera cariño mío que tú nunca me olvidaras por colombianas. En el último minuto , A que no te vas…
«Sentí y disfruté como un cochino en un charco. Porque todos bailaron e interpretaron de lujo. Juan Tomás y Liñán, para reventar. Hasta crearme la duda de si será esto quizás la mejor obra que veremos en esta recién estrenada Bienal. Aunque me cueste reconocerlo por mi querencia a la tradición más ortodoxa. Pero cuando algo es bueno, transmite, llega y te desmorona»
Muerta de amor zarandea los centros de los silencios carnales del ser, te remueve y emociona. «Estoy queriendo y no quiero que nadie me lo adivine. Estoy guardando el secreto y temo que me lo quiten». Manuel Liñán, José Maldonado, Alberto Sellés, Juan Tomás de la Molía, Miguel Heredia, José Ángel Capel, David Acero y Ángel Reyes -según reza el programa- conforman el cuerpo de baile. Tentaciones capitales para Liñán. Flirtea con cada uno de ellos exprimiéndoles un jugo distinto, enamorándose o perdiéndose en la danza de la seducción hasta arder en candela viva. Los corretea y corteja, vive el amor sin barreras, se despoja de los prejuicios, los busca y los rechaza, los besa y abraza, sufre la infidelidad, duda y quiere, experimenta la ternura, los celos y el despecho, hace el amor a empujones impetuosos de sus cinturas, se enchcocha como un adolescente… todo ello abriéndose en canal en una narración perfectamente coreografiada y quizás autobiográfica que dibuja los derroteros por los que transita su izquierdo y los caprichos de la piel.
Salpica la obra con guiños a María Jiménez y al inigualable Bambino, cuya causa atraviesa el hilo de la propuesta. E incluso a Marchena –que tengo luto y no puedo comer fruta colorá– imbricado en un marco de copla y flamenco, por cantiñas, fandangos, tangos, cuplés… y hasta boleros. Pero entresaco de todas las genialidades tres momentazos memorables que guardar en la talega de los repelucos. La recreación de un baile por sevillanas de Sellés y Liñán, amarrados por un pañuelo rojo que después ciega al culpable de la pieza como queda cegado quien ama con locura y hacen con él lo que quieren. Por su inigualable belleza y la forma de contarlo. La intervención de Juan Tomás de la Molía, el mejor bailaor joven del panorama actual, que se muestra colmao de age y acompasao, flamenco y zalamero, seductor, jondo, espontáneo, natural… frente a un Liñán que lo goza sentado clavándole su atenta mirada. Y la apoteósica soleá de Liñán con cierre por bulerías de Lebrija bailada con empaque y enjundia con una falda que teje desnudando parcialmente a los bailaores quedándose con un poquito de cada uno de ellos.
Ahí pudo haber acabado, en el clímax. Me sobraron minutos en la preparación de esta indumentaria y el baile clásico de uno de los componentes después. Me faltó más de Heredia, cuyo talento se me antojó desaprovechado por el coreógrafo. Me gustó que todos cantaran –muy bien– y que se les diera voz hasta el final de la obra, donde desfilaron por el micro de Liñán. Lo de Mara fue tremendo y le vino como anillo al dedo al espectáculo. Y a ella por su papel. Sentí y disfruté como un enano, como un cochino en un charco. Porque todos bailaron e interpretaron de lujo. Juan Tomás y Liñán para reventar. Hasta crearme la duda de si será esto quizás la mejor obra que veremos en esta recién estrenada Bienal. Aunque me cueste reconocerlo por mi querencia a la tradición más ortodoxa. Pero cuando algo es bueno, transmite, llega y te desmorona.
Liñán se abandona sin complejos y con inusitada sensibilidad en Muerta de amor a los designios de lo fluido, deconstruyendo la masculinidad del baile y rompiendo con lo esperado. No sorprende a los que conocen su trayectoria pero embruja y cautiva. La provocación no es gratuita. Todo atiende a un sentimiento desinteresado y alejado del efectismo. Cada paso, cada gesto se apoya en una verdad sincera que no busca el aplauso ni el triunfo. Más bien surge de una necesidad vital de contar las cosas que le rebosan por los poros. Se podría decir de otra forma, pero el respetable tiene la dicha de que le salga así, de esta manera. Porque la estética de su espectáculo no es el fin sino el medio. Y consigue tocar las fibras, te conmueve y te hace reflexionar. Te arranca una sonrisa, las ganas de vivir y te empodera hasta el punto de querer salir del teatro para emborracharte y disfrutar de los placeres sexuales celebrando como nunca la lujuria. Te anima a vivir el día y la noche con desenfreno. Muerta de amor te invita sin censuras e irremediablemente a amar.
Ficha artística
Muerta de amor, de Manuel Liñán
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Teatro de la Maestranza
15 de septiembre de 2024
Baile: Manuel Liñán, José Maldonado, Alberto Sellés, Juan Tomás de la Molía, Miguel Heredia, José Ángel Capel, David Acero y Ángel Reyes
Cante: Mara Rey y Juan de la María
Guitarra: Francisco Vinuesa
Instrumentos: Víctor Guadiana
Percusión: Javier Teruel