Con la guitarra inconfundible de Miguel Ángel Cortés, el romance en la voz de Esperanza Fernández inicia el recital, Mi madre me metió a monja / por reservarse mi dote / me metieron entre cuatro / me metieron en un coche… y Celinda y Gerineldo se remueven para introducirse de nuevo en nuestro presente. Esperanza sube los brazos morenos al cielo con manos que suplican, mira qué malita es la vía / que pega muy fuerte y duele. Todas las pérdidas y malos momentos se hacen presentes en nuestros pensamientos. Es imposible no conectar emocional y sentimentalmente con la cantaora de Sevilla, con la gitana trianera, que implora con su cante.
Canta la malagueña de la Peñaranda, que grabara Enrique Morente: ni quien se acuerde de mí / yo no tengo quien me quiera… En un lamento que enreda al público en una suerte de complicidad con el cante, para rematarlo por abandolaos: Por tu querer yo me muero / no me hagas más sufrir / tengo celos hasta del aire / que acaricia tu pelo.
Esperanza se mueve con elegancia por el escenario, su vestuario blanco sobre negro y el decorado también. Todo está en su sitio y a su gusto. Ella se sabe artista y heredera de la casa de los Fernández y se muestra orgullosa y agradecida por ello. Está en su casa cuando se sube a las tablas del teatro. Viene para compartir con su público, cada cante es un regalo, cada quejío es una palabra que busca consuelo y ella se duele, acordándose de los suyos. Ahora es la matriarca de la casa de los Fernández y sabe la responsabilidad que eso conlleva. La familia Fernández y muchos amigos están en el teatro, acompañándola, ella no está sola. Se oyen voces en el público que la animan, la piropean, la jalean, y Esperanza responde entregándose aún más en el cante. Ella lo va a dar todo, siempre lo da todo.
Ahora por vidalita, que también le gusta a esta gitana tan señora eso de los cantes de ida y vuelta. Y continúa por guajira con su abanico blanco en la mano, quitándose el calor mientras pasea por el muelle de un imaginario malecón: Es mi mulata un terrón / de azúcar canela hecho / que arrimándoselo al pecho / quita el mal del corazón…
«Esperanza está en su casa cuando se sube a las tablas del teatro. Viene para compartir con su público, cada cante es un regalo, cada quejío es una palabra que busca consuelo y ella se duele, acordándose de los suyos. Ahora es la matriarca de la casa de los Fernández y sabe la responsabilidad que eso conlleva»
Esperanza sale de escena y Miguel Ángel Cortés nos eleva con sus trémolos de ensueño y unas bulerías de esas que tienes que decir ¡ole! Sin más remedio. Es Miguel Ángel uno de los mejores guitarristas de acompañamiento. Cuando Esperanza vuelve, nos sorprende con una bata de cola azul, para mecernos por cantiñas: …y la Giralda agradecía / con los repiques de sus campanas / lo agradecía… Si por cantiñas yo a ti te canto / te lo mereces, Sevilla mía / por tus encantos. Y el público se estremece con los torniscones que esta noche nos está dando Esperanza Fernández, quien nos confiesa que “es maravilloso cuando una está aquí arriba [en el escenario] y se desnuda para decir lo que siente”. Y sus palabras suenan a verdades irrefutables ¡oles, de nuevo, del público!
Se cuadra para cantar por soleá que inicia con la Serneta, Presumes que eres la ciencia…; Olvidé a quien bien quería / por el hablar de la gente…; Hasta los árboles sienten /que se les caigan la hojas.. Y cierra con un remate suyo que nos estremece: Desde el vientre de mi madre / me he sentío cantaora / con el compás de su sangre. ¡Ole, ole y ole! Homenaje a las mujeres cantaoras, de matriarca a matriarcas. Se oye en el público “me tienes llorando, Esperanza”.
Ya toca fajarse por seguiriya, que inicia en la primera letra a capela, para que le siga su guitarrista, Miguel Ángel Cortés, por donde ella manda: Mare mía del Carmen / guíame estos pasos…; eran los días señalaítos de Santiago y Santa Ana…, y los varales de toda Triana crujieron en la Isla de la Cartuja.
Por sevillanas, con la guitarra de Dani Bonilla, a su familia, los Fernández y los Peña. Triana y Lebrija, a su pare Curro Fernández y a su mare Pepa Vargas, dos apellidos con solera flamenca que son la sangre de su casa.
Y vámonos por fiesta, bulerías, Entre mares y montañas, voy a darle de comer a la mare de mi alma… para marcarse sus pataítas tan flamencas.
Esperanza está jería con las pérdidas de su casa y eso en el cante se cala y su público se lo premia, el teatro en pie pidiendo más, suena una ovación de aplausos. Y nos regala su último sentimiento, por toná, claro que sí, cerrando los sentimientos, para salir del escenario con sus gitanos caminando tras ella.
Corazones de agua, porque el agua es fuerte y siempre se remansa.
Ficha artística
Corazones de agua, de Esperanza Fernández
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Auditorio Nissan Cartuja
28 de septiembre de 2024
Esperanza Fernández / Cante
Miguel Ángel Cortés / Guitarra
Dani Bonilla y Jorge ‘El Cubano’ / Palmas
Miguel Fernández / Palmas y percusión
Dirección: Pedro María Peña