Sostener un montaje de envergadura con un solo bailaor puede ser riesgoso, dado que se puede caer en reiteraciones o dilataciones innecesarias que provocan la desconcentración del espectador. Pero en Cucharón y paso atrás, estrenado con éxito el pasado mes de febrero en el XXVIII Festival de Jerez, la obra es sumamente redonda desde la óptica flamenca –anoten desde la introducción el término– y justa en duración.
El montaje refleja la vida laboral en el campo, la mina, la fragua, y apunta, en definitiva, a quienes, como decía Antonio Machado, son fuentes de vida y sustento para la humanidad, los que trabajan la tierra o la forja, la faena a jornal o a destajo, por lo que, de entrada, el vestuario es un acierto, tanto que nos hizo recordar el que impuso Antonio Gades hace cincuenta años, a quien se evoca en el primer movimiento, donde en los cantes de siega y trilla vemos a un Joaquín Grilo potente en su ejecución de guiños a la danza española, entregado y enérgico en el cometido de la acción.
Sólido soporte son los cantes de Carmen Grilo y un pletórico José Valencia, que añade un plus a la propuesta, y seguridad la que aportan las guitarras de Francis Gómez y José Tomas, conformando el colectivo que estamos ante una obra de baile bien montada, en la que se logra la conjunción de factores jondos necesarios para entregarnos esa exquisita sensación de sentir que vimos un buen espectáculo de baile flamenco sin artificio.
El segundo bloque nos traslada a la mina a través de un baile por taranta, en la que con Joaquín Grilo aparecen sorpresas mágicas que a cada instante nos transportan a un mundo paralelo y reconocible, con pasos que cobran vida y movimientos elegantes, sutiles, con alto tecnicismo en el zapateado.
Nuevamente se lucen los intérpretes en la taberna por cantiñas y alegrías, a quienes responde un Grilo haciendo compás en la mesa y mostrándose seguro en su baile, carismático y envolvente con la voz de un José Valencia en estado de gracia, y a través de un lenguaje muy flamenco, muy hondo como herramienta expresiva, y sobrado de fuerza e intensidad.
Carmen Grilo aborda en la mesa la cartagenera de El Rojo el Alpargatero, así como la minera y el taranto ya en el proscenio, donde le replica un Joaquín Grilo sobrado de equilibrio armónico. Y cuando el respetable cree que planea, no hay afán de despegarse del suelo y volar. Antes bien, Grilo es tan personal y tan jondo que nos sitúa en la fragua y le baila por martinete y tonás a Valencia, piezas que transitan con dominio de espeluzno del ritmo y desde el virtuosismo a la elegancia de quien tiene carisma con elementos de teatralidad, pues todo se percibe bien utilizado y confeccionado con perfección corporal.
«’Cucharón y paso atrás’ lo ha conseguido con una compañía sólida, un repertorio variado y con un bailaor flamenco a secas y sin artimañas, de un elevado nivel técnico e interpretativo que, al tiempo que construye un espectáculo que invita a la celebración, revela su singularidad, tan distintiva que la acogimos con un apetito desenfrenado por el baile de hombre»
Impecables giros, zapateados limpios, pulsiones agradecidas, perfectos braceos y precisos desplazamientos, se unen a la óptima interpretación técnica y la entrega absoluta de un Joaquín Grilo a quien vimos brillar nuevamente en el último bloque, en la fiesta, donde se comen el sopeo con Cucharón y paso atrás pero permitiendo la “pataíta” del cuarteto de la compañía.
Es cuando llega el significado más cabal de la bulería, el de la acepción de burla, con un Joaquín Grilo que nos ofreció un atracón del mejor baile de hombre. Toda una verdadera explosión de energía y goce, con lenguajes que parecen diferentes pero que son particularidades de la audacia y distinción del bailaor jerezano, con una originalidad que recorrió todas las butacas del teatro.
Pero más allá de la descripción que se reseña, el espectáculo del jerezano nos lleva a reflexionar, mismamente, cómo la mirada actual puede enriquecer lo originario, para lo que es necesario atrapar a la audiencia con una propuesta clara, desnuda de trampantojos, llena de información flamenca y mágica.
Y Cucharón y paso atrás lo ha conseguido con una compañía sólida, un repertorio variado y con un bailaor flamenco a secas y sin artimañas, de un elevado nivel técnico e interpretativo que, al tiempo que construye un espectáculo que invita a la celebración, revela su singularidad, tan distintiva que la acogimos con un apetito desenfrenado por el baile de hombre.
Con este aserto queremos precisar el que realza no la delicadeza femenina, sino el que destaca por la maleable esencia de la masculinidad jonda, la sobriedad, que es –a ver si nos vamos enterando– la abstinencia de toda femineidad; sometiendo los tiempos musicales a su lenguaje corporal, pellizcando los remates, manteniendo la altanería de la cabeza, acierto en los giros, la ejecución sustanciosa del braceo y los dedos de las manos cerrados, siendo reiteradamente diestro en el manejo de los pies y lanzado desde el primer segundo a la búsqueda de la dificultad de una ejecución personal.
Es lo que podríamos llamar un controlado atracón de un alto nivel de baile de hombre, sin trastornos mentales y tan colmado de placer creativo que, al tiempo de redactar estas líneas, mantenemos la dicha de la felicidad.
Ficha artística
Cucharón y paso atrás, de la Compañía Joaquín Grilo
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Teatro Central
1 de octubre de 2024
Baile: Joaquín Grilo
Colaboración especial al cante: José Valencia y Carmen Grilo
Guitarras: Francis Gómez y José Tomás
Dirección escénica, guion y selección de textos, cantes y letras: Joaquín Grilo y Faustino Núñez