Sevillana de 1973, Victoria Santiago Borja, más conocida como La Tana, tiene el honor de haber sido una de las voces principales del disco Cositas buenas de Paco de Lucía, de haber acompañado al genio de Algeciras en varias giras mundiales y hasta de haberlo recuperado como productor, para su disco Tú, ven a mí. De muchos de aquellos momentos han pasado ya al menos 20 años, pero para ella no parece haber pasado el tiempo: no hay un día que no recuerde al maestro.
–Usted empieza a cantar muy joven, estuvo con Joaquín Cortés, con Farruquito, pero… ¿Cuándo se sintió artista por primera vez?
–Yo empecé en los tablaos de Sevilla, estuve en Los Gallos, y ya después fue Joaquín el primero que me llevó en sus giras. Estuve como cuatro años, y en ese tiempo también pude hacer cosas con Farruquito, con Manuela Carrasco, con Canales… Empecé así, para atrás, cantando para el baile.
–¿Qué representaba entonces Paco de Lucía para usted?
–Era un mito, igual que Camarón. Eran nuestros ídolos. Era impensable que pudiera ir algún día con él, ni soñando.
–¿Qué escuchaba de ellos que le gustaran?
–No sabría decir, todo lo de ellos: Viviré, Potro de Rabia y Miel… Todos son antologías. Y de Paco lo mismo, escuchaba todos los discos de ellos.
–¿Cómo fue su primer encuentro con el maestro?
–Yo estaba con Joaquín Cortés trabajando, cuando Javier Limón le dijo a Paco: “Hay una muchacha que canta bien, me gustaría que la escucharas”. Y me llamaron inmediatamente para Cositas Buenas. Yo a Javi lo conocía ya antes, a Pepe de Lucía también…
–¿Cómo había sido su contacto con Pepe?
–Tuve una entrevista con él, porque al principio me iba a grabar un disco, cuando yo tenía 19 años. Recuerdo que fui con mi hermano a Madrid, me reuní con él, y Javi trabajaba con Pepe entonces. De ahí nos conocimos y, aunque al final no se pudo hacer el disco mío, surgieron contactos, colaboraciones, cosillas que hice con él. Pepe es un sabio de esto, como todos los hermanos, que son genios…
–¿Eran muy distintos Pepe y Paco?
–Sí, yo creo que Pepe era un poquillo más serio. Paco era más guasón, le gustaba mucho reírse.
–La llamada, ¿la hizo Limón, o la hizo Paco?
–Me llamó Paco directamente. “Me gustaría que vinieras a hacer unos coritos, así nos vemos y nos conocemos”. Esa era la idea al principio, pero ya estando en el estudio me dijo: “Mira, vas a grabar este tema”. Y ya grabé Cositas buenas. Y me propuso irme de gira con él. Para mí fue, imagínate, un sueño cumplido. Le dije que sí, por supuesto.
«Paco había estado con el genio de los genios, y superar eso… Decía que había gente que cantábamos muy bien, cada uno con nuestras cosas, le gustaba Estrella… Pero después de oír a Camarón, creo que no le gustaba nadie. Y a mí me pasa, escucho sus discos y ya no te gusta nadie, ni tú misma»
–¿La primera impresión cuando tuvo a Paco delante, cómo fue?
–Temblaba de los nervios que tenía, ni hablaba. Y él me decía: “Tranquilidad, yo soy de carne y hueso como tú”. Y yo, “pero usted es el maestro…”
–¿Cómo fue la grabación del disco?
–Yo estuve toda la grabación entera, con el Diego, cuando tocó el Morao, con todos… Estuve como dos meses o así en Madrid. Él era extraordinario para todo, para grabar también. Me daba muchos ánimos, “métete ahí tranquililita, no te preocupes, lo que tengas que repetir lo repetimos. Pero lo vas a hacer bien, ¡si eres un afinador!”.
–Él era muy aficionado al cante, ¿hablaban de ello?
