Antonia Gilabert Vargas. La Perla de Cádiz. ¿Dices que nació hace cien años? Venga ya… ¿Sí? Parece imposible, la tenemos tan presente, esa voz dulce con la luminosidad de la bahía de su ciudad y una pizca de tristeza disimulada para realzar el sabor.
Ama de casa que un día se quitó el delantal y salió de la cocina para entregar la esencia de su arte a la afición que se enamoró de ella y la puso en su merecido pedestal. La Perla recorrió los grandes tablaos y festivales de su país y de Europa, llevándose premios importantes del concurso de Córdoba o de Jerez, entre otros. Por bulerías, alegrías o cantiñas en particular te deja relamiendo los dedos de la sutil miel de su decir. Cantaora instintiva con grandes conocimientos y encantadora personalidad.
Para destacar a la persona y artista como se merecen, la venerable Peña Flamenca La Perla de Cádiz ha preparado un excelente programa de quince funciones de cante, baile y guitarra que llega hasta primeros de septiembre, llenando la tacita de aún más plata que la habitual.
«En los años más movidos del flamenco en Madrid, las primas María y Perla compartían vivencias, escenarios y casa, alegrías y penas. El recital de María Vargas en esta ocasión reflejaba la intensidad de aquellos recuerdos de una época irrepetible»
Para abrir la serie, le tocó nada menos que a María Vargas, cantaora figura sanluqueña, ahora afincada en Jerez donde es muy querida. En los años más movidos del flamenco en Madrid, las primas María y Perla compartían vivencias, escenarios y casa, alegrías y penas. El recital de María Vargas en esta ocasión reflejaba la intensidad de aquellos recuerdos de una época irrepetible.
Una interesante conferencia recordando a la Perla fue ofrecida por el flamencólogo Félix Rodríguez, antes del recital de María Vargas acompañada por el joven guitarrista Paco León, que se entiende muy bien con la cantaora. Alegrías, fandangos naturales, siguiriyas y bulerías, cante imprescindible que nos retorció del dolor del bueno que aporta el arte jondo. Después de unos minutos de nervios, María cogió carrerilla, ya no soltaba al público y empezaron a fluir por su sabia garganta los sonidos autóctonos que están en ella desde pequeña cuando su padre le injertó (porque no hay otra palabra) sus largos conocimientos del mejor cante, heredado a su vez del legendario Tomás el Nitri, tío abuelo suyo.
El amplio espacio de la peña casi abarrotada se alimentaba del cante de María, que nos llevó a todos a la época gloriosa de aquellos tiempos de La Perla, ahora doblemente sabrosos con el paso del tiempo. No es nostalgia gratuita sino la actualidad de aquel ambiente, la que era y sigue siendo un camino hacia el arte exquisito de nuestra Perla, la de Cádiz.
Al final de la magnífica intervención de María Vargas que dejó en pie al numeroso público, la cantaora recibió emocionada la insignia de la peña. El punto de juventud y entusiasmo lo puso entonces el cantaor Caracolillo de Cádiz, nieto del que fuera en su día Caracol de Cádiz. Su cante chisposo quedó como perfecto colofón de una velada flamenca histórica e inolvidable.