Continuamos con esta enjundiosa serie. El título del artículo refiere a una generación que, aunque algunos nacieron antes, expande los confines musicales guitarrísticos hasta límites insospechados. Hablamos de Andrés Batista, Pedro Bacán, Enrique de Melchor, Marote o Niño Miguel, entre muchos. Igual que pasó con la generación anterior, con los maestros Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar haremos un artículo describiendo sus aportes al mundo de la guitarra flamenca y la música.
En esta generación se concentra un núcleo de guitarristas importantes. Vemos una evolución donde el instrumento como solista se adapta a la evolución de los tiempos. Desde la primera mitad del siglo XX hasta la década de los sesenta apreciamos una fase donde se expande y a su vez se asienta la guitarra flamenca de concierto. Se observa la configuración de estructuras básicas, tanto en el repertorio como en su forma, evolución técnica e interpretación. Ya conformado este instrumento de cuerda solista, se aprecia una mayor participación internacional a partir de la década de los setenta. Este hecho origina que las generaciones posteriores de guitarristas flamencos encuentran un recorrido ya creado. Guitarristas como Pepe Motos, Juan Serrano, Pepe Martínez o Andrés Batista llevan esta evolución hasta el giro que le dan Serranito, Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Dentro de un mercado fundamentado y asentado por la generación anterior, las generaciones de los sesenta en adelante llevan a la guitarra flamenca de concierto a su máxima expresión y expansión. Implementan los límites de la guitarra solista con nuevos recursos. Recursos que derivan en nuevas formas instrumentales. Y aparece el nuevo grupo musical e instrumental que se encamina al movimiento de adaptación de los nuevos tiempos.
En continua transformación, el concepto instrumental del flamenco sigue ampliándose al acercarse a novedosos géneros y culturas musicales, lo que abre la guitarra de concierto a nuevos y numerosos públicos. No obviamos que en este periodo muchos guitarristas sigue valiéndose de una técnica mixta para evolucionar. En el mismo guitarrista se unen la guitarra clásica y la guitarra flamenca. No solo eso, sino que a través de las interacciones y la apertura cultural los guitarristas flamencos interaccionan con los de otras disciplinas.
Otro de los aspectos que destacan es la afirmación de las escuelas guitarreras. No que no existieran o no se conocieran, sino que a partir de este periodo se reconocen con más identidad. Cada escuela queda expuesta principalmente por aspectos estéticos y técnicos. Así pues, vemos las escuelas jerezana, cordobesa, sevillana o granaína, entre otras, ya que la influencia de Ramón Montoya o Niño Ricardo recae sobre la mayoría de ellas. Y, por supuesto, sin olvidar a los primeros maestros, aparte de otros guitarristas cuyos toques no se identifican con ninguna escuela.
«Desde la primera mitad del siglo XX hasta la década de los sesenta se expande y a su vez se asienta la guitarra flamenca de concierto. Se observa la configuración de estructuras básicas, tanto en el repertorio como en su forma, evolución técnica e interpretación. Ya conformado este instrumento de cuerda solista, se aprecia una mayor participación internacional a partir de la década de los setenta»
Cada escuela tiene sus referentes. Como vemos en la escuela jerezana a Manuel Morao y su sobrino Moraíto, Parrilla de Jerez o Paco Cepero. En la guitarra de todos ellos resuenan los ecos de Rafael del Águila y Javier Molina. Parrilla de Jerez acompaña a numerosos artistas. Además, es el principal escudero de la Paquera de Jerez. Y un principal conservador del folclore jerezano navideño. Manuel Morao crea una empresa en los ochenta, Gitanos de Jerez. Promociona el arte jerezano flamenco como en los casos de El Torta y La Macanita. Moraíto, hijo de Morao, dota de frescura a la guitarra jerezana. Su impronta en el toque de acompañamiento hizo de su toque la referencia del toque jerezano. Un guitarrista humilde, simpático y guasón que hizo de su pulgar y su rasgueo un estandarte de flamencura guitarrera. Solicitado por todos, en palabras de Paco de Lucía “Moraíto sobrepasó la técnica y el virtuosismo de la guitarra y llegó al verdadero arte”. Paco Cepero es una de las figuras más relevantes de los festivales andaluces en las décadas de los sesenta y setenta. Es dueño de uno de los toques más identificativos y personales de la escuela jerezana. Y no nos olvidamos de Fernando Moreno, un guitarrista que lucha por defender la escuela jerezana y a su vez es uno de los precursores de la juventud jerezana cantaora.
La escuela sevillana destaca por figuras como Pepe Martínez, Enrique de Melchor, José Luis Postigo, Pedro Bacán, Isidoro Carmona, Manolo Brenes, José Cala el Poeta o Quique Paredes. Y que continuarían Niño de Pura, Rafael Riqueni, Manolo Franco, Eduardo Rebollar o Pedro Sierra. Los desaparecidos Quique Paredes y El Poeta destacan por su buen hacer en el toque de acompañamiento, con armonías identificativas y flamenquísimas falsetas. A esto hay que sumar a Jose Luis Postigo, que aúna una elasticidad, verdad o expresión a un toque puramente jondo y de verdad. Isidoro Carmona está en ese grupo de guitarristas como Pepe Martínez donde el virtuosismo técnico, la transmisión y el recorrido del mástil se ponen a disposición de la verdadera flamencología guitarrera. Es Pedro Bacán un defensor del flamenco más puro de sus ancestro. Y Enrique de Melchor, la evolución de un referente tocaor por excelencia.
La escuela granadina es una escuela prolífica dentro del elenco guitarrístico jondo. Marote, además de acompañar a los artistas más importantes de la época, acompaña en giras nacionales e internacionales a Carmen Amaya, Antonio Gades o Manuela Vargas. Juan Habichuela es uno de los tocaores de acompañamiento por excelencia. Forma pareja artística con Fosforito y Enrique Morente. Su hermano Pepe Habichuela abre el campo del acompañamiento tradicional a la guitarra de concierto. Su periodo con Morente le abre nuevos campos melódicos y armónicos. Interactúa con músicos de otros géneros. Y atesora las características del toque granadino con templanza, sabiduría, detallista, lleno de matices, expresivo. Mencionamos a un grande como Manuel Cano, un incansable luchado por poner a la guitarra flamenca en el sitio merecido.
En la escuela cordobesa nos encontramos al homónimo de Manuel Cano, el maestro Paco Peña, fundador del centro de guitarra flamenca que lleva su nombre. La escuela cordobesa se fundamenta en su toque, limpio y con un sonido de calidad. Además funda la Cátedra de Guitarra Flamenca del Conservatorio de Rotterdam y es el primer director del Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba. Por otro lado tenemos a Merengue de Córdoba. Desde pequeño se le ven las buenas maneras guitarrísticas, acompaña a las principales figuras del momento, y con un toque de una ejecución técnica extraordinaria deja su impronta en la escuela cordobesa de guitarra. Juan Serrano es otro guitarrista de esta escuela, que, aunque afincado en los Estados Unidos, su estilo queda grabado en su ciudad natal. Hasta el punto que el reloj de la Plaza de las Tendillas de Córdoba toca por sus soleares a las horas en punto. A ellos más adelante se incorporarían Rafael Trenas, Manuel Silveria, José Antonio Rodríguez o Vicente Amigo.
«A partir de este periodo se reconocen las escuelas guitarreras con más identidad. Cada escuela queda expuesta principalmente por aspectos estéticos y técnicos. Así pues, vemos las escuelas jerezana, cordobesa, sevillana o granaína, entre otras. La influencia de Ramón Montoya o Niño Ricardo recae sobre la mayoría de ellas»
Además existen otros maestros de enjundia. Niño Miguel en Huelva, que irrumpió en el panorama guitarrístico con un Vals Flamenco y unos fandangos, Brisas de Huelva, dignos de elogios. Un toque con una fuerza y expresividad sin parangón. Paco de Antequera, con una discografía como acompañante muy amplia. Debido a su gran técnica y expresividad, es considerando por la crítica especializada como el mejor guitarrista español de los sesenta. Andrés Batista, con una dilatada carrera como guitarrista de compañías, concertista y una obra didáctica sublima. Además, le dedicamos una semblanza en esta tribuna, al igual que Serranito, que irrumpe con fuerza en el panorama de la guitarra flamenca. Hasta el mismo Andrés Segovia lo admira. Y su discografía como concertista es un auténtico tesoro, del mismo modo que Pepe Motos y Antonio Francisco Serra, dos extraordinarios guitarristas de conciertos y con una valiosa labor didáctica.
A lo largo de la geografía flamenca, otros maestros de la guitarra flamenca son importantes. La guitarra va tomando cada vez más importancia. Se valoran más las disciplinas guitarreras como el toque de acompañamiento para baile, para el cante o el toque de concierto. Se presenta en el horizonte lo que está por llegar. Empiezan a despuntar los que cambiarían el sino de la guitarra hasta nuestros días. La guitarra gana registros. Bajo mi opinión, todo lo que alimenta a la música enriquece el estilo. Y desde la raíz una evolución positiva del toque se viene generando. El toque cambia, ya evoluciona lo de antaño. Nuevas notas, nuevas armonías, composiciones diferentes, pero hay temas de diferentes maestros que quedan para la posteridad. Como los Panaderos Flamencos de Esteban de Sanlúcar, la bulería Ímpetu de Mario Escudero, la Rondeña de Ramón Montoya, la soleá Bronce Gitano de Sabicas, la farruca Almoradí de Niño Ricardo, la bulerias de Diego del Gastor o la antología de falsetas de Melchor de Marchena. Temas de estudio en todas las escuelas de guitarra, y a los que se le sumarían algunos que estaban por venir.
La transformación de la guitarra es maravillosa. Desde esa primera guitarra, descendiente de la vihuela y que se documenta en el siglo XVI en Sevilla, hasta la que conocemos hoy, su expansión es prolífica. Ha alcanzado cotas celestiales. Gracias a los maestros que lucharon por ella, a los que luchan y a los que lucharán. Su capacidad de adaptación a cualquier género musical es maravillosa. Y su evolución de lo clásico, a través de esos aires andaluces, a lo flamenco hace que cada nota o acuerde recuerde sus ancestros encordados. Desde aquella citara griega u oud árabe, la guitarra flamenca sigue tocando los corazones de lo jondo a través del alma de su varetaje. Asentado sobre una firme y noble madera que reparte infinidades de armonías puras, verdaderas y flamencas.
Concluyo con la memoria puesta en dos de los artífices e imprescindibles en la vida de los genios que estarían por explotar, que ubicados en una generación anterior, su interacción a partir de esta época es notable. Por un lado, Ramón de Algeciras, uno de los guitarristas de Camarón, aunque antes acompaña entre otros a Antonio Mairena, Niña de los Peines o Marchena, aparte de ser una referencia para su hermano Paco. Y por otro, a Isidro Muñoz, hermano de Manolo Sanlúcar y José Miguel Évora. Compone obras para principales figuras como Camarón, El Pele, José Mercé o La Macanita, además de ser el descubridor de Vicente Amigo.