Los artistas flamencos se devanan los sesos a la hora de plantear espectáculos cada vez más audaces y sorprendentes, con el fin de distinguirse de la masa. Efectos técnicos deslumbrantes, coreografías sofisticadísimas, todas las vueltas de tuerca son pocas para meterse en el bolsillo a un espectador que ya parece haberlo visto todo. Y bien está que sea así, porque de lo que se trata es de hacer suficiente magia como para merecer el precio de la entrada. Sin embargo, no todo pasa por el gigantismo o la grandilocuencia. O eso pensamos después de una hora larga oyendo a Ismael de la Rosa y a Yerai Cortés en el Festival de Nîmes.
En el auditorio del Musée de la Romanité, solo dos sillas sobre el escenario. Ni un cable por el suelo, nada de altavoces. Patio de butacas lleno a rebosar y expectante. Al momento, dos artistas jovencísimos sobre las tablas, pero ya con su buena experiencia acumulada en el zurrón, saludan con una timidez rayana en la disculpa y echan a rodar su repertorio. A partir de ese momento, en el silencio compacto de la sala, se empieza a escanciar la miel en forma de melodías deliciosas. Comenzaba el festín.
Tras grabar la primera entrega de Flamenco directo, el cantaor sevillano y el guitarrista alicantino han decidido continuar el proyecto con un volumen II en el que, según ellos mismos afirman, abordan cantes “más hilados y menos comunes” desde una mirada claramente ortodoxa, que no excluye la creatividad ni opaca la personalidad de este sólido tándem.
«Una tarde en la que el acogedor espacio del museo nimeño se convirtió en un reducto de buen gusto y jondura frente a la grosería del mundo en que vivimos. Quizá solo necesitábamos eso: un cantaor y un guitarrista, cantando y tocando bonito, sin trampa ni cartón. ¿Para qué más?»
Cierto es que en Nîmes sonaron también algunos cantes recogidos en el disco germinal de Flamenco directo, como la bambera o la seguiriya… Que por otro lado no tuvimos el menor inconveniente en volver a escuchar, porque en el formato orgánico que se nos presentaba todo sonaba especial. La voz de Ismael de la Rosa fluye con delicadeza, hasta hacerse por momentos casi inaudible, aunque también es capaz de sacar a relucir su rajo gitano para estremecer al respetable. Por su parte, Yerai Cortés, imperturbable durante todo el concierto, se siente como pez en el agua acompañando al cantaor con una pasmosa serenidad, jugando incluso con los silencios, tan raros en la más bien frenética guitarra flamenca de hoy.
Me gustó mucho De la Rosa –también conocido con el remoquete artístico de El Bola– por guajiras y por alegrías de Cádiz, pero sobre todo en sus continuas reivindicaciones a la estirpe a la que se debe (la familia Fernández, Curro Puya, hermanos Culata, los Cagancho) y al paraíso perdido de Triana, así como un popurrí para la mayor gloria de unos ídolos atemporales llamados Lole y Manuel.
Cabe destacar que tanto Ismael de la Rosa como Yerai Cortés tienen otra cosa en común: ambos forman parte de la troupe de C. Tangana, un ídolo juvenil capaz de llenar estadios con su cóctel de pop, rap y trap. A pesar de este éxito arrollador (busquen en Youtube cualquiera de sus espectáculos multitudinarios), el dúo no solo no parece tener el menor interés en alejarse de lo jondo, sino todo lo contrario: saben que ese es el lenguaje que dominan, el que los define y singulariza, la fuente a la que se deben. Y pueden hacerlo llegar a las nuevas generaciones sin adulterar el producto ni vender su alma por cuatro reales. El célebre bolero de Antonio Machín Un compromiso metido por bulerías puso el broche a una tarde en la que el acogedor espacio del museo nimeño se convirtió en un reducto de buen gusto y jondura frente a la grosería del mundo en que vivimos. Quizá solo necesitábamos eso: solo un cantaor y un guitarrista, cantando y tocando bonito, sin trampa ni cartón. ¿Para qué más?
Ficha artística
Flamenco directo vol. II
Festival de Nîmes 2024
Musée de la Romanité
19 de enero de 2024
Ismael de la Rosa, voz
Yerai Cortés, guitarra