Un precepto de las artes escénicas decreta que no se debe comer ni beber en el escenario. Algo que Choro Molina y Jesús Corbacho se saltan a la torera en su nuevo espectáculo, Francachela, porque no hacen otra cosa. Bueno, hacen mucho más, pero el jamón y el vino corren de principio a fin. De hecho, el argumento gira en torno a una mesa con su mantel, a la que vemos sentarse al cantaor y prepararse un bocata mientras tararea unos fandangos como quien pasea distraídamente de Huelva a Alosno. Choro se le suma y comienza el juego del comer y el cantar, comer y bailar, con sorbitos de vino entre una cosa y otra.
Dicho así puede sonar simple, incluso banal. Pero la hora larga en que se desarrolla este planteamiento, los dos artistas hacen algo muy difícil. Y no me refiero solo al cante elegante y limpio de Corbacho, o a esa corpulencia del Choro que se manifiesta en taconeos poderosos, los mismos que conocen bien los seguidores de Vicente Amigo, a quien el bailaor suele acompañar. La propuesta va mucho más allá.
Paso a paso, tranquilamente, van dando forma a una reivindicación de su tierra, un ejercicio de orgullo choquero, pero tamizado por el humor, porque de lo contrario se corre el riesgo de caer en esa fiebre identitaria, victimista y chauvinista, que tanto daño hace en nuestros días. Ellos demuestran, por el contrario, que se puede rendir homenaje al lugar del que uno viene sin perder la sonrisa ni caer en el patetismo. Ello emparenta esta francachela con propuestas como ¿Qué pasaría si pasara?, de David Palomar, El Junco, Roberto Jaén y Riki Rivera, donde la guasa cumplía también con su función desinfectante sin rebajar los estándares de calidad.
«“Antonio, ¿quién eres tú?”, se oye preguntar lorquianamente, y eso es a lo que el bailaor va respondiendo pasaje tras pasaje. Mientras Choro manda con su baile recio, Corbacho saca partido a su extraordinaria versatilidad»
La escenografía, además de la mesa con las viandas, es casi minimalista. Una raya de sal de la que Choro toma un puñado para dibujar un círculo y bailar por soleá antes de romperlo de un puntapié. Luego, cada uno desde un extremo, empujan esa línea nevada hasta encontrarse en el centro, juegan a atraparla y dejarla caer entre los dedos, hacen compás con los nudillos sobre ella… La materia no es solo materia: es símbolo, es memoria.
“Antonio, ¿quién eres tú?”, se oye preguntar lorquianamente, y eso es a lo que el bailaor va respondiendo pasaje tras pasaje. Mientras Choro manda con su baile recio, Corbacho saca partido a su extraordinaria versatilidad: toca la guitarra (y nada mal, por cierto), toca el cajón, se pega una pataíta… También conversan de manera improvisada recordando sus respectivas infancias, comparten anécdotas de sus inicios que inspiran ternura a la vez que vuelven hacia arriba las comisuras de los labios. Se oye una grabación de un niño (¿Corbacho?) cantando por fandangos casi antes de aprender a hablar. Y Choro recuerda cuando, en las fiestas de las Colombinas, los mayores le despertaban para que les bailara (“Chorito, venga, una pataíta”) y dejarlo luego seguir durmiendo.
No destriparé más los detalles de un montaje que vale la pena saborear –nunca mejor dicho–. Es cierto que, en el estreno en Nîmes, la parte más débil fue la de los diálogos, pues nunca es fácil para quien no tiene formación actoral improvisar en este campo y no trabarse un poco o pisarse con su compañero. Sin embargo, todo fluye con naturalidad en este trabajo, y lo que es más importante, con honestidad.
Estamos ante dos artistas que, a pesar de ser todavía jóvenes, llevan toda la vida entregando sus energías y sus ilusiones a ese misterio secular que llamamos flamenco. Por tangos, por fandangos (“¡pero de Cádiz!”), por alegrías, los dos compañeros y amigos culminan una francachela que promete tener un magnífico recorrido. El público galo, por cierto, nada más terminar, aplaudió a rabiar y corrió al ambigú del teatro para tomarse, ellos también, un vaso de vino.
Ficha artística
Francachela. Jesús Corbacho y Choro Molina
Festival de Nîmes 2024
Odeon, 20 de enero de 2024
Cante y guitarra: Jesús Corbacho
Baile: Choro Molina.