El flamenco en Extremadura es un referente singular de una manera de entender la vida, donde el cante y el toque, preferentemente, son el complemento idóneo para higienizar el alma y aliviar la tristeza, sobre todo cuando se muestran con artistas autóctonos en plenitud, valores de la demarcación territorial en cuyos rostros se pliega la arada de lentos años de arte pero también el deseo de que sus voces acariciadoras añadan más música a la música eterna de tan apreciada comunidad autónoma.
El concierto se presentó bajo el título de Vengo de mi Extremadura, que alude a los jaleos grabados en 1969 por Porrina de Badajoz, y tendía a poner al alcance del público el flamenco autóctono, un recorrido por aquellas trayectorias musicales desarrolladas desde el ámbito local que, a la postre, son fiel reflejo de los valores esenciales de la cultura extremeña, admirada y reconocida en todo el mundo.
Pero salimos desencantados. Lo mejor de la noche la guitarra que emana de aportaciones personales como las de Manolo de Badajoz y sus hermanos Pepe y Ernesto, así como Justo de Badajoz, hijo de Manolo, entre otros, legado que en este concierto lo simbolizó el maestro Miguel Vargas, de Mérida, con quien desde sus primeros acordes aspiramos los aromas extremeños y tan pendientes de lo constructivo como de la expresión íntimamente cantaora. En síntesis, guitarra muy cuidadosa de lo fundamental: la gradación de intensidades rítmicas y el manejo del pulgar, como constató Vargas en la granaína de presentación.
Y junto a las guitarras de Miguel y su hijo Juan y un diseño lumínico descuidado en una Bienal de Sevilla, el cante, iniciado por Guadiana, todo un profesional avezado y curtido en los más diversos escenarios, pero no tuvo su noche. Su belleza tímbrica y su volumen generoso decepcionó en la levantica de El Cojo de Málaga y la taranta. Y decimos esto porque nos sorprendió al perder el control de la voz, tónica dominante en toda su actuación, por más que –insisto– lo tengamos como un cantaor más que interesante al que merece la pena seguir y escuchar con detenimiento, ya que su destreza en la experimentación está sustanciada en el conocimiento que tiene de las distintas alternativas de los cantes de su tierra.
Mas el cantaor pacense, sobrino de Porrina de Badajoz, mantuvo la misma falla en la seguiriya y hasta en los tangos extremeños, que sin duda los tiene bien interiorizados, aunque a lo largo de la ejecución flaqueó su poderío vocal.
«Quedó en nuestra impresión la decepción al romperse todas las expectativas y esperanzas puestas en una comunidad, Extremadura, a la que no se le atribuye el origen del flamenco, pero sí al menos se le ha concedido en la Bienal de Sevilla la necesidad física de interpretarlo»
La siguiente salida correspondió a Juanfra Carrasco, de la localidad pacense de Santa Amalia, con una prestación escénica enérgica y un fraseo incisivo, acaso demasiado teatralizante, pero con un color vocal seductor en el que se adivinan ciertos tintes “afillados”, aunque cuando parece desvanecérsele la voz, cuando el espectador cree que se le languidece la rigidez expresiva, es capaz de imponerse a los acentos duros y enlazar tercios de una sonoridad aceptable, con buen gusto y genuina gitanería, si bien con fallas armónicas y sin aprovechar el arco melódico de los estilos.
No obstante, esperábamos más del joven Carrasco. Su malagueña de Mellizo entre Caracol y Pericón fue un batiburrillo que la concluyó con la media granaína de Vallejo. En la soleá por bulerías cruzó los estilos como quien se salta los semáforos de la calle Torneo, y cuando le tocaba abordar los jaleos extremeños, hay que agradecerle que sacara a Alejandro Vega, cantaor que la monotonía cromática la antepone a la pura colocación, a la discursiva, y con sonidos aquí y allá de dudosa belleza lírica para los belcantistas, pero de un lenguaje hecho a fuego y con sonoridades e intensidades calés.
Destacamos, en tal sentido, a Alejandro Vega, porque ya en los tangos extremeños confirmó nuestro análisis anterior, pues, a más de la ordenación de las variantes o de mantener un diálogo maravilloso con Miguel Vargas, sabe sacarle partido a la media voz, y sin lograr momentos de suntuosa musicalidad, justificó un registro agudo bien tensionado y expresado con notoriedad.
El penúltimo capítulo de la noche fue un desafío por fandangos entre Guadiana y Juanfra Carrasco, corroborando ambos la crítica reseñada con anterioridad, en tanto que antes de anunciar el fin de fiesta por bulerías, Miguel Vargas se dirigió al público para comunicar la ausencia de El Peregrino por enfermedad, bailaor de 88 años y para el que desde estas líneas hacemos votos por su pronto restablecimiento.
Y así llegamos a la fiesta por bulerías con testigos como La Kaita, Antonio el Marsellés o Rubio de Pruna, quedando en nuestra impresión la decepción al romperse todas las expectativas y esperanzas puestas en una comunidad, Extremadura, a la que no se le atribuye el origen del flamenco, pero sí al menos se le ha concedido en la Bienal de Sevilla la necesidad física de interpretarlo.
Ficha artística
Vengo de mi Extremadura
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Muelle Camaronero
19 de septiembre de 2024
Guitarras: Miguel Vargas (dirección musical) y Juan Vargas
Cante: Guadiana, Juanfra Carrasco y Alejandro Vega
Percusión: Daniel Suarez
Bajo: José Jiménez
Producción: Sergio García Producciones