«Nací en Nervión, Sevilla, en 1950. Mis hermanos nacieron en Marchena. Mi madre, de Málaga, Tolox. Y mi padre, de Marchena». Así de contundente se expresa José Luis Postigo Guerra, uno de los guitarristas más grabados del flamenco, con 63 discos de acompañamiento, bailaor inspirado (sí, sí, lo que oyes), autoridad y coleccionista de la guitarra.
Su ruta hacia el flamenco es más rebuscada que la habitual, una vida llena de anécdotas y sabiduría. A la corta edad de 7 años ya le gustaba bailar y ver bailar. Durante diez años estudiaba con maestros como Enrique el Cojo, clásico español, regional o escuela bolera. Galas juveniles y actuaciones diversas le tendrían ocupado, a la vez que desarrollaba su afición paralela a la guitarra. De ahí va dejando el baile a cambio de las seis cuerdas, y su vida le lleva a una brillante carrera que incluye el Premio Manolo de Huelva al acompañamiento del cante y el baile en Córdoba en 1983, y Premio de la Cátedra de Flamencología de Jerez ese mismo año.
A partir de entonces fue viaje exprés a las alturas de la profesión. Su nombre aparecía como guitarrista en los carteles de casi todos los festivales de aquella época, y participaba en una lista interminable de actuaciones con casi todas las grandes figuras del cante.
Pero un sorprendente rasgo define su persona más que cualquier otro: una fascinación, por no decir obsesión, con las guitarras. Con amplios conocimientos, es gran acompañante y gurú de la guitarra con tienda de ventas de guitarras desde hace 45 años. Vive su sueño de coleccionista de guitarras, el más importante del país, en su Casa de la Guitarra desde el 2012 en el castizo barrio de Santa Cruz de Sevilla.
Hablamos con José Luis Postigo…
– José Luis, enhorabuena por tu magnífica polifacética carrera. Sabemos que empezaste como bailaor, y así seguías durante diez años. Luego, por una circunstancia de contrato, te tocó el papel de guitarrista. Pero ya estarías muy preparado con la guitarra. ¿Tenías planeado hacer ese cambio?
– No lo tenía planeado, pero me di cuenta de que lo que más gustaba era la guitarra. Pulpón [representante] me mandó con un cuadro flamenco como bailaor a Torremolinos en los años sesenta. Cuando llegamos, el director dijo que no quería bailaor, que quería otro guitarrista. En aquel entonces llevaba dos años tomando clases de guitarra, y le dije “yo también soy guitarrista, pero mi toque es para bailar”, y me quedé varios meses tocando al baile. Volví a Sevilla y Pulpón me metió de guitarrista en Los Gallos. Había grandes figuras: la Paquera, Terremoto, Trini España, Matilde Coral, Farruco… Muchas figuras. Salgo de Los Gallos en 1979 y empiezo a tocar en festivales con Paco Taranto y Luis de Córdoba. Entonces, en el fin de fiesta siempre hacía una pincelá de baile, igual que Juan Habichuela, que también comenzó como bailaor.
– Casi me caigo de la silla al ver un fragmento de tu baile por bulerías con el sublime aire trianero del Farruco o Rafael el Negro. Muchos guitarristas tienen sus pataítas simpáticas, pero tú llegas más lejos. ¿Qué piensas del baile actual?
– Hoy en día se baila muy bien de los pies, aunque a veces parecen peleas de kung-fu. El baile ha avanzado muchísimo. ¡Me alegra saber que mi baile te sorprendió tanto! Respecto al baile actual, pienso que ha evolucionado de muchas maneras interesantes. Hay una mezcla de tradición y nuevas influencias que han enriquecido el flamenco. Aunque algunos puristas pueden tener opiniones mixtas, personalmente creo que la diversidad y la innovación son positivas para mantener viva esta forma de arte tan vibrante y emocional.
– Patrono y fundador de la Fundación Cristina Heeren. ¿Cómo ocurrió esto?
– Fui a Biarritz con José de la Tomasa para grabar un disco que le hacía Cristina. Le comentaba a José el proyecto que yo tenía de abrir una gran escuela. A Cristina le encantó y me citó para ir a una notaría para hacerme “patrono fundador” de la fundación que creó.
«He tenido suerte en mi vida de guitarrista, he viajado por todo el mundo. Hace doce años me operaron de la mano derecha, de los tendones, entonces me jubilé. He trabajado mucho y estoy cansado»
– Has llegado a acompañar al Cabrero durante más de cinco años. En una entrevista comentas que en 1984 hiciste 83 festivales con él y otras figuras, y que en los años ochenta ganaste 16 millones de pesetas. ¿Es cierto?
– En los años ochenta, le toqué a Luis de Córdoba, el Cabrero, José Mercé, José de la Tomasa, Menese, Naranjito de Triana… Fue cuando gané eso que dices y más.
– ¿Piensas que ha cambiado la manera de acompañar cante?
– Sí que ha cambiado, a excepción de unos cantes. El cantaor está cantando por soleá, y te cuesta distinguir si es por Alcalá, por Utrera o por Triana, y los acordes son de Nueva York Manhattan, acordes con armonías de jazz o blues. Son idiomas diferentes, se está perdiendo el sonido flamenco. El que es aficionado al cante hace el acompañamiento al cante, y al que le gusta tocar solo sigue la línea de solista.
– ¿En qué guitarristas y cantaores te has inspirado? ¿Cuál es el cantaor que has acompañado con más gusto?
– Yo he admirado a Paco de Lucía, a Manolo Sanlúcar, Serranito y muchos grandes guitarristas. Prácticamente no estudiaba la guitarra, me aficioné al cante y estudiaba a los cantaores. Me dijo Pulpón: “Vas a ir con el Chocolate”. Me compraba tres o cuatro cintas y estudiaba su forma de cantar. Pero el cantaor que más me marcó fue Antonio Mairena, y también Miguel Vargas. A mí me inspiraban todos los cantaores que cantaban bien, también estuve muy a gusto con José Mercé, Luis de Córdoba y el Cabrero, entre otros.
– Muchos guitarristas se quedaban medio olvidados a partir de Paco de Lucía, o simplemente tiraban la toalla. Tu toque se puede describir como pre-Paco, aun habiendo nacido después de él. Lograste defender tu forma de tocar. De hecho, algunos cantaores contaban contigo precisamente por tu camino tradicional. ¿No te atraían las nuevas formas?
– Siempre he admirado la evolución de la guitarra, pero yo estaba muy marcado por la afición al cante y he cultivado el toque ortodoxo. La época de Paco de Lucía nos volvió locos a todos los guitarristas. Yo no tenía esa disciplina de estar mucho con la guitarra. Tocaba a todas las figuras de la época, menos a Camarón, a todos. Entonces yo era el comodín, me adaptaba a cualquiera. Me dieron los dos premios más importantes del flamenco –Premio Nacional de Córdoba, y Premio de la Cátedra de Flamencología de Jerez–, infinidad de insignias de oro, cuatro semanas culturales dedicadas a mí. Me siento muy privilegiado, porque tengo muchos amigos y la afición flamenca me recuerda con cariño y respeto. Tengo una maleta con mil contratos de festivales. He tenido suerte en mi vida de guitarrista, he viajado por todo el mundo. Hace doce años me operaron de la mano derecha, de los tendones, entonces me jubilé. He trabajado mucho y estoy cansado.
– Ahora regentas tu Casa de la Guitarra
– Sí, la Casa de la Guitarra fue premiada por TripAdvisor como uno de los diez museos de España de mayor interés. Actualmente tiene una colección muy importante de unas 150 guitarras históricas desde 1794. Hay una exposición que se puede visitar gratis.
Desde aquí mando un cariñoso saludo a toda la afición flamenca.