Escribía el compañero Kiko Valle cuando realizó la crítica flamenca de Miguel Poveda en la última Bienal que ni que hubiera que pedir permiso, en referencia a escribir en positivo las bondades artísticas del cantaor badalonés. «¡A ver si ahora no va a poder uno, siendo aficionao cabal, decir con la boca grande que le ha gustao Poveda!», continuaba Kiko en su texto. Pues así es. Por un lado, no hace falta ser aficionado cabal para darse cuenta de que, hoy por hoy, Poveda manda en el mercado, es un enorme cantaor, tiene un repertorio más que amplio, llega al gran público y reúne todas las condiciones y cualidades para estar donde está. Otrora será el libro de los gustos, escrito en blanco. Siempre se ha afirmado que el flamenco es de minorías. Pues Poveda rompe la baraja porque que un solo artista sea capaz de llenar un auditorio de mas de mil seiscientas butacas, a precios elevados, solo es posible si eres, ante todo, un gran artista. Le preguntaría a esos cabales que reniegan del flamenco bueno, actual y de multitudes si Chocolate, Agujetas, Mairena o cualquier otro de los últimos cincuenta años hubiera llenado grandes espacios fuera de los festivales de verano. Solo Camarón de la Isla podía con tal hazaña. Y es que el flamenco de hoy no está reñido con el del pasado. ¿Reniega el arquitecto moderno de las creaciones de hace dos siglos? Ni debe ni puede. Pues en estas hay que incardinar el cante de Poveda en esta década en la que nos encontramos. Habrá que alejarse de prejuicios anquilosados, herméticos, como alguna etapa del cante, para valorar que lo que hoy es actual será clásico en próximas décadas y será el referente para las nuevas hornadas de cabales que asumen que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Hechas las aclaraciones pertinentes toca hablar del cantaor flamenco clásico que escucharán los futuros cabales dentro de varias décadas: Miguel Poveda.
Presentó en el Palacio de Congresos de Granada el que es su último disco y espectáculo de gran formato Poema del cante jondo que no es sino un homenaje a Federico García Lorca y a su obra de igual título.
El cantaor ha conseguido algo que resulta ciertamente difícil: trasladar un poemario, un texto escrito en verso con diferentes estrofas al acervo musical flamenco. Históricamente ya lo hicieron antes Pepe Albaicín y Enrique Morente y tantos otros que vieron en estos poemas la música que había dentro. Poveda cantó a Lorca y Lorca escribió para Poveda.
«Si ya ha demostrado a lo largo de su dilatada carrera su solvencia cantaora Miguel Poveda, acredita que lo suyo es el flamenco del siglo XXI, y que con cada espectáculo refuerza su trabajo, su conocimiento y sobre todo deja patente que la renovación del cante es necesaria y que los cabales del pasado, del presente y del futuro deben ahondar en sus espectáculos»
El repertorio extenso se sostuvo musicalmente en un recorrido estilístico al que Poveda acopló los poemas lorquianos. Como preludio, la voz y personalidad del actor Juan Fernández da la entradilla al poemario musicalizado. Así, introduce El grito deja en el viento por caña y polo, Juan Breva por malagueñas y verdial en su estilo personal del cantaor veleño y Baladilla de los tres ríos por cantiñas. Aquí hace un pequeño parón para agradecer al público haber llenado el anfiteatro y afirmar que va a darlo todo porque siempre lo hace y porque estando en territorio Lorca no puede no hacerlo. Carlos Grilo se levanta para poner en marcha una gramola y aparece la gravilla de los vinilos que se acoplan a la guitarra de Jesús Guerrero para conseguir un efecto sonoro sesentero en el toque por soleá y en las coplas que al estilo alcalareño presenta Poveda extraídas del Poema de la soleá. La terceta octosilábica original se convierte en cuarteta para cuadrar el cante sin aparente dificultad como así hizo en la caña, con la dificultad que entrama adaptar un pareado al cante. Continuó al calor eufórico del público que jaleaba cada cante, por bulerías acordándose de Pastora Pavón con sus esquilones de plata extraído de La baladilla de un día de Julio, el cerro de Palomares, o el Anda Jaleo. El llanto de la guitarra terminó de ser un órdago al buen gusto con la colaboración de Los Makarines, que se fundieron con la voz de Poveda. Volvió Juan Fernández a deleitarnos con su dulce voz, remitiéndose al pasado, a la música poética de Lorca.
La seguiriya es el Retrato a Silverio Franconetti en la letra porque en la música viajó a Jerez para remedar a Manuel Molina.
Hay que dedicar unas palabras al guitarrista Jesús Guerrero. Es personal en cada nota, creativo, limpio en el toque y discreto a la par que sorpresivo. Es el perfecto acompañante al cante. Da la nota precisa sin molestar pero siendo protagonista, un totum musical que lo convierte en imprescindible. Demostró su solvencia con una composición en solitario junto a Paquito González, que anticipó una intro por malagueñas que derivó en compás de bulería sin estructura tonal aparente. Fue una composición libre y desmedida de enorme dificultad incluso con matices jazzísticos. Del Diálogo del amargo recitó Poveda unos versos para pasarse a los tangos y a la alboreá.
El cambio de tercio al que nos tiene acostumbrados el protagonista vino cuando apareció en escena el genial pianista Joan Albert Amargós, un fijo en la compañía del cantaor. Un extenso repertorio de coplas inundaron el Palacio de Congresos: El silencio, Ojos verdes, Y sin embargo te quiero, El poeta pide a su amor que le escriba y La bien pagá. La colaboración en el bajo de José Manuel Posada Popo consiguió redondear y aportar musicalmente a sus compañeros de escenario sin desdibujar el concepto. Toda una oda al buen gusto. Finalizó la noche, después de más de dos horas y media de cantes y canciones, con un batiburillo de rumbas de Los Chichos. Se crió en su infancia el cantaor al calor de las vecinas de su barrio y de las criticonas con las que convivía, como él mismo contó en una suerte de monólogo que provocó múltiples risas y con el que terminó de meterse al público en el bolsillo, porque si algo tiene es carisma en el escenario cantando y hablando, contando chascarrillos y anécdotas. Estaba pletórico. Y por rumbas cerró la noche con la Canción del gitano apaleado.
Si ya ha demostrado a lo largo de su dilatada carrera su solvencia cantaora Miguel Poveda, acredita que lo suyo es el flamenco del siglo XXI, y que con cada espectáculo refuerza su trabajo, su conocimiento y sobre todo deja patente que la renovación del cante es necesaria y que los cabales del pasado, del presente y del futuro deben ahondar en sus espectáculos y más en este al que podemos llamar no Poema del cante jondo, sino Poveda del cante jondo.
Ficha artística
Poema del cante jondo, de Miguel Poveda
Palacio de Congresos de Granada
15 de noviembre de 2024
Cante: Miguel Poveda
Guitarra: Jesús Guerrero
Percusión: Paquito González
Coros y palmas: Carlos Grilo, Los Makarines
Colaboración especial: Juan Fernández
Piano: Joan Albert Amargós