El temperamento de Manuela Carrasco, una pizca de Carmen Amaya, la racial elegancia de Manuela Vargas o Carmen Cortés. Son los ingredientes básicos que componen la bailaora Juana García Gómez, Juana Amaya, de Morón de la Frontera.
Once añitos tenía la pequeña cuando la vi bailar por primera vez en las instalaciones de la piscina municipal en una cena de fin de año, 1979. Le comenté a mi amigo, el desaparecido cantaor aficionado Antonio Cabrera, que me había impresionado la intensidad de la muchacha, la flamenquería. Después de su actuación, Antonio la llevó a mi lado y le dice: “Dale las gracias a la señora, ha dicho cosas muy bonitas acerca de ti”. Pero en ese momento era yo la que tenía que felicitar a la muchacha por su bella madurez artística en una tan joven.
Han pasado los lustros desde entonces, Juana ya es artista madura y su baile es todo nervio y pellizco. Su mensaje llega perfectamente intacto reivindicando la intemporalidad de las cosas bien hechas. La que era pareja de Mario Maya con apenas quince años, y logró mantener su personalidad haciendo pareja de Farruquito en el 2003 en el espectáculo Por Derecho, sigue siendo una de las bailaoras más interesantes y subvaloradas de su generación.
Dejemos que hable ella misma.
El apellido Amaya me toca por la parte materna. Mi abuela es Dolores Amaya Flores, hermana de Diego del Gastor. Diego se llamaba Amaya Flores, y mi madre es Juana García Amaya. Somos de los Negros de Ronda. Se va perdiendo el apellido.
Yo nací en 1968 en Sevilla en la Avenida de la Palmera, una clínica que había. Soy de Morón de la Frontera por parte de padre y madre, pero me he criado en el barrio de Santa Cruz, una casita con macetas y el típico patio. Allí teníamos una tabla de madera para ensayar mi primo Ramón Barrull y yo, y allí aprendimos a bailar.
Diego del Gastor fue un guitarrista legendario de un toque puro y genuino. Tocó a Antonio Mairena, Perrate, Fernanda y Bernarda, muchos. En aquellos tiempos la gente para aprender de flamenco, antes de llegar a Sevilla iba a Morón.
«Yo soy muy abierta para las innovaciones, voy al teatro a ver qué cosas nuevas trae la gente, aunque no tenga que ver con el flamenco, veo algo que me gusta, y digo “ole” veinte mil veces, sea contemporáneo, flamenco, o clásico»
En mi familia, la mayoría son guitarristas. En cuanto al baile, estaba mi tío Pepe Ríos Amaya, mi primo Ramón Barrull, de quien aprendí, y su hijo Jairo Barrull. Mi hija Nazaret ya tiene 30 años y está dejando su huella. Estuvo de gira durante dos meses en los Estados Unidos con Amador Rojas, y actualmente están en Bruselas, Lyon y luego en Zúrich. En ella está el baile heredado de su gente, de Ramón Barrull, de Joaquín Cortés, de la escuela de Morón, y las buenas influencias que lleva dentro. Tiene una visión abierta del baile. También está Juan de Juan, a quien le di clases porque era mi vecino, y ahora ha surgido esta gran generación de jóvenes.
Mi padre fue un gran aficionado al cante. Me dio toda mi carrera desde que yo era una niña con 8 o 9 años ya a trabajar. Estuvo conmigo desde la primera hora, era mi mánager, me asesoraba, era mi todo. Cuando él se fue me quité unos años de bailar, porque parece que se fue mi baile con él. Pero al final he seguido, sigo haciendo unas cositas, ahora mismo estoy en Alburquerque.
Yo fui pareja de Mario Maya porque estaba yo trabajando en una caseta de la peña flamenca de Morón con mi primo Ramón Barrull, tenía yo unos doce o trece años. En Sevilla conocí a Curro Fernández, Anzonini, que en paz descansen los dos, también Carmen Mora. Mario hizo un grupito y dice “hay una chica en Morón que baila muy bien, vamos a ir a verla”. Fueron a la peña, yo era muy chiquitilla, yo no sabía quién era la gente de esa categoría. Y le gustaba tanto que cada vez que venía a Sevilla preguntaba “¿cómo está la niña? ¿Ha crecido?”. Y viéndome un poco más grande me hizo pareja suya. De ahí se me abrieron muchas puertas, hicimos el Ay Jondo, no tenía todavía los 15 años, me dio mucha visión al teatro, el Amargo… Unos 6 o 7 años con él en sus grandes giras, era un maestro, con él aprendí muchísimo, la disciplina del teatro.
Para ser buen artista tienes que pasar primero por un tablao, así coges tablas para hacer todo lo que tú quieras hacer. Es un aprendizaje, la mejor escuela que te puedes imaginar. En un teatro tienes que llegar hasta la última fila, decía Mario. Hay que tener una personalidad muy grande para emocionar a la gente, a mí me encanta el teatro. He viajado por todo el mundo, en el Carnegie hall, el City Center, en Roma en el teatro de la ópera… En los mejores teatros del mundo, me llevo esa satisfacción, pero el tablao, hay que pasar por él. Mis principios fueron en el tablao Los Gallos en Sevilla, con 12 o 13 años. Allí estaban la Farruca, Pilar la Faraona, estaba Carmen Albéniz, de guitarristas Ramón Amador, Carlos Heredia, Rafael Cabeza, de cantaores Curro de Triana, Jarrillo, el Moreno, el Eléctrico bailando, Mistela… Aquello era alucinante. Luego estuve en el tablao de Zambra. Hay que pasar por el tablao para ser buen artista, pero a mí me encanta el teatro, hay que aprender a llenarlo con tu personalidad.
En Zambra, después del cuadro turístico, se organizaban espectáculos… Recuerdo que participé con Joaquín Cortés, Antonio Canales, Arturo Pavón al piano, todos los Parrilla, violín, guitarra y flauta, el Indio Gitano, Juañares, Antonio Carbonell, el Viejín… Y entre el público estaban Rocío Jurado, Lola Flores, Paco de Lucía… la creme de la creme de Madrid, lujo total, no me olvidaré nunca, bajo la dirección de Cristóbal Reyes.
«Para ser buen artista tienes que pasar primero por un tablao, así coges tablas para hacer todo lo que tú quieras hacer. Es un aprendizaje, la mejor escuela que te puedes imaginar. En un teatro tienes que llegar hasta la última fila, decía Mario. Hay que tener una personalidad muy grande para emocionar a la gente, a mí me encanta el teatro»
El baile de pareja se pierde. Recuerdo que bailé de pareja una bambera con Antonio Canales, con Joaquín Cortes también trabajamos mucho de pareja, y con Farruquito varias veces de pareja. Entre una cosa y otra he tenido mucha suerte de trabajar con toda esa gente tan grande.
En cuanto a accesorios, he utilizado la bata de cola en unas cuantas ocasiones. En una Bienal, o con Pilar Távora. Me dedico más al baile puro y duro, buscando mi propio estilo basado en los maestros, pero hay gente especializada en bailar con mantón, abanico, castañuelas… El baile flamenco tiene esa amplitud, cada artista debe buscar su camino.
Yo soy muy abierta para las innovaciones, voy al teatro a ver qué cosas nuevas trae la gente, aunque no tenga que ver con el flamenco, veo algo que me gusta, y digo “ole” veinte mil veces, sea contemporáneo, flamenco, o clásico.
Doy clases de baile en Sevilla desde hace muchos años, tengo mi escuela en la Puerta la Carne. He dado clases en California con Farruquito. Llevo un año yendo y viniendo de París para dar clases, me gusta mucho la enseñanza. Han venido a dar clases gente como la Moneta, Iván Vargas, Rubén Olmo, Juan de Juan, Jairo Barrull, Alba Heredia… Gente puntera.
La Bienal de Flamenco está muy bien porque atrae a mucha gente de todo el mundo, una gran iniciativa con intérpretes de mucha altura. ¡Viva la Bienal de Flamenco de Sevilla, y por muchos años! ♦