No hay vuelta atrás. La Bienal huye hacia delante tras el pregón soso de Sara Baras homenajeando al mejor guitarrista de todos los tiempos. Paco de Lucía vive en el recuerdo y en las telillas de los corazones de los aficionaos, en cada rincón de las sonantas que sueñan con lo inalcanzable de su toque, en el presente de las cuerdas de los que lo admiran.
Llegó la gala inaugural. El Teatro de la Maestranza estaba hirviendo. Había ganas de decir Ole de nuevo. Y el público lo regaló. No fue para menos. Porque el encuentro reunía los ingredientes necesarios para un buen majao. Pero acabaron rindiendo honores a Paco a medio Caudal.
La dirección escénica permitió silencios imperdonables, la constante entrada y salida de los técnicos en el proscenio sin que pasaran inadvertidos y otros detalles impropios de un reconocimiento de envergadura. Se conformó así el estreno de La Bienal como un espectáculo por hacer, inacabado o sin pulimento. Sin embargo, la calidad artística del elenco, la de algunos de los integrantes más que la de otros, salvó la inauguración del festival para el disfrute de Sevilla. Fueron atronadoras las ovaciones a Tomatito, Poveda, Farruquito y Aurora Vargas, amén de las que recibió Diego del Morao por tatuar con su apellido el soniquete de la guitarra.
La extraordinaria percusión de El Piraña brilló en multitud de ocasiones. En otras el cajón tapó la musicalidad de los guitarristas. «Me tienen explotao», profirió el artista. Intervino en casi todos los toques y cantes de la noche y resultaba jocoso verlo entrar y salir entre bambalinas constantemente situándose a un lado y otro del escenario. Por momentos algunos de los tocaores asistieron al cuadro como convidados de piedra, casi sin rozar las cuerdas en una amalgama de sonidos que no siempre empastaron. También faltó un suelo de baile. La cosa duró más de dos horas. A algunos se le hicieron cortas. Hubo a quien les pesaron. Y fue inexcusable la ausencia de Tomatito encabezando el último toque. Pero ahora les cuento lo bueno. Casi todo lo demás.
Siete guitarras: Tomatito, José Suárez ‘Paquete’, Diego del Morao, Antonio Sánchez, José del Tomate, David de Arahal y Jesús Guerrero. El baile de Farruquito. El cante de Aurora Vargas, Miguel Poveda e Israel Fernández. Y los coros de Makarines, Las Zarzanas y Kiki Cortiñas, que inundaron de estribillos las piezas convirtiéndolas a veces en temitas con menos chicha.
«La imagen de Paco de Lucía apareció en el fondo al sonar su cante de despedida a Camarón. El Maestranza echó el cerrojo ante la atenta mirada de los guitarristas que mostraron sus respetos de espaldas al público y de cara al maestro. El aplauso no terminó. Ahora sí empieza La Bienal»
David de Arahal descolló por su armoniosa sensibilidad y limpieza. Tomatito porque es Tomatito. Diego porque se salió del pellejo derramando jerezanía en el escenario. Y Aurora porque es Aurora.
Rompió el silencio una ronda por bulerías como presentación de credenciales. Un palmeral simulado figuró como decorado tras la sillería. Muy paquero. Se alternaron el protagonismo destacando uno a uno sobre una base de acompañamiento sobrá de compás. David de Arahal y Antonio Sánchez, sobrino de Paco de Lucía, destilaron el gusto por Sevillanas a dos guitarras. Poveda musicó a Lorca con exquisitez, rizando los melismas con sentimiento, hurgando en sus poemas jondos, acompañado a la bajañí con virtuosismo por Jesús Guerrero. José del Tomate nos deleitó con dulzura tocando la Canción de amor del maestro, evidenciando que se divisa un futuro prometedor entre sus dedos. Paquete se perdió por los callejones de Ziryab antes de que Israel Fernández le echara reaños a una letra por seguiriya que Farruquito le espetó como respuesta con la elegancia morena que calza. Y surgió el duende en la recreación de Paco según Diego con la versión que hizo de Almoraima. Tremenda. Erigió un monumento al algecireño reinventando con sus yemas este clásico, asomándose a las balconadas de los dioses de la guitarra. Aurora formó el taco por tangos, rememorando a Pastora. Sembró de gitanería el cante y el baile sobre los maderos del Maestranza, reivindicando con puñalás de negrura que sigue siendo la cantaora de Sevilla. De las poquitas que quedan con ese age mamao que no admite imposturas. ¡Qué manera de quejarse! ¡Qué borbotón de ribetes tiznaos! Tomatito levantó el aplauso con su estampa. Tocó a dúo con su hijo bordando sedosas melodías. Después arribaron bulerías para recordar a Camarón. Poveda volvió por tangos para Pepe de Lucía. Luzia por seguiriyas en las manos de Antonio y Paquete evocaron mejores recuerdos. Farruquito e Israel encandilaron de nuevo con unos tercios de bulerías por soleá. Más Manteca colorá para huntar las delicias que después tributara David de Arahal con su visión preciosista de Antonia, ejecutada con una precisión y pulcritud envidiables. Israel intentó lucirse por bulerías con Diego y fue al revés. Para terminar se unieron todos Entre dos aguas con la ausencia injustificada de Tomatito. Se cerraba un emotivo espectáculo a la memoria del genial tocaor Paco de Lucía. Su imagen apareció en el fondo al sonar su cante de despedida a Camarón. El Maestranza echó el cerrojo ante la atenta mirada de los guitarristas que mostraron sus respetos de espaldas al público y de cara al maestro. El aplauso no terminó. Ahora sí empieza La Bienal.
Ficha artística
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
‘Caudal’, Gala Inaugural
Teatro de la Maestranza de Sevilla
12 de septiembre de 2024
Guitarras: Tomatito, Juan José Suárez ‘Paquete’, Diego del Morao, Antonio Sánchez, José del Tomate, David de Arahal y Jesús Guerrero
Cante: Aurora Vargas, Miguel Poveda e Israel Fernández
Baile: Farruquito
Coros: Makarines, Las Zarzanas y Kiki Cortiñas
Percusión: Israel Suárez ‘Piraña’