Ahora que anda por el mundo una ola en contra de la justicia social y la propia democracia, este libro es más que oportuno, sin pretenderlo seguramente. El profesor Víctor Pastor Pérez, con una contrastada competencia por su currículo –licenciado en Sociología y Musicología, doctor en Educación–, abordó en su tesis doctoral los aspectos sociales del flamenco, de las letras flamencas y del flamenco en sí. Su proyecto Música para la justicia social fue premiado por la Junta de Andalucía en la VII edición de los premios Flamenco en el aula. Además, es conocida su participación, junto al reivindicativo profesor Miguel López Castro, en el grupo de protesta social, a través del flamenco, Los Poyayos, cuya actividad y letras también se han editado recientemente.
Vemos aquí una de sus actuaciones, donde aparece nuestro autor tocando la guitarra, en estos “Tanguillos de las pocas luces”, de 2021:
En Educación, justicia social y flamenco, analiza el flamenco desde el compromiso sociopolítico, en la línea de otros investigadores como Juan Pinilla, artista también, como nuestro autor. Se ve que esta parte del flamenco, esta visión había estado a veces un poco relegada, a pesar de grandes esfuerzos investigadores y ediciones de libros como los de José Luis Ortiz Nuevo, José Gelardo, los hermanos Caba, Manuel Urbano, W. Washabaugh, etc., no acaba de calar y es necesario incidir: por mucho que lo social y político, lo reivindicativo esté interiorizado, expresado desde el yo, la presencia de la protesta es clara. Así lo entiende nuestro autor, empeñado en llevar la educación en valores a la educación a través del flamenco, como en su otro libro publicado también por la Universidad de Sevilla titulado Flamenco y educación en valores, recursos didácticos y experiencias educativas en educación secundaria obligatoria -ESO-, o en mostrar que el flamenco no es mera alegría, sentimentalismo, madres muertas o letras graciosas. O no solo eso, claro, que de todo hay. Ya sabemos las dos visiones que hay en todo, lo binario, y cómo defendemos una u otra con argumentos, amén de otra tercera posición, más ecléctica, que es la que nosotros preferimos. Para unos el flamenco, y por tanto las letras, es todo tragedia, cantes tristes de dolor y sufrimiento; para otros, es pura diversión, letras jocosas, palos y estilos airosos y más fáciles al oído. Como en el flamenco es arte, en él cabe todo.
En ciento veinte páginas intensas y documentadas nos acerca a las consideraciones pedagógicas e históricas. Entre las primeras, trata las metodologías activas y la educación en relación con la justicia social, así como la función social y educativa de la música. Entre las segundas, de forma más amplia, el flamenco como reflejo de la desigualdad, la pobreza, la libertad, la conciencia de clase, la etnicidad e interculturalidad –moriscos, negros y gitanos–, cuestiones de género –sexismo de las letras, mujeres guitarristas, sexuación del baile, travestismo y nuevos códigos, etc.– y el flamenco y la justicia social. Nos acerca, así, a unas voces ausentes, las de la mujer, frente a las voces presentes, las del hombre. Señala las diferencias entre la concepción romántica del flamenco, que tanto ha durado y aún dura en muchos aspectos, y no solo del flamenco, que mira al individuo y sus cuitas, una visión que contrasta con las investigaciones que han publicado Gerhard Steingress, José Luis Ortiz Nuevo, Cristina Cruces, Francisco Aix, etc., con nuevos datos sobre aspectos más sociales y críticos del flamenco, de los flamencos y de lo flamenco. Defiende que sigue habiendo en el siglo XXI una necesidad de protesta, si bien las realidades a denunciar son, muchas veces, distintas, en mayor o menor grado, dando entrada a aspectos nuevos, problemas específicos de nuestros días. Hay, en este sentido, una actualización de la denuncia, en artistas, como el citado Juan Pinilla, por ejemplo, que toman el relevo de anteriores como José Domínguez El Cabrero, José Menese o Manuel Gerena. Indica que la negritud es un tema poco estudiado en el flamenco o que el mairenismo introdujo un concepto reduccionista de lo gitano y de lo flamenco. No es partidario de seguir cantando letras claramente machistas, de las que hay muchas y algunas brutales, aunque a la vez cree que el flamenco no es machista en sí, sino a través del entorno histórico social, en su contexto de nacimiento y desarrollo.
Escuchamos un cante de Juan Pinilla, premio Lámpara Minera, autor comprometido, en la fiesta del Ajoblanco en Almachar, año 2013, con estos “fandangos de los chorizos”, pura crítica social, contra la corrupción, con nombres propios, presten atención:
En el plano educativo, cree que hay que enseñar las letras flamencas en las clases, junto a la música, claro está, por sus valores. Tratan a menudo temas universales y atemporales, y los temas más criticables pueden aprovecharse para defender su contrario, es decir, el respeto y la tolerancia.
Nos ha parecido, en fin, un libro francamente fresco, de lectura ágil, compatible con la competencia y profundidad de citas, bibliografía, etc. Une lo doctoral con lo práctico, de ahí su utilidad para la sociedad y para la educación. Es, además, un tema poco estudiado, y lo hace quien ha dado pruebas de su capacidad para hacerlo. Puede ser de ayuda para la formación de profesores de cara a llevar el estudio del flamenco a las aulas de primaria y secundaria y, por supuesto, para cualquier artista o aficionado, que encontrará motivos para el aprendizaje.
Puede seguirse su actividad en el blog de música, flamenco y justicia social: https://musicaflamencoyjusticiasocial.blogspot.com/
Víctor Pastor Pérez, Educación, justicia social y flamenco, Universidad de Sevilla, 2023