El Palacio de Villavicencio del Alcázar de Jerez acogió en la tarde del 6 de marzo el último de los encuentros previstos para esta edición de estos conciertos. Quizás la dirección debería ampliar este formato, ya que ha sido un éxito, tanto en aforo como en armonía, además de sumar al Festival de Jerez ese espacio para el cante íntimo y de voces que habitualmente no tenemos la suerte de escuchar en solitario por la ciudad.
Por la mañana, una de las salas superiores sufrió un aparatoso incendio que dejó un olor a quemado durante toda la jornada y todos se preguntaban qué había pasado, hasta que el propio Jesús Corbacho bromeó ya casi al final aclarando las dudas. El cantaor onubense llegaba al palacio con un premio bajo el brazo, el de Mejor Cante de Acompañamiento de la edición pasada que otorga la Federación Local de Peñas y en la que participó hasta en seis, si no me falla la memoria, espectáculos distintos. Merecidísimo reconocimiento a un cantaor con conocimientos, con un dominio que le dan los años de tablas y con un buen corazón, que todo hay que decirlo. Tanta información guarda en su ser que es capaz de diseñar un repertorio según convenga y según estén los ánimos en el público. Para tal gesto de improvisación necesita contar con la confianza de Juan Campallo, otro ilustre premiado que aporta sensibilidad en cada estilo.
«Jesús Corbacho se paseó por el levante hasta llegar a la soleá, de lo más destacado del recital, gustándose en los estilos trianeros. Quedaban bulerías, con aires de Caracol o El Chozas, finalizando su noche en Jerez tal como la empezó, bajo el escenario entre el público»
Desde abajo, entre el público, comenzó su comparecencia con el Pregón del Frutero rematándolo con el fandango Que sufría mal de amores, en el campo una pastora… Prosiguió con malagueñas y abandolaos, cómodo en los bajos, como demostró en la guajira de Marchena, con un gusto exquisito. Cambió de registro en las seguiriyas, con Campallo en plena forma y cargado de dramatismo, con el macho de los campanilleros que dejó sellado Don Antonio Chacón para los restos. Se paseó por el levante hasta llegar a la soleá, en mi opinión de lo más destacado del recital, gustándose en los estilos trianeros. Quedaban bulerías, con aires de Caracol o El Chozas, finalizando su noche en Jerez tal como la empezó, bajo el escenario entre el público, esta vez por fandangos de su tierra de Huelva. Nos fuimos corriendo para el teatro a la cita de las ocho y media, la de Úrsula López, porque el cantaor estaba tan a gusto que el reloj le sobraba, así como al público que emocionado lo ovacionó.