Acertadísima la decisión de este año por parte de la Peña flamenca La Yerbabuena y del Ayuntamiento de Ogíjares de realizar un homenaje al maestro del flamenco granadino Curro Albaicín, a toda una carrera dedicada tanto a este arte como a su barrio, a sus gentes, a su música y a su legado. En los últimos años hemos vivido en este festival cómo se ha celebrado a otros artistas de renombre: Nene de Santa Fe, Rancapino o Pansequito, entre otros, y ya se dejaba sentir la ausencia del buque insignia de Granada, o como él se denomina a sí mismo, «una de las momias del flamenco», haciendo alusión a su antigüedad. O como dispuso el presentador, «el último mohicano del flamenco». Un reconocimiento merecido cuyo conductor del acto, José Antonio Corpas, que además es compositor, poeta y rapsoda, realizó una glosa hacia su figura junto a la bailaora Eva Esquivel. La parte protocolaria abrió la noche con las palabras del alcalde de la localidad y las del propio Curro Albaicín, al que pidieron desde el público que recitara alguno de sus poemas, y a lo que respondió con su Poema al Albaicín. En primera fila, autoridades políticas y militares aplaudieron el simbólico acto junto a artistas como María Guardia Mariquilla, amiga y familia de Curro.
Tras el homenaje, el presentador en su vertiente poética resaltó la grandeza flamenca de la ciudad nombrando a la práctica totalidad de estrellas locales para dar paso al primer artista de la noche: Segundo Falcón. De él lo sabemos todo artísticamente, sus logros y su conocimiento del cante. Vino acompañado de dos guitarras, la de Paco Jarana y la de Israel Gómez. La primera dirigió la parte musical, la segunda sobró. Y no porque no fuera buena sino porque dos guitarras tocando a la par por alegrías y bulerías desdibujaron cualquier posibilidad de disfrutar de falsetas en los interludios del cante, además de oscurecer remates e incluso detalles rítmicos en el compás de doce tiempos. Por malagueñas, que fue como empezó Segundo, se acordó de Gayarrito con «la flor que amaba» para afrontar rondeñas morentianas y fandangos de Frasquito Yerbabuena. Por alegrías apenas se pudo apreciar su cante, como decía, por falta de coordinación entre las guitarras y desafines tonales. Por soleá, circuló por casi toda Triana y sus estilos alfareros, de Pinea a Illanda acordándose de los cañaverales morentianos. Siguió con bulería corta de Jerez y jaleos para cerrar su recital con fandangos en los que el estilo del Sevillano brilló sobre el resto.
Esperábamos que El Pele fuera quien cerrara el festival por ser la máxima figura, pero fue quien recogió el testigo de Segundo. ¿La justificación? Antonio Reyes hacía doblete, venía de cantar de Jódar y no le daba tiempo si no cantaba el último. En cualquier caso no defraudó porque vino a hacer aquello a lo que nos tiene acostumbrados: cantar por derecho y ser de los más personales del panorama. Comenzó con una zambra caracolera que engarzó con la Elejía a Ramón Sijé de Miguel Hernández que musicara Enrique Morente, que por cierto estuvo presente en el repertorio de todos los artistas que actuaron. En la misma tonalidad encaró la taranta de la Gabriela sin que apenas nos diéramos cuenta con un talento especial para imbricar los cantes y rematarlos por cartageneras. Acompañado de su inseparable Niño Seve, se peleó con la malagueña del Mellizo y la Peñaranda rematando con el fandango de Dolores de la Huerta y de Frasquito Yerbabuena. La misma Yerbabuena que le puso al cante por soleá, su fuerte, su máxima, en el que su talento natural de personalización afloró dando recuerdo al gaditano Paquirri en versión Aurelio Sellés, viajando a Triana con la Andonda y parando en Lebrija a visitar a Juaniquí y a Fernanda de Utrera. Ahí es nada. Por alegrías cumplió sobradamente y por sevillanas, las suyas, levantó al público neófito, que se rindió a sus ya míticos tangos al «ponerse en la esquina y venir del moro». En el compás se acompañó de José Antonio Moreno y Edu Gómez, y al violín por Emilio Martín.
El artista que representó a Granada en Ogíjares fue Kiki Morente. El menor de la saga vino acompañado de un elenco más propio de un gran teatro que de un festival veraniego. Sobraban artistas de respaldo, y no por no haber calidad sino porque no fueron necesarios para poder escucharlo como se merece. Con la guitarra de Carlos de Jacoba y Joni Jiménez, las palmas de Carlos Canela, el Paquetito, Juan Panceta Farruco y a la percusión Popo Gabarre, cantó alegrías exprimiendo el repertorio de su padre de cabo a rabo; taranta marchenera, también en la versión de su padre, malagueña de Gayarrito, rondeña chica y fandango de Lucena. Todo rescatado del Ronco del Albaicín. Es innegable la fuente de la que bebe Kiki, por pensamiento, palabra, obra y tradición pero no por omisión. Es necesario salirse del camino que asfaltó Enrique para diversificar y decir más en el cante. Quedarse en un mero copista de quien ha sido su maestro al final puede pasar factura y Kiki tiene facultades sobradas para empezar a diseñar su propio camino y demostrar al aficionado que vale más que un apellido. Porque lo vale.
«Acertadísima la decisión de este año por parte de la Peña flamenca La Yerbabuena y del Ayuntamiento de Ogíjares de realizar un homenaje al maestro del flamenco granadino Curro Albaicín, a toda una carrera dedicada tanto a este arte como a su barrio, a sus gentes, a su música y a su legado»
Por alegrías se remitió a estilos clásicos y a la versión que Enrique hiciera con los versos de Rafael Alberti. Tras unas bulerías ralentizadas y largas, terminó por tangos de Graná, los de su padre de nuevo, con letras de San Juan de la Cruz y del cancionero popular. Nos alejó por un momento de la estética morentista Carlos de Jacoba que, personal en su forma de ejecutar el cante, se atrevió con una letrita dando batalla a Kiki.
En otro orden de cosas, este festival tiene una máxima: dar sitio al baile cada año. Suele apostar por artistas locales sin olvidarse cada cierto tiempo de otras geografías andaluzas. Para esta edición, Agustín Barajas fue el elegido. Al pie de escenario estaba su maestra y mentora Mariquilla observando su evolución y sus formas. Con un cuadro musical de categoría formado por el cante de Manuel Heredia y Sergio el Colorao, los coros de Fita Heredia y la guitarra de Marcos Palometas, hizo taranto y soleá. El taranto fue con mantón. Sí, con mantón. ¿Está mal? Ni mucho menos. Pero no era el espacio indicado. Es un festival de verano orientado al cante con un espacio al baile, sin escenografía que ayude, sin tratamiento de luces y sin nada que pueda favorecer el uso de este elemento flamenco, con lo que al final lo que se puede conseguir es desorientar al aficionado. Lo cierto es que hubo mucha calidad por parte de Agustín, que cabalga entre bailaor y bailarín. Buenos pies, correcta planta y buena verticalidad. Una estética muy Vicente Escudero y su decálogo del baile. La soleá se desarrolló en los mismos términos aunque fue larga en el minutaje, a lo que se sumó la bulería.
Tras un necesario descanso, quedaban por actuar Reyes Carrasco y Antonio Reyes, que llegó poco antes. Carrasco dio el do de pecho. Se llevó el gato al agua, en otras palabras. Se exprimió en el escenario y redondeó un repertorio de difícil ejecución y largo recorrido en el que La Niña de los Peines estuvo presente de principio a fin. Con la guitarra de Niño Seve, que estuvo excepcional con un toque limpio, certero y potente, y las palmas de María José Carrasco, Manuel Bellido y Manuel Vargas, Reyes propuso un repertorio muy extenso en calidad y cantidad. Llegó a hacer diez cantes, algo inusual en un festival, pero que se hicieron cortos. Recorrido por alegrías, soleares, bulerías (acordándose de Pastora Pavón), malagueñas de Chacón, cantes con aires de Juan Breva y fandango de Frasquito Yerbabuena. Por tangos recurrió al repertorio de Morente, a los saeteros, al Chaqueta y a Cádiz. Introdujo lo que parecía una caña, con letras clásicas de soleá y de nuevo se acercó a Morente y a la Soleá de los cañaverales que también mentó Segundo Falcón para rematar por jaleos extremeños. Se atrevió con La Estrella de Enrique y lo remedó además con un fragmento del tema Calle del aire de Estrella Morente musicado por su padre. Remató por bulerías y fandangos acordándose del Niño Gloria.
El broche del festival lo puso el chiclanero Antonio Reyes. Pasaban unos minutos de las cuatro de la mañana cuando se arrancó por soleá, de Alcalá, de Jerez y Frijones en versión de Tomás Pavón y cantes del Mellizo. Prosiguió por tangos, con letras en la estética de Cepero el guitarrista, recuerdo a Camarón con Rosa María y fandangos de Rebollo en compás binario. Remató por bulerías de Pansequito en las que engarzó el emigrante de Juan Valderrama y finalizó por fandangos. Le acompañó ajustadamente Nono Reyes a la guitarra y Ramoni y Cepa Núñez al compás.
Ficha artística
LXV Festival Nacional de Cante Flamenco de Ogíjares
Parque San Sebastián, Ogíjares (Granada)
31 de agosto de 2024
Cante: El Pele, Antonio Reyes, Segundo Falcón, Kiki Morente, Reyes Carrasco, Sergio ‘el Colorao’, Manuel Heredia
Baile: Agustín Barajas
Guitarras: Paco Jarana, Niño Seve, Carlos de Jacoba, Joni Jiménez, Nono Reyes, Marcos Palometas, Israel Gómez
Violín: Emilio Martín
Palmas: Edu Gómez, José Antonio Moreno, Carlos Canela, El Paquetito, Juan Panceta Farruco, Fita Heredia, Manuel Bellido, María José Carrasco, Manuel Vargas, Ramoni, Cepa Núñez
Percusión: Popo Gabarre