Cuando José de la Tomasa agarra un quejío lo descompone y estira paseándolo por el pentagrama como el que corre los galgos por la marisma. Paladea los tercios descubriendo los rincones secretos que descifran el misterio del cante. Se regocija el cantaor de Sevilla en los entresijos de cada verso, porque ya ha estado ahí. Juega a deshilachar las melodías. Da igual lo que cante. Todo lo hace suyo, sin renegar de los viejos. Los lleva en la sangre. Y en vez de ponerla a hervir con los berríos, hunta la crema de zurrapa con tropezones meciendo los melismas que apadrina con su suntuosa majestad. El cante no es para sordos. Hay que dominar los bajos y dolerse en ca una de las esquinas sin hinchar la vena. Lo difícil es arrancar los oles a tierra. Las embestías las da cualquiera. Por eso José es un maestro. Y porque «cuando va faltando la voz, solo cantan los que saben», decía El Pinto.
A estas alturas de La Bienal no se antoja desmigajar mucho el asunto, sino regodearse en las mieles del sentimiento. Cuando José abre la boca se asoman por su garganta dos siglos de arte. Y entresacó de su memoria cantaora un surtido de confitería fina y pellizquitos morenos. Lo acompañó a la guitarra Antonio Carrión, firme y servil con su toque rancio, añejo… Confiriéndole empaque al recital.
«Hay que dominar los bajos y dolerse en ca una de las esquinas sin hinchar la vena. Lo difícil es arrancar los oles a tierra. Las embestías las da cualquiera. Por eso José es un maestro. Y porque «cuando va faltando la voz, solo cantan los que saben», decía El Pinto»
Principió José por serrana, porque su nieto Manué se lo había pedido. Calentó el gañote a fin de regalarnos una noche de clasicismo flamenco amarrao a la ortodoxia de lo jondo y puro. Después brilló a compás de la soleá por bulería, mimando las letras como en el resto del repertorio, la mayoría suyo. Se acordó de Jerez según Sevilla. Y de Linares con ecos de Manuel Torre, cartagenera de Chacón y la granaína-malagueña de Cayetano Muriel en los tarantos. Derramó la sal por alegrías y se fajó los machos con el himno de su casa, la seguiriya. Endiñó tres o cuatro puñalaítas dulces y el respetable se revolcó del gusto con el que se quejó el maestro. No podía faltar la soleá y el roneo por Cádiz con El Mellizo o Paquirrí. Ni esa ristra de fandangazos muy tomaseros ya, donde encaja ligazones dichas y borda encajitos de bolillos con los cristalitos de su voz. Cerró el puesto por bulerías, acompasao, zalamero y picarón.
José se esperaba un teatrito y no aquello para celebrar sus 50 años con el cante, aunque estuvo a gusto. Nos dio tocino de cielo a los flamencos. Y La Bienal pudo decir tranquila aquello de ‘Ole de nuevo’.
Ficha artística
50 años con el cante, de José de la Tomasa
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
3 de octubre de 2024
Cante: José de la Tomasa
Guitarra: Antonio Carrión