Cuánto me gustaría estar en todos los espectáculos organizados por el Festival de Jerez y en los que nacen de la iniciativa privada porque todos tienen algo que ofrecer de calidad, unos muchos más que otros, pero la ciudad vive días de frenesí de compás que se prestan a la convivencia y al disfrute entre personas de distintas culturas, edades, razas o credos. Lo que predomina es la armonía y la generosidad de todos. Por lo tanto, lo tuyo es mío y lo mío es tuyo. Por las calles caminan los cursillistas con sus mochilas y sus botellas de aguas intentando llegar a todos los puntos que la agenda marca y son los propios jerezanos los que les señalan las calles que deben coger para llegar antes.
28 de febrero
La hora del vermú en Museos de La Atalaya
A la una de la tarde comenzó ayer la jornada en el Salón Don Jorge de los Museos de la Atalaya con la copa de vermú correspondiente y un sol de justicia que nos recordaba que celebrábamos el Día de Andalucía. Aforo lleno para disfrutar de la única, o primera, decana o creadora, del arpa jondo. Ana Crismán se ha consolidado como una música de respeto y admiración por la abrumadora fantasía que produce su alma, volcada en un instrumento que nunca había sonado como hasta que ella llegó.
La jerezana presentaba un work in progress, o sea, una parte del proceso creativo de lo que será Arpaora. En el salón, amplio y renovado casco de bodega típico jerezano, la gente se sitúa alrededor de distintas tarimas por las que Ana va pasando según los estilos a interpretar. Como ella mismo dijo, cada arpa suena de una manera, te exige una colocación y requiere de un mimo especial. De pie, sentada, con “bata” de cola, con mantón de manila… dibuja tres escenarios y tres ambientes distintos, cada uno de ellos con sus artistas invitados.
La soleá o los tientos tangos, la granaína con Jesús Méndez, una zambra inspirada en uno de sus paseos por La Alhambra, unas alegrías que nos llevan a los campos de girasoles de las tierras gaditanas… Todo un derroche de belleza y calidad compositiva que explican cómo en tan pocos años la artista es considerada como figura en multitud de países. El estudio y el esfuerzo que hay detrás de cada interpretación solo ella lo sabe aunque se sobrentiende que horas y horas y más horas. Méndez mece el cante para llevarlo hasta el mismo cielo, al igual que suma Perico Navarro, percusión firme y certera. Otra invitada es Marta de Troya, también jerezana que lleva un tiempo en la compañía de la gran Sara Baras y que desliza su flamencura por el suelo de la sala, cara a cara con el público en el toque por guajiras. Termina por bulerías, asentando un camino que no parece tener fin porque Ana es inalcanzable.
Juan El Moreno debuta con la Peña Los Cernícalos
Desde hace unos años, el ciclo De Peña en Peña está apostando por esa juventud que reclama espacio y atención, quizás debido a que se creó un premio a modo revelación para la figura que aunara los méritos a tal efecto. Los Cernícalos trasladaron su actividad a la hermana y vecina Peña La Bulería por problemas de sede pero todo salió de categoría.
Fecha señalada para la historia en la familia Farruco por el debut en solitario, como protagonista principal, de Juan El Moreno, hijo de Farruquito. Una generación más que hace crecer una saga imprescindible para el baile gitano y creadores de unos códigos copiados en todo el mundo. Pero la sangre es la sangre y por eso suceden cosas que difícilmente tengan explicación. La que se nos ocurre a todos es que es un don que da Dios, además de no pasar por alto el poder que tienen los genes. En este Juan, elegante como su padre, que actuó acompañándolo con palmas, miradas y jaleos, se encuentran las condiciones perfectas para que en pocos años se convierta en reclamo en teatros de todo el mundo.
El Carpeta, La Farruca… andaban por allí casi más nerviosos que el joven pero con la sonrisa de ver que la historia se repite. El cuadro que lo acompañó no podía tener más tablas a cuestas: la guitarra de Manuel Valencia, el cante de Mara Rey, Mari Vizárraga y Ezequiel Montoya, la percusión de Paco Vega y el mencionado Farruquito. Seguiriyas, alegrías y caña hacen del recital una oda a la esperanza y a la ilusión, renovando sueños en la afición.
Peña La Bulería: el objetivo cumplido de Río Kobayashi
Casi entrada la madrugada, más de doscientas personas compraron una entrada para ver cumplir el sueño del japonés Río Kobayashi en la Peña La Bulería, otra vez. La sonrisa del guitarrista lo decía todo y tocó de bien para arriba. Las culturas se abrazaron nuevamente gracias a un Festival que es ejemplo de fraternidad, uno de los máximos valores que destacan los que lo visitan. Río contó para esta, su gran noche, con Jesús Méndez, cantando por tientos tangos o seguiriyas, poniendo a la gente en pie; y el baile de Andrés Peña, al que se le hizo pequeño el escenario ante tanta grandeza.
Río es un soñador y por eso ha sacado un trabajo discográfico apellidado De la Frontera y compuesto por él mismo, dejándose llevar en el directo por la improvisación que llega gracias a su admiración por tocaores quizás no tan técnicos, sino con alma. Ané Carrasco ordenó los compases y las palmas de Cantarote y Diego Montoya sellaron el ritmo a fuego en el corazón de todos. Hasta bailó por bulerías en lo que fue una fiesta que requirió un bis y en la que bailaron todos, también la mujer del protagonista, la bailaora Kaori Shimamura.