–Muchísimo, yo le pedí consejo. “Maestro, ¿a quién estudio, a quién escucho?”. Y me decía: “Para estudiar, tienes que escuchar a los viejos, te tienes que ir para atrás. A Camarón hay que escucharlo para disfrutar, pero para estudiar… Escucha a Tomás, a la Niña de los Peines, a Manuel Torre…».
–¿Y consejos?
–Sobre todo de cuándo teníamos que entrar, dónde terminar… Pero te dejaba mucha libertad.
–Montse Cortés me contó que a ella le daba instrucciones muy precisas, pero a usted no tanto, porque no le hacía caso. ¿Era usted tan rebelde?
–Sí, me daba instrucciones, pero le gustaba también mi improvisación, me dejaba más a mi aire, eso es verdad.
–¿Qué guitarristas le gustaban?
–A él le gustaba el Diego. Estaba convencido de que crearía escuela, y es verdad, porque ahora muchos niños lo siguen. Hablaba de Vicente también, que era un bicharraco… Le gustaba mucho la guitarra gitana. De cantaores hablaba menos, le parecía que era muy difícil. Él había estado con el genio de los genios, y superar eso… Decía que había gente que cantábamos muy bien, cada uno con nuestras cosas, le gustaba Estrella, que todo lo que hace lo hace muy bien… Pero después de oír a Camarón, creo que no le gustaba nadie. Y a mí me pasa, escucho sus discos y ya no te gusta nadie, ni tú misma.
–¿Cómo era su relación con los gitanos?
–Él adoraba a los gitanos, se sentía uno más. Lo decía, ¿eh? “Yo soy gachó, pero me siento gitano”. Lo llevaba en su día a día, en sus vivencias. No podía renegar de lo que era, de su padre ni de su madre, pero estaba convencido de que en otra vida había sido gitano [risas]. No creía que cantáramos mejor ni peor, simplemente es otra manera, y a él le gustaba.
«Yo le pedí consejo. Maestro, ¿a quién estudio, a quién escucho? Y me decía: Para estudiar, tienes que escuchar a los viejos, te tienes que ir para atrás. A Camarón hay que escucharlo para disfrutar, pero para estudiar… Escucha a Tomás, a la Niña de los Peines, a Manuel Torre…»
–La primera gira fue un momento de cambio para Paco, después de muchos años con la misma formación. ¿Cómo recuerda ese aspecto?
–Se le veía bastante ilusionado, quería hacer cambios y disfrutaba mucho con el nuevo equipo, la verdad.
–Usted ya había dado la vuelta al mundo con grandes artistas, ¿qué tenía de diferente ir con Paco?
–Claro, ahí había más afición. Con Joaquín y los otros aprendimos, pero con Paco era mucho más, porque era un músico. Y su público, imagínate, era gente a la que le gustaba el flamenco, se entregaban.
–Siempre dicen los acompañantes de Paco que apenas tuvieron tiempo de ensayar con él. ¿Usted sí pudo?
–Yo ensayé para la primera gira, ahí sí nos fuimos como quince diítas a Madrid, porque claro, éramos todos nuevos y había que montar todo el repertorio nuevo, así que allí nos fuimos, donde Javi, en el estudio. Al final se montó todo más pronto de lo esperado, lo cogimos todo rápido y pudimos acortar los ensayos.
–¿Al Negri ya lo conocía de antes?
–Sí, hombre, era una cosa distinta a lo que había llevado antes, y Paco quiso probar. Y como tocaba también algún instrumento, la mandolina o algo de eso, pues probó también con él.
–¿Qué recuerdos tiene de la gira?
–Hicimos unas cuantas, por todo el mundo. América por el Sur y por el Norte, Japón, Alemania, Rusia… Yo qué sé, un montón de países. Nos pegábamos dos meses fuera de casa. Recuerdo una cosa que nos reímos mucho, aunque a él le enfadó al principio. Al llegar a Nueva York, pasamos el control de seguridad y él llevaba su ProTools y sus cacharros, y se lo quitó un gachó que estaba allí. Nosotros nos reímos intentando quitarle hierro al asunto, y él nos miraba y nos decía: “Este no sabe lo que llevo yo ahí”. “¿Qué lleva tan importante?”, le preguntan, y él, “pues mi música”. Luego se lo devolvieron, claro, pero nos reímos lo más grande, porque nunca lo había visto así. Nosotros le dijimos que qué raro que no lo conocieran, y él respondía: “Es que me ha tocado el tonto del pueblo”.
–¿Más recuerdos?
–Era un guasón, siempre estaba guaseando. Siempre nos picaba un rato antes de salir, “la Montse luego te va a reventar…” Picaba a todo el mundo, luego se iba para la Montse y le decía lo mismo. A lo primero, cuando nos estábamos conociendo, aunque todos los compañeros nos hemos llevado muy bien siempre… La verdad es que salíamos y todo el mundo ponía toda la carne en el asador. Ya luego le decíamos “¡déjame tranquila!” “Bueno, tú estate tranquila, pero ponte las pilas, que la otra verás luego la que te va a dar…” Picaba al Piraña con el otro, al otro con el otro…
–¿Tuvo buena relación con el grupo?
–Sí, hoy día todavía me sigo hablando con Duquende, con Alain, con Antonio Serrano… Y Bobby, que nos hacía de intérprete, porque no sabíamos decir nada en inglés. Lo pasamos genial con él.
«Él adoraba a los gitanos, se sentía uno más. Lo decía, ¿eh? Yo soy gachó, pero me siento gitano. Lo llevaba en su día a día, en sus vivencias. No podía renegar de lo que era, de su padre ni de su madre, pero estaba convencido de que en otra vida había sido gitano [risas]. No creía que cantáramos mejor ni peor, simplemente es otra manera, y a él le gustaba»
–Japón, ¿era otra historia?
–La verdad es que tuve una mala experiencia, porque me puse mala allí, cogí como una bacteria y Paco me mandó para casa. “Vaya a ser que aquí te pongas peor, te vas para España”. Luego volvimos más veces, pero siempre me acordaba de aquello. Estaba muy pendiente de nosotros, nos cuidaba.
–Con su madre, Herminia, ¿cómo se llevaba?
–Genial, siempre estaban de guasa uno con el otro. Mi madre le decía, “Paco, cásate conmigo”, y él se meaba de la risa, “no eres tú nadie…” Eran a cuál mejor.
–¿Le vio alguna noche mala?
–¿Tocando? Bueno, alguna sí hemos vivido, pero eso lo notaba él, ni nosotros ni el público. Él nos lo decía, “madre mía, no he dado ni una”. “Pero maestro, usted no falla ni queriendo”. “Sí que fallo, sí que fallo…”
–¿Y las miradas que lanzaba desde el escenario?
–Él quería que estuviéramos siempre pendientes, con compenetración… Y a la vez siempre te echaba la sonrisa. Te miraba para que no te despistaras, pero no recuerdo que nos haya dicho que habíamos estado mal.
–Paco no había producido un disco desde Potro de rabia y miel, y el siguiente fue el que le hizo a usted. ¿Cómo surgió ese proyecto?
–Fue con Javi también. Propuso grabarlo, “vamos a grabarle un disquito a La Tana”. Yo estaba siempre diciéndole “Paco, por favor, vamos a hacer algo, vamos a grabar algo”, hasta que un día me dijo que íbamos a hacerlo. Buscaron la casa discográfica, hablaron con una mujer de Virgin, no recuerdo el nombre, e imagínate…
–¿Cómo fue el trabajo?
– Fue llamando a gente para que le dieran temas, me los iba pasando a mí para que viera si me gustaban, cómo me sentía yo cantando… Cuando ya los tuvimos, nos organizamos para ir a Madrid, unos quince días. Primero haciendo referencias, llamando a la gente, y el disco se hizo bastante rápido. Por allí estaba también Alejandro Sanz, que había metido el tres cubano en Cositas buenas… Al final, cogimos tres temas de Boris Carmona, otros de mi padre, otro de Juan José Amador, una letra de Farruquito, del Capullo… Quedó muy bien, todavía se escucha.
–De hecho, hace poco ha salido una versión de Omar Montes. ¿Cree que le gustaría a Paco?
–Yo creo que no [risas].
«Maestro, cuéntenos esto, lo otro… Ahí nos dijo que estaba enamorado de Camarón, que era un músico más. Que sufría mucho también, que pasaba muchos nervios antes de salir, se ponía malo. Ya ves, luego salía y madre mía, la que liaba. Y cuando venía para Andalucía, ni te cuento. Maestro, ¿usted qué siente ahí arriba? ¿Yo qué voy a sentir? ¡Muchas fatigas!»
–Usted está cerca de los jóvenes, ha colaborado también con C Tangana…
–Sí, es un tío genial, me parece una persona increíble, superinteligente. Otro genio, de lo suyo, pero genio. Le encanta el flamenco, además le gusta lo bueno, no es tonto.
–¿Cómo fue su despedida de Paco?
–Pues triste, para qué te voy a engañar, porque nosotros estábamos muy a gusto, encantados de la vida. También es verdad que yo empecé a trabajar en mi disco en solitario, Montse también… Cada uno tenía su carrera aparte, faltábamos más, y él lógicamente quería a gente que estuviera con lo suyo. Nos dijo que nos quería muchísimo, pero quería dar un cambio.
–¿Siguió teniendo contacto con él?
–Sí, claro, telefónicamente, él estaba de gira y yo trabajando, pero hablábamos con él, con su niña, con su mujer. Nunca perdimos el contacto.
–La noticia de su muerte, ¿cómo le llegó?
–Dio la casualidad de que estaba en Madrid, trabajando. Me llamó una amiga, yo había trabajado la noche antes y estaba durmiendo. “¿Has visto las noticias?”. “No, ¿ha pasado algo?”. “¡El maestro!”. Me levanté, llamé inmediatamente a Gabriela, me dijo que ya estaban en Madrid, que luego se lo llevarían para Algeciras… Fui, le di su ramo de flores, estuve con la familia. A Algeciras ya no pude ir, para el entierro. No nos lo creíamos, estábamos espantados, porque era un tío fuerte, que hacía deporte, nos sorprendió muchísimo.
–¿Cuántas veces se acuerda de él al cabo del día?
–Muchísimas. Cada vez que trabajo, porque él siempre decía: “No cambies tu manera de cantar, tú tienes tu personalidad, y eso es lo que importa. No te preocupes, si no te entienden ahora, ya te entenderán más tarde”. Cosas así me vienen. Y mucha gente me pide que les cuente cosas de aquel tiempo, cómo me fue con Paco… Siempre está presente.
–Y de sus conversaciones, ¿con cuál se quedaría?
–Él pocas veces hablaba en serio, así que recuerdo una en la que repetía, “los flamencos son todos unos vagos, solo quieren dormir y comer”. Yo se lo discutí, “también somos trabajadores”. Y él, “anda ya, somos unos vividores…” “Venga ya, maestro, en serio”.
–¿Nunca consiguió que le hablara en serio?
–Alguna vez sí, como un viaje que hicimos en un autobús de esos con camas, por Nueva York… En ese momento que estábamos más horas con él, todos le preguntábamos cosas, maestro, cuéntenos esto, lo otro… Ahí nos dijo que estaba enamorado de Camarón, que era un músico más. Que sufría mucho también, que pasaba muchos nervios antes de salir, se ponía malo. Ya ves, luego salía y madre mía, la que liaba. Y cuando venía para Andalucía, ni te cuento. “Maestro, ¿usted qué siente ahí arriba?” “¿Yo qué voy a sentir? ¡Muchas fatigas!”. ♦
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XXII) Pepe Pereira: «En Paco había una falta de autoestima musical»
# LOS ELEGIDOS (XXI) Juan Ramírez: «Cuando murió Paco se acabó el petróleo, ahora solo quedan charquitos»
# LOS ELEGIDOS (XX) Antonio Sánchez: «Paco no fue el único creador, pero ser antipaquista es ser idiota»
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»