El ocaso de un domingo de mayo acogió el quejío de un gaditano en Sevilla. Fue en la Peña Flamenca del Cerro del Águila. Se najó el Sol acharaíto a pegarse testarazos pa recobrar la memoria. Porque la afición es puñetera y a veces se apunta a las modas olvidándose de quien lleva en esto desde que echó los dientes cantando por derecho pa darle revolcones al más pintao, sea moreno o blanquito. A ver cuándo se entera la gente que José Anillo merece otro sitio para que dejen de calcar los carteles de invierno y verano, que no todos los que comen cinco jotas tienen el paladar de José. Todavía está esperando lo suyo. Y es hora.
Si tienen la suerte de escucharlo acompañado por la guitarra única, personalísima de Rafael Rodríguez El Cabeza os quedarán marcaos para los restos los cardenales en las carnes. Esos tiraíllos, bordones redondos, falsetas de enjundia y los tapaíllos que ensordecen sus cuerdas buscándole otros sonidos a la sonanta se juntan con la musicalidad flamenca que amasa en sus entretelas. Suena solo a él.
José calentó la nuez mirando al sur. Cuando en Cádiz se canta por aquí las juntiñas no gustan, con lo que empezó por El Mellizo y le tributó tres variantes distintas a Paquirrí haciéndole un monumento a la soleá sin salirse de la tacita. Recogía los tercios después de hacer tirabuzones cortos con los jipíos, marcando el compás al rozar su garganta lastimera. No buscaba el agrado pero si del corazón sale, al corazón llega. Siempre que se tengan los mimbres para armar el canasto. Quien tiene el duro lo cambia y José trajo una espuerta.
«José Anillo se ofreció a pecho descubierto, desnudo de ojana, pidiendo el lugar que merece cada vez que abría la boca, sin más pretensión que la de disfrutar del veneno jondo que lo tiene preso en una cárcel de pasión. Nos regaló una actuación para tatuársela y vibró con su voz de cristalitos finos que escarban los metales afillaos»
Luego cantó los fandangos camperos de Juan Varea, Consuelo la Granaína, para seguir hilvanando un recital gustoso y original, con la distinción de un cantaor de melismas singulares que se vistieron de luto al quejarse por seguiriya. Dolió el arranque por Manuel Molina y echó las asaúras rebañándose con el silencio de la guitarra en el macho de Juanichí el Manijero coronando su pena gorda, negra y sentía.
De los pesares a las alegrías. Amarrao a las tradiciones cantaoras de su bendita tierra, Anillo se dio un paseo por los rincones de Cádiz bordando el palo con el que endiñó pellizcos de sal. Los tientos pausaos los mascó comenzando con aires de zambra. Luego paladeó cada estrofa sin prisas y la guitarra parecía contagiada del lamento seguiriyero ante el recogimiento quejumbroso de José. El cambio por tangos alivió el llanto sonoro con un cartucho de letras de dulce. Después llegó a Levante sin remedos a Camarón en los fandangos de Morente, la levantica de El Cojo de Málaga y la taranta de La Gabriela dominando los ecos mineros. Pero no acabó de rendir pleitesía al cielo que lo vio nacer. Echó el cerrojo al recital cantando por bulerías de La Perla y Juanito Villar con el regusto rancio y castizo de los vientos sureños.
José Anillo se ofreció a pecho descubierto, desnudo de ojana, pidiendo el lugar que merece cada vez que abría la boca, sin más pretensión que la de disfrutar del veneno jondo que lo tiene preso en una cárcel de pasión. Nos regaló una actuación para tatuársela y vibró con su voz de cristalitos finos que escarban los metales afillaos. No necesitó aspavientos ni imposturas. El cante de José es todo verdad. Verdad verdadera. Con age y jondura.
En un patio mu florío
José pegó tres pellizcos
me dieron escalofríos.
Ficha artística
Unión de Peñas Flamencas de Sevilla
Ciclo Veteranos del Cante, dedicado a Pies Plomo
Peña Flamenca Cerro del Águila
Sábado 25 de mayo de 2024
Cante: José Anillo
Guitarra: Rafael Rodríguez El Cabeza