El flamenco, como se ha repetido miles de veces, es universal. Un género artístico que ha fluido entre otras disciplinas. Flamenco fusión, que lo llaman muchos. Dentro de estas mezclas, el jazz ha ocupado un lugar privilegiado. Son varios los artistas de uno y otro género que se han unido y hora lo han vuelto a hacer el cantaor granadino Antonio Fernández y el líder del grupo de rock Guadalupe Plata, Pedro de Dios, para lanzar su álbum Cantes Malditos (Everlasting Records, 2024).
Un obra con quejío. Morente y R.L. Burnside intercambian sus artes y Skip James hace lo propio con toda una maestra, la Niña de los Peines. Palabras mayores. «La música, si es buena, pega siempre», reconoce Fernández en una entrevista publicada en El Salto.
La unión de ambos artistas fue fruto de la casualidad. Como muchas otras cosas en la vida. Cuando Antonio Fernández se quedó sin su guitarrista a las puertas de grabar su segundo álbum de estudio, el productor José Sánchez, conocido por casi todos en Granada como La Josefa, tuvo la idea de conectarlo con la guitarra eléctrica con slide de Pedro de Dios. Fue en el municipio granadino de Peligros donde nació el milagro.
Es José Sánchez el productor de esta obra, Cantes Malditos, en la que además ejerce como bajista. Acompaña a la batería Antonio Pelomono. «La verdad que era un reto porque, aunque me gusta y alguna cosilla ligera sabía tocar, nunca había profundizado en la guitarra flamenca en cuestiones como acompañar a un cantaor o saber bien los palos», explica Pedro de Dios en la citada entrevista.
«No sabía mucho, salvo mi prima que me había enseñado algún toquecillo por soleá. Ella sí ha tirado adelante y es una gran guitarrista. Pero acompañar a un cantaor me daba mucho morbo y también cierto respeto», asegura De Dios.
«Este es un proyecto de mucho corazón y lo que hemos hecho ha sido desde el corazón porque la música de Perico se me ha clavado en el alma»
«No lo había escuchado, pero es curioso porque cuando empezamos a montar esto a mí se me ponían los vellos de punta con su música y me daba pie a sacar lo mejor de mí», señala el cantaor granadino sobre Guadalupe Plata. «Este es un proyecto de mucho corazón y lo que hemos hecho ha sido desde el corazón porque la música de Perico se me ha clavado en el alma», enfatiza Antonio Fernández.
«Hay guitarristas flamencos que me encantan, como el Niño Miguel, al que le he cogido parte de la introducción de La Zambra con cosas de mi cosecha. También Sabicas o Diego del Gastor, que se ciñe muy bien al acompañamiento y al tiempo, igual no es un virtuoso pero era sobrenatural a su manera. Últimamente me ha volado la sesera el Niño Jero que me he puesto a escucharle y a robarle historias», confiesa Perico.
La obra arranca con La Zambra. Ocho minutos de delicadeza infinita de la guitarra eléctrica de Pedro y el alma en la garganta de Antonio. «Ay, cómo me duele el alma / desde que te fuiste de la vera mía, / yo tengo el alma triste, muy triste, / de noche y de día…», reza el inicio del tema.
Sin tiempo para el descanso llega el Fandango del coche fúnebre, con un fuerte recuerdo nostálgico a Morente. Tras él se abren paso La muerte no me quiere, con aroma a Manuel Agujetas, y Yo quisiera renegar, letra popular que adaptó en el 29 Pastora Pavón, la Niña de los Peines.
Un poco de respiro con El Vito, instrumental, para disfrutar de un martinete en Soy un pozo de fatigas y de una toná en Al infierno que te vayas. pieza de Guadalupe Plata, que rebautizan con dejes flamencos. El álbum se cierra con el octavo corte, La hija de Juan Simón, tema de Antonio Molina, al que ya le dio vida Rosalía en su primer –y único– álbum de flamenco y que ahora revisitan Pedro y Antonio en Cantes Malditos.