Entré en el Cartuja y me dio la bocaná a terruño y a caracoles. Muchas caritas conocías. Sevilla se convirtió en un rato en una pedanía de Lebrija. ¡Ya estoy en casa!, pensé. Porque sus gentes te tratan como si fueras de la familia. Con el calor de un abrazo fraterno pusimos nuestras carnes a merced del cante. «Hoy todo es Lebrija», sentenció José Valencia. Y formó el lío.
Ya nos quedan poquitos de esos que mamaron el flamenco. El Funi, Manuel de Paula, Inés Bacán… Se fueron Pedro Peña, Pedro Bacán, Curro Malena, El Lebrijano… «¡Vivan los Pedro!» Soltó en su añoranza José, que se postuló como puente generacional entre la juventud que empuja y los viejos. «Heredero natural de esas familias cantaoras, se ve en la obligación moral como artista, aficionado y gitano criado en esa bendita tierra de devolver a su gente todo lo que le ha dado durante 40 años» Lo celebró con su Estudio sobre los cantes de Lebrija. Alguien tenía que hacerlo. Y tuvo que ser él. ¡Amoallá, José!
En el barrio de Lebrija
se hicieron las tonás,
los martinetes y las deblas
y el cante por soleá
Rompió el silencio por debla principiando el tributo a su cuna. Y endiñó el primer pellizquito arrecogiendo un quejío entre sus puños apretaos. Al son de los nudillos en la mesa encendieron el compás Alonso Carrasco, Manuel Valencia, Tarote y Juan Diego Valencia. Brotaron las letras por soleá. Las que se han escuchado siempre en la campiña lebrijana. Y el respetable espetó un ole rotundo al doblegarse ante el beaterio Lorenzo de El Chozas que en boca de José se hizo aún más grande si cabe.
Olía a Carrasco y Malena, a Valencia y a Peña. El aroma trajo los tientos meciendo las melodías. Y penetraron en el sentío reconociendo la piel el color de su armonía. Se cuadraron los tiempos. Y en honor a Popá Pinini José rizaba los dejes fundiendo a Utrera y Lebrija en el cante por cantiñas.
Los mimbres lebrijanos se miden por apellidos. La seguiriya se llama Bacán. El Chacho Bastián creó esas cadencias tonales que José dibujó con maestría. Endosó tres arreones y vistió el cante de luto rebuscando los lamentos negros en los centros de sus heridas.
La soleá solemne, los tientos mecidos, cantiñas acompasás… Las guitarras de Juan Requena y Pedro María Peña llevaron a este gitano en volandas marcando las vereítas. Se juntaron a la luz cenital y le tronó a José el pecho caliente por galeras al acordarse de El Lebrijano. Zamarreón profundo que nos sobrecogió, maljiriendo nuestros corazoncitos compungíos. Porque nadie canta las galeras. Y nadie como José, que arrastra en el caudal de sus venas los ecos de Juan El Grande.
¿De quién son esos tangos, José? -De la mare de Manuel de Paula. Le pidió permiso a los titos, a los gitanos de respeto, para escarbar en el cante. Hurgó en el tiempo hasta encontrar los melismas personales que rescatan a Lebrija y sus atribuciones. Desempolvó estos compases binarios de sabor inconfundible que llevan tatuado Lebrija en el paladar de su sonido. Y los regaló a Sevilla.
Los mimbres lebrijanos se miden por apellidos. La seguiriya se llama Bacán. El Chacho Bastián creó esas cadencias tonales que José dibujó con maestría. Endosó tres arreones y vistió el cante de luto rebuscando los lamentos negros en los centros de sus heridas. ¿Quién pegó aquel tirito?
Lebrija duele. Mete el dedo en la llaga, grita dulce. Tamiza las ducas trenzando la música entre las cuerdas de sus guitarras. Pedro Peña fue un mago. Y todo cuanto soñaba lo convertió en himno. Amigos, ya no hay amigos… Di, di, Ana… pero con elegancia y belleza, alejado de la estridencia, bonito. José Valencia se postró ante su cante y templó el Romance de las caracolas, que Pedro no llegó a grabar, derritiendo a la afición.
«Y ya estamos de fiesta». Se puso de pie dominando el escenario. Con el soniquetazo de los palmeros y esas guitarras de enjundia José formó el taco. Bulerías y más bulerías con sello de la casa. «Hoy todo es Lebrija». Pataítas y replantes, caricias y embestidas. Las mieles de Anabel Valencia que vino de invitada. Manuel de Paula que se bajó del patio a los maderos. El baile de Alonso y Juan Diego. Se subió su tío Antonio. Y al pocito yo voy por agua y no llevo soga rubricó la cita.
José Valencia presentó el «proyecto como un profundo análisis de los cantes, sus familias y su manera de concebir y entender esta maravillosa expresión artística». Dio una lección de lebrijanía, por su compromiso y honor, por honrar a su pueblo, por amor al arte. Repasó de un plumazo dos siglos de cante en Lebrija y volcó el teatro a empujones de age. José vino a revalidar su cetro. Y demostró que gracias a él, aquí «hoy todo es Lebrija».
Ficha artística
Estudio sobre los cantes de Lebrija, de José Valencia
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Auditorio Nissan Cartuja
26 de septiembre de 2024
Cante: José Valencia
Guitarras: Juan Requena y Pedro María Peña
Palmas: Manuel Valencia, Juan Diego Valencia, Tarote y Alonso Carrasco
Artista invitada: Anabel Valencia