Estamos todos los locos y cuerdos del flamenco de enhorabuena. Y sobre todo un hombre llamado José Georgio Soto (Sevilla, 1951), José de la Tomasa, cantaor flamenco para el arte, la música, la poesía, Andalucía y la Humanidad (esta lista maravillosa le encantará a José). Ha sido elegido por el jurado del II Premio Internacional de la Bienal de Flamenco de Sevilla (de su Sevilla, Triana en la proa) como premiado de la edición de 2024, teniendo en cuenta “su maestría y contribución en la formación a las muchas figuras internacionales que protagonizan el cante actual y habiendo cumplido 50 años de magisterio y trayectoria artística”.
Son sobre todo los premiados los que dignifican o realzan un premio, sea el que sea, y en este caso es indudable la categoría artística y flamenca de José. De la Tomasa, para más señas, pues es uno de los casos de nombre artístico del flamenco que toma un apodo relacionado con su ascendencia familia, materna en este caso. Miren, miren: es sobrino-nieto de Manuel Torre, nieto de Pepe Torre e hijo de la Tomasa (“serena y profunda en su cante por seguiriyas”, hemos escrito alguna vez) y Pies de Plomo. Pocos pueden alegar una rama familiar tan poderosa y profunda. Quizá de manera especial el eco de la seguiriya, uno de los tesoros de la saga, se escucha de fondo siempre que hablamos de estos artistas, y, es más, el caudal continúa en la voz del hijo de José, Gabriel de la Tomasa, y especialmente en la de su nieto, Manuel de la Tomasa, un fenómeno de este tiempo ya con pocos años y que, si acierta en el camino, está llamado a ser, como su abuelo, un referente, un espejo en que mirarse para ilustrar lo jondo, lo natural, lo clásico renovado y fecundo.
Escuchemos este cante de la madre de José, Tomasa Soto Díaz (1926-2013), por seguiriyas, claro, con sus latidos de acero y miel, con la guitarra de José L. Postigo, programa La venta del duende de Canal Sur TV, año 2000:
José formó parte del grupo musical Triana, ese que la lio por lo alto en los años setenta y ochenta –fuimos testigos–, con una música distinta que siempre nos convence de que la música es el mejor antídoto contra la barbarie y la tristeza. Su destino estaba en el flamenco tradicional, no obstante, demostrando año a año, en recitales y en discos, su amplio conocimiento de los palos y estilos, ofrecidos con una voz muy flamenca y entregada, una disposición del alma y del cuerpo impecables, una pureza total porque pureza es, eso, lo que se hace con el alma y lo que se hace bien, en este caso en clave flamenca. En una magnífica entrevista que le hacía el compañero Quico Pérez-Ventana en este mismo portal, respondía a la inevitable pregunta de qué es la pureza: “¿Qué es la pureza? La pureza puede ser alguien que canta por sevillanas y le pone el corazón. Todo lo que se hace con el alma es puro”.
Desde su revelación como ganador en el concurso de Mairena del Alcor, ha obtenido numerosos premios y reconocimientos: Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba –el premio Manuel Torre por seguiriyas y tonás– (1976), finalista del Giraldillo del Cante (1980) –lo obtuvo Calixto Sánchez y los demás eran cantaores inmensos también–, IV Trofeo El Taranto de Almería (1999), Compás del Cante (2011), Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología de Jerez (2012), Medalla de la Ciudad de Sevilla (2023), Camarón de Oro (2023), etc. También hay que destacar, como se hace en la citada entrevista, su faceta de profesor de cante, concretamente en la Fundación Cristina Heeren, tan necesaria y reconocida ya en una labor de varias décadas (tuvimos el honor de ser un curso inolvidable profesor de “Historia del flamenco” al principio de su labor).
Ahora toca escucharlo a él por seguiriyas, en el programa La Puerta del Cante (1990) Especial Venta de Antequera, con la compañía de Manolo Franco, Niño Jero, María la Burra y Chano Lobato, nada más y nada menos.
Quisiera centrarme, sin embargo, en una faceta menos conocida de José, la de letrista, autor de sus propias letras (que cantan a la vez otros) y autor de dos libros, Alma de barco (1991), con más de cuatrocientas coplas flamencas, y Balcones de la Pasión (2001), recopilación de saetas. Por desgracia, esto ocurre porque suele olvidarse que el flamenco no tiene tres patas, sino cuatro, como mínimo: el cante, el toque, el baile… y la letra (copla o letra flamenca, la lírica del cante, lo que dicen los cantaores y cantaoras). No es José una excepción, claro, pues hay desde siempre otros que han escrito letras que cantaban ellos mismos u otros, o las dos cosas a la vez: Pepe Pinto, Cepero, y tantos, hasta los felizmente presentes Fosforito, Marcelo Sousa, Diego Clavel, Calixto, Naranjito, entre otros (los dos últimos aparecen seleccionados en la antología De la tierra al aire, que coordinamos para el grupo Gallo de Vidrio en 1992, con portada del pintor Amalio García del Moral).
Para la revista Litoral coordinamos en diciembre de 2004, junto al admirado profesor Miguel Ropero Núñez, un número dedicado al flamenco (Premio sección “Poesía” del XLV Concurso Internacional del Festival de La Unión, Murcia, agosto 2005). Incluimos una sección dedicada a letras de autor, donde estaban letras de José, de tres, cuatro o cinco tercios o versos para distintos palos y estilos. Eran las siguientes:
En una ola me dormí;
la brisa me despertó
y de la muerte salí.
Cada persona es un mundo
por pensar de una manera;
yo soy mu poquita cosa
porque pensar no me dejan.
Ni Goya ni Zurbarán
ni Velázquez ni Murillo
nunca han podío pintá
la tristeza de un chiquillo
cuando no puede jugá.
En el libro Nueva poesía flamenca. La pluma encantada. Antología (2023), coordinado por Antonio Campos y Jean-François Carcelén, es uno de los artistas poetas seleccionados, participando con composiciones como la siguiente:
Rosalía la de Triana
tenía el cante muy cortito
pero te partía el alma.
Así que no tengas pena,
el amor viene y se va,
enamórate del cante
que ese no te engañará.
Con mis jarrillos en mis manos
te canté aquella saeta
y yo vi cómo lloraban
aquellos buenos gitanos
con la fe y el amor rezaban.
Precisamente la saeta, a la que alude, es uno de los palos en los que triunfó José. Lo escuchamos en la iglesia de San Juan de la Palma, en Sevilla, en la Exaltación de la saeta de 1996.
En una entrevista que hicimos a Juan Valderrama en su casa de Espartinas, para mí inolvidable por su elegancia personal y su afabilidad, junto a su mujer Dolores Abril, publicada en la revista El Olivo (núm. 20, otoño 1994, pp. 18-30), decía Valderrama sobre José: “A mí me encanta José, canta muy bien por seguiriyas… Es uno de los que le veo porvenir de los chavales jóvenes, tiene muy bonita pinta y canta muy bien”. El maestro Valderrama se ve que no se equivocó. Tantos años después, José ha recogido otro fruto más, y muy importante, de su impecable trayectoria flamenca, un merecido II Premio Internacional de la Bienal de Flamenco de Sevilla, como lo fue el entregado hace dos años a la bailaora Eva Yerbabuena. Vendrán más reconocimientos.