Hasta las cuestas se me hicieron chicas. Le llega a uno el aroma y el cuerpo es un alboroto que arde en candela viva. El olor te embriaga, cautiva. Sabes que viene lo bueno. Porque de un tiempo a esta parte en Las cabezas de San Juan (Sevilla) se hila muy fino. La Yerbabuena resurge en el almanaque como una de las citas flamencas ineludibles de la canícula. De lo mejor que hasta ahora me he echao al pecho. Aunque aún quedan madrugás y horas de sueño debías por mor de este veneno jondo que a todos nos trae loquitos. La Yerbabuena de plata fue para el cineasta Benito Zambrano. Me salto el acto protocolario y os lo cuento en otro artículo.
Un acontecimiento certero. Solo flamenco. Al trastero las tonterías. El consistorio sabe dejarse. Tere Peña y Alfonso García tienen el gusto sobrao para dibujar las noches bonitas. Organizan el sarao para que no falte de na. Huele a gloria. Hay sitio para los veteranos de respeto y para la juventud que brilla.
Abrió la experiencia de Manuel Cordero señalando que a menta, romero y yerbabuena a mí me huelen los cantes del Lebrijano y Curro Malena. Con esta declaración de intenciones meció los tientos tangos principiando el tributo a Lebrija. Y a su pueblo. El apreciado cantaor local recordó la Plaza del Rincón Malillo. Pero esto surgió en el remate del abandolao de la malagueña de Chacón y la rondeña vieja. Luego se acompasó por alegrías y quiso rebuscarse en la seguiriya coronándola con la cabal de El Fillo. Lo acompañó a la guitarra Marcos Serrato, custodio del clasicismo, buen tocaor. Un fandango al aire cerró una intervención algo extensa, cuajá de la ortodoxia que los aficionaos mendigan. Ofreció una actuación contundente, muy digna.
«María Terremoto evidenció que traspasa la etiqueta festera y que se va consolidando como cantaora larga, completa, fresca y tradicional. (…) Un cartucho de pataítas de age. La megafonía al paro. Su voz limpia al aire rozó por las esquinas blancas. Un terremoto, un crujío. María salió a hombros entre ovaciones callando bocas. Nos robó una espuerta de oles, el silencio y el sentío»
El amigo y compañero de Expoflamenco Pepe Castaño presentó con conocimiento y cariño al guardián de los ecos jerezanos del barrio de Santiago, aquel de los «cantes cortos, dolientes y medidos a compás» Luis el Zambo derramó en los maderos de La Yerbabuena el perfume castizo de las botas de Jerez. Con las palmas de Luis de Rebeco y Ali de la Tota y la guitarra gorda e intachable de Domingo Rubichi se hizo de nuevo el cante con la bulería pa escuchá. Tremendo. Luego endosó una ristra de fandangos, le imprimió sello propio a la soleá, bulerías de arte, seguiriya con cambio de Curro Durse y más bulerías para abrochar. Luis cantó tan bien como de costumbre, sin necesidad de desfigurarse ni jugársela con pamplinas. Destapó la personalidad haciendo los tercios suyos por más que las atribuciones se empeñen en decir de quiénes son estos cuartos. El Zambo supo vestir cada cante. Lo hizo con sabiduría y talento, con ese don de los elegidos. Porque tiene los secretos domaos en su garganta de estraza, gitana y cabal. Tejió con melismas rajaos las hechuras del cante por derecho. Comenzó a calentar la noche a pesar de tener los pinrreles helaos porque hizo frío pa regalar.
Juan Diego Valencia y Manuel Cantarote aseguraron la categoría del compás. La sonanta de Nono Jero le viene como horma a su zapato. Hablo de María Terremoto. Veinticinco años calza y fue lo mejor de La Yerbabuena. Dejó al público embobao. Arrasó como un torbellino. Se templó con la caña. Hilvanó la levantica del Cojo de Málaga. Evidenció que traspasa la etiqueta festera y que se va consolidando como cantaora larga, completa, fresca y tradicional. Formó el taco. Arrebatadoramente flamenca en los tangos. Y cantó por bulerías pa rasgarse las vestiduras. Soberbia, magnífica, genial. Un Miura. Su gañote asestó cien embestidas. Su torrente sin desboque rompió quejíos redondos. Un cartucho de pataítas de age. La megafonía al paro. Su voz limpia al aire rozó por las esquinas blancas. Un terremoto, un crujío. María salió a hombros entre ovaciones callando bocas. Nos robó una espuerta de oles, el silencio y el sentío.
Tras la rica presentación de Ángeles Cruzado, el baile de Carmen Ledesma puso el broche de oro. Antonio Moya a la bajañí. Las palmas de El Oruco y su hijo. El cante de Cádiz y Utrera: Samara Montañez y Mari Peña. La esencia, el rajo, la gitanería en la planta… Una mesa y el compás. Comenzó bailando en la silla por los tarantos que se rifaron las cantaoras. Pintó en el aire con los brazos mostrando que una pará en el baile a veces da más pellizcos que un viaje de patás. El gesto importa. No solo hay que moverse. Hay que sentirlo. Y olvidarse del cuerpo. Pero eso le nace solo a las que saben, a las que tienen los veinte reales del duro . Carmen es baile. Le brotan las figuras a la par que respira. Se entrega sin concesiones, se contonea, menea la cintura, se arremolina… No piensa los desplantes. Cada uno es distinto porque responde a vivencias sin imposturas.
En una solución de continuidad, sin interludios ni descansos, pasó del taranto a los tangos, a la soleá y a las bulerías. Transitó por los estados del alma dándole a cada palo lo suyo. Moya se deshizo en halagos y tocó a gusto, otorgando los tiempos, más limpio, dialogando con el baile, arropando al cante. Mari estuvo inspirada, quejándose. Samara arremetió con empaque con su voz de cristales fundíos. Y el cerrojo lo echó Pepa Montes, que subió a la llamada de Carmen a un fin de fiesta para el recuerdo. Buen día para la afición y los paladares exquisitos.
Ficha artística
XXXIII Festival de La Yerbabuena
Homenaje y Yerbabuena de Plata al cineasta lebrijano Benito Zambrano
Las Cabezas de San Juan, Sevilla
5 de julio de 2024
Cante: María Terremoto, Manuel Cordero y Luis El Zambo
Guitarra: Nono Jero, Marcos Serrato y Domingo Rubichi
Palmas: Juan Diego Valencia y Manuel Cantarote, Luis de Rebeco y Ali de la Tota
Baile: Carmen Ledesma
Cante: Mari Peña y Samara Montañez
Guitarra: Antonio Moya
Compás: El Oruco y El Oruco hijo