Mercedes Luján (Lorca, Murcia, 1987), nieta del guitarrista jerezano Palmita y considerada una gran revelación de la guitarra flamenca en el panorama actual, sacará su primer disco en solitario a sus 36 años. Para ello, crea un espectáculo que es premisa de lo que los aficionados encontrarán después en este primer repertorio discográfico. Aquello de “en solitario” solo se puede decir entre comillas. Y es que el espectáculo Flamencas, que ya lleva viajando un año, incorpora un ramillete de mujeres profesionales a las que ella misma califica como “las mejores en su parcela”. Flamencas podrá exponerse una vez más al mundo a través del festival que organizan las Bodegas Barbadillo de Sanlúcar de Barrameda, el Universo Vi- Pequeño Festival. Un evento al que acudirán artistas de diversos géneros musicales y que tendrá la suerte de contar con el espectáculo de Mercedes el 27 de julio a las 22 h en el Jardín de San Guillermo.
– ¿Quién es Mercedes Luján?
– Una guitarrista flamenca. Una persona inquieta con mucha incertidumbre, muchas inquietudes, muchas ganas y mucha motivación para hacer cosas.
– ¿Qué le provoca incertidumbre?
– El camino. Dónde me llevará. Porque uno sabe dónde está hoy y dónde quiere llegar dentro de cinco años. Tú sabes por dónde quieres andar, pero a veces el camino se cierra, otras veces está muy pedregoso… Esa incertidumbre la tenemos todos.
– ¿Necesita tenerlo todo bajo control?
– En cuanto a mi vida profesional, sí. No me gustan mucho las sorpresas. Pero en relación a mi vida personal, me gusta la improvisación. Siempre voy donde diga mi intuición, aunque en un principio tenga marcado ir hacia otro lado.
– ¿No le gusta la improvisación en el terreno artístico?
– Sí, pero en un escenario. Cuando estás con gente con la que te puedes permitir improvisar. Tocar y que pase lo que tenga que pasar, no. Me provoca muchos nervios. Soy un poco controladora en ese sentido. Me he equivocado muchas veces y ya lo quiero tener todo muy atado.
– ¿Considera que se ha equivocado muchas veces?
– Sí, bueno. Uno siempre tiene la sensación de haberse equivocado. Y repito, si hiciéramos un poco más de caso a nuestra intuición, nos equivocaríamos menos. Pero a veces hay cosas que no te dejan hacerle caso. La obligación o un factor externo como puede ser una tercera persona. Muchas veces también el ego. Y dices, me he metido por aquí y ahora lo tengo que conseguir. Y aunque tú sepas que ese camino al final te va a llevar a un barranco, lo sigues andando. Es curioso, pero es así.
«Llevo un espectáculo en el que voy rodeada solo de mujeres y creo que no es usual. Lo único que quiero es que el día de mañana o el de hoy, si alguna niña quiere tocar la guitarra, la percusión o el viento, no le digan como a mí: ¿tú quieres tocar la guitarra?, ¿tú has visto alguna mujer tocando la guitarra? A mí eso en su momento me hizo dudar»
– ¿Qué cosas le han salido bien por hacerle caso a la intuición?
– Muchas. Por ejemplo, por hacerle caso a la intuición dejé la guitarra diez años y me estuve dedicando a otras cosas. Trabajé en tiendas, estudié otras cosas…
– ¿Por qué vino esa crisis?
– Fue un cúmulo de muchas cosas. Perdí a mi abuelo, que era mi bandera. Lo veía a él y decía: voy bien por aquí. Pero cuando dejé de ver la bandera, me perdí un poco. Aparte de haber perdido a mi abuelo, es que no era mi tiempo, no era mi momento. La verdad que hoy en día vivimos en un momento en el que ser mujer guitarrista está bien visto. Al menos mejor que hace veinte años.
– ¿Cómo llega la guitarra a su vida?
– Más bien ella estaba antes de que yo llegara. Llega por mi abuelo paterno. Él era guitarrista de Jerez y yo desde que tengo uso de razón escucho guitarra en casa. Mi madre también es cantante de copla y claro, creo que tengo memoria musical desde antes de nacer. Ella me cuenta que grabó su primer disco embarazada de mí. Parece que no, pero esas cosas forman parte de tu aprendizaje. Si un bebé cuando viene al mundo conoce la voz de su padre y de su madre y reconoce ciertos olores, ¿por qué no va a reconocer ciertos sonidos? Yo creo que la guitarra lleva en mí desde que se formó mi ADN.
– ¿Puede ser que haya menos igualdad en la guitarra que en el resto de disciplinas del flamenco?
– Yo siento que hemos llegado más tarde y hay desigualdad por eso. También se cree que las mujeres no tenemos suficiente fuerza tocando para, por ejemplo, acompañar al baile o al cante. Pienso que tocar un instrumento no es picar piedra, ¿no? No creo que nos falte fuerza, nos falta experiencia porque todavía estamos muy lejos de los tablaos y otros sitios donde también deberíamos estar. Pero bueno, es algo que se está solucionando. Cada vez somos más.
– ¿Qué significa Flamencas para usted?
– Flamencas es el vínculo a través del que he puesto a disposición de la gente que ha venido a mis conciertos el contenido de lo que va a ser mi primer disco. Somos un grupo de amigas que nos juntamos a menudo. Tenemos una relación profesional, pero también personal. Lo de salir con un grupo de mujeres no fue intencionado por parecer más reivindicativa. Fue porque tuve la gran suerte de rodearme de mujeres que en su parcelita son las mejores del mundo.
«Mientras sigamos excluyendo, seguiremos siendo excluidas. Yo quiero ser un grupo inclusivo, no exclusivo. Si te llaman por el simple hecho de necesitar una mujer para una determinada banda, te siguen excluyendo. Te tienen que llamar por tu profesionalidad»
– ¿Quién la acompaña?
– Pues mira, al bajo tengo a Cary Rosa Varona y a Yadira Alonso. En la percusión, a Nasrine Rahmani y Noelia La Negri. En los vientos, siempre cuento con Jessi Estévez, trompetista. También con Teresa Hernández como segunda guitarra y cantaora. Para mí, Teresa es ahora mismo la mejor en lo que hace. Tengo la grandísima suerte de contar con gente que es superamiga y a la vez muy profesional. Eso es Flamencas. La forma en la que he querido dar una premisa al público de lo que va a ser mi primer disco.
– ¿Qué hace singular el espectáculo?
– Es diferente porque se hace total, completa y absolutamente desde el corazón. No se va a ver nunca el mismo orden en los temas. Un día puedo ir con un formato de trío, mañana con un cuarteto, pasado con un quinteto, puedo ir sola o puedo ir a dúo. Es un espectáculo orgánico, que está vivo y que se mueve. La gente se va a sentar a ver algo que no va a volver a ver en otro sitio. Cada espectáculo es único porque intento que no se repitan las personas ni el orden. Llevo unas alegrías en directo en las que a veces estoy sola en el escenario, otras veces me acompaño de las palmas de todas ellas, otras que solo llevo percusión o incluso un coro o un artista invitado. Y como ese tema son todos.
– ¿Qué condiciona esos cambios?
– Lo que a mí me inspira el lugar en el que voy a estar. Tampoco se está siempre en los sitios por la misma causa. Unas veces se está por la celebración de un festival, otras veces toca ir al teatro de tu tierra a tocar tu música como llevas soñando toda la vida… Y muchas veces da la casualidad de que falla una compañera y viene un compañero. Automáticamente, la atmósfera cambia. Además hay temas que cambian y otros que se han ido incorporando. Flamencas lleva andando más de un año y una mente como la mía, que no se está quieta, tiene que estar siempre componiendo. Mi prueba de fuego es llevarlo al directo y ver qué sensación despierta en el público. Allí veo las partes en las que este se me desconecta un poco o aquellas en las que los siento emocionados.
– ¿Cómo se percibe que el público ha desconectado?
– Eso se siente. Tú estás tocando y lo notas. Suponte que te están viendo 200 personas. Son 400 ojos encima de tus manos. Miras y ves que están mirando, pero no están. No llevan el compás, no se les ve disfrutar. Intento que eso no pase. Que sea dinámico desde que empieza hasta que acaba. El resultado suele ser que me piden otra y otra y otra. Y yo digo: ¡qué maravilla! Porque es durillo sentarse a ver un espectáculo de guitarra, de música inédita que aún no ha salido.
– ¿Por qué pone la guitarra como justificación de que sea un poco duro?
– Porque es sabido por todos que el cante es más asequible al oído. O el baile, que aporta un estímulo visual. Yo intento que haya mucho estimulo visual también. Suelo llevar audiovisuales para hacerlo un poco más dinámico. Pero a ver, es duro porque es un espectáculo de música donde tú tienes que estar sentado y ya. No es como un espectáculo de baile en el que sale la bailaora y puedes comentar el vestido o los movimientos que ha hecho. Con la guitarra, el estímulo es exclusivamente auditivo.
«Yo siento que hemos llegado más tarde y hay desigualdad por eso. También se cree que las mujeres no tenemos suficiente fuerza tocando para, por ejemplo, acompañar al baile o al cante. Pienso que tocar un instrumento no es picar piedra, ¿no?»
– Entonces, ¿ve fundamental que un guitarrista utilice estímulos más allá de los auditivos para llamar la atención?
– Eso va en cada uno, pero yo soy una persona muy audiovisual. Cuando era pequeña, recuerdo ir por la calle con mi hermano y ver a una mujer caminar y emular el sonido que tenía caminando. Le ponía sonido a todo lo que veían mis ojos. En el espectáculo utilizo audiovisuales para poner a la gente en el contexto y no perder el incentivo del público. Hay un tema que se titula El corazón de Dios, que habla de la esclavitud infantil. Se llama así porque pienso que los niños son el corazón de Dios. Con respecto a este tema, llevo audiovisuales muy bonitos, no llevo nada que sea muy duro. Tampoco hace faltar redundar. Hay que concienciar, pero no hacer sangre.
– ¿Hay algo de lo que le gustaría que tomara conciencia la sociedad al ver Flamencas?
– De que nada es imposible. Llevo un espectáculo en el que voy rodeada solo de mujeres y creo que no es usual. Lo único que quiero es que el día de mañana o el de hoy, si alguna niña quiere tocar la guitarra, la percusión o el viento, no le digan como a mí: ¿tú quieres tocar la guitarra?, ¿tú has visto alguna mujer tocando la guitarra? A mí eso en su momento me hizo dudar.
– ¿Se sintió un poco cohibida?
– Sí y no. Porque es verdad que cuando yo quise tocar la guitarra no tenía ningún referente femenino. Mi abuelo, que fue quien me enseñó, me dijo: “Tranquila, que sí hay guitarristas mujeres. Yo las he visto. Y además muy buenas”. Ahí ya me relajé. Claro, tuve la suerte de tener a mi abuelo al lado. Pero bueno, hoy vivimos en un mundo en el que a las mujeres se nos permite hacer esto y se lo debemos a las que en su día no pudieron.
– ¿Se considera una activista de la igualdad?
– Me gusta mucho la igualdad en todos sus sentidos. En este espectáculo hay ocasiones en las que llevo hombres porque la igualdad también es esa. Mientras sigamos excluyendo, seguiremos siendo excluidas. Yo quiero ser un grupo inclusivo, no exclusivo. Si te llaman por el simple hecho de necesitar una mujer para una determinada banda, te siguen excluyendo. Te tienen que llamar por tu profesionalidad. Yo tengo la suerte de contar con mujeres tan profesionales en mi espectáculo que cuando ellas no pueden venir, tengo que llamar a hombres que estén al mismo nivel. No viene cualquier hombre. Si me falta Nasrine en la percusión, tengo que llamar a Ane Carrasco, al Bandolero o al Piraña. Cualquiera no me cubre el hueco que ellas dejan. Y me llena de orgullo.
– ¿Con quién va al festival de Barbadillo?
– Vamos a tres. Voy con Ane Carrasco y Teresa Hernández. El formato trío es el formato más vendible. Es curioso ver cómo suena un espectáculo con tres personas y no echas de menos nada. Se vende mucho dentro del mundo del flamenco. El tres es un número mágico.
«Es sabido por todos que el cante es más asequible al oído. O el baile, que aporta un estímulo visual. Yo intento que haya mucho estimulo visual también. Suelo llevar audiovisuales para hacerlo un poco más dinámico»
– ¿Y usted es partidaria del formato trío?
– Yo soy muy minimalista. La fórmula del flamenco de cante, toque y baile o percusión es una combinación ganadora. Es la base de lo que puedes construir después encima.
– ¿Pone la necesidad del público por encima de su propia necesidad?
– Siempre. Nosotros actuamos para un público. Sin ellos no somos nada. Y hay que preguntarse: ¿qué es lo que el público quiere oír aquí? El público siempre lleva la razón. Además, sabe lo que quiere oír y si tú se lo das, se va feliz a casa y tú también. A veces nos olvidamos de eso y decimos: no, yo me siento a tocar y si al público le gusta que me llame y si no que no me llame. Está bien. Pero no nos podemos olvidar de que el que paga una entrada, se desplaza para ir a verte y te dedica su tiempo se merece que le des lo que quiere oír.
– Envíe un mensaje a la gente que esté en Sanlúcar el 27 de julio para que no se pierda su espectáculo.
– Yo les invitaría a que vinieran al festival Universo Vi de Barbadillo porque van a encontrar un espectáculo del que se van a ir, van a pasar días y van a seguir hablando de él. Les animo a que vengan, porque les va a gustar muchísimo. No se van a equivocar. El espectáculo tiene partes en las que te emocionas. Creo que tienen que venir porque además es algo totalmente diferente al resto de cosas que van al festival. Sanlúcar es indiscutiblemente tierra de flamenco y yo necesito que venga a ver Flamencas